Una increíble equivocación se registró durante un sorteo de la Lotería de Boyacá. (FOTO: Sebastián García, EL TIEMPO).
Una increíble equivocación se registró durante un sorteo de la Lotería de Boyacá. (FOTO: Sebastián García, EL TIEMPO).

“La suerte está echada”, cantó el guajiro Diomedes Díaz. Eso mismo pensó Carlos Márquez, uno de sus coterráneos, cuando vio la placa de su carro en un billete de la. No dudó en adquirirlo por 15.000 pesos (3 dólares) del sorteo de Navidad que incluía un raspa y gana, con el cual se podría llevar una bicicleta, computadora o bonos de dinero en efectivo.

Bajo el lema de la lotería de “un sábado de pobre lo sacará”, Carlos iba por el premio mayor de 9.000 millones de pesos (1,9 millones de dólares). Y si la suerte no lo acompañaba del todo, al menos quería ganarse el lujoso carro Mercedes Benz para renovar el que tenía.

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”La muchacha del puesto me dijo que era el último que le quedaba y que todo el mundo se lo había rechazado. No pensaba comprarlo porque ya había gastado plata en el chance, pero en mi mente tenía la intención de agarrarlo porque me impactó que tuviera el número de la placa. Al final, me lo traje para la casa”, recuerda.

Con una sonrisa esperó pacientemente el sorteo 4394 del sábado 18 de diciembre de 2021. Esa vez no fue. Ni la millonada ni el carro. Aún quedaba una posibilidad: el raspa y gana.

Así lucía el billete de la Lotería de Boyacá. (Foto: Lotería de Boyacá).
Así lucía el billete de la Lotería de Boyacá. (Foto: Lotería de Boyacá).

“Raspé una casillita y me salió el computador. Raspé otra y me salió un computador. Y en la tercera casillita también me salió un computador. ¡Con las tres, ya era ganador!”, relata todavía con sorpresa, pues nunca le había sucedido algo así con la lotería, pese a ser comprador frecuente.

Ante la duda, no raspó las demás casillas; pensaba que le podrían anular el premio. Llamó como pudo al distribuidor, quien le confirmó que con tres casillas en una misma línea se llevaba el equipo. “¡Erda, yo feliz le tomé foto, hice vídeo y se los mandé a la familia!”.

Portátiles por doquier

Carlos en la Guajira no era el único que había tenido la suerte de su lado con el raspa y gana de la Lotería de Boyacá.

Wilson Fonseca, en Bogotá, dudó mucho en dónde comprar el billete, pues no había ganado nada consiguiéndolo en su puesto de confianza, por lo que quería ir a otro punto de la ciudad. Sin embargo, en medio del ajetreo del trabajo, le tocó adquirirlo en el lugar de siempre.”La suerte es la suerte. Apenas lo compré, lo raspé y salieron los tres computadores”, comenta.

Lo mismo le sucedió a Sandra Sangama, en Bogotá, cuando su familia raspó los tres billetes que había llevado su esposo y notó que uno salió vencedor: “¡Nos alegramos! Era un computador y nos caía muy bien para cambiar el viejo que teníamos y que ya no servía mucho”.

Ninguno de ellos imaginaba que no era suerte de un par de colombianos, sino de miles. El raspa y gana estaba premiado a lo largo del país con el mismo aparato. La inusual situación corrió de boca en boca antes de que jugara el sorteo ese sábado 18 de diciembre, haciendo que más de uno que nunca había creído en la lotería se animara.

Cientos de personas compraron el billete de lotería al conocer que estaba premiado. (Foto: Sebastián García, EL TIEMPO).
Cientos de personas compraron el billete de lotería al conocer que estaba premiado. (Foto: Sebastián García, EL TIEMPO).

“Una persona que trabaja con eso de las loterías me dijo que todos los billetes estaban saliendo ganadores. Yo lo compré en la ciudad de Floridablanca, Santander. Raspé y salió el computador. Un conocido se ganó diez y otro, veinte”, expresa Cristián Avendaño.

El poder del voz a voz

Luz Ángela Navarro, vendedora de lotería hace más de 40 años, todavía recuerda la euforia que causó ese billete. En su puesto de Cereté, Córdoba, no quedó nada. “Le dije a mis peladas que cogieran uno. La hija mía lo raspó y salió el portátil”, asegura.

Caso contrario al de José Armando Mendieta, distribuidor y vendedor de lotería en Tunja, Boyacá, quien también completa 40 años en un puesto ambulante sobre el marco de la Plaza de Bolívar. Su hija le compró varios, pero, por más que raspó, el anhelado aparato no apareció.

“Hay gente que raspó uno solo y le salió. Otros rasparon diez o veinte y no. Me decían: ‘¡Ya qué! Ya gastamos 100 mil pesos (21 dólares)’. Mi hija no me compró más porque si seguía invirtiendo eso era como comprar el computador. Es una vaina de azar, no va uno a la fija”, señala.

En el puesto de Mendieta no solo los billetes, sino las fracciones del raspa y gana -que solas costaban 5.000 pesos (1 dólar)- se vendieron como pan caliente: “Se regó rápido el cuento. Había gente que llegaba con dos millones de pesos, con la plata en tulas, algunos de ellos eran revendedores. Decían ‘venimos por el computador, listo, chao’. Compraban lo que les alcanzara y salían corriendo a los otros puestos. Hicieron su agosto”.

José Mendita vendió en aquel diciembre todos los billetes del sorteo. (Foto: Sebastián García. EL TIEMPO).
José Mendita vendió en aquel diciembre todos los billetes del sorteo. (Foto: Sebastián García. EL TIEMPO).

‘Que sigan los errores’

Los vendedores y distribuidores sospechaban. A Luz Ángela, en Cereté, y José Armando, en Tunja, el tema les parecía similar a un descache de otra lotería que entregó 50 carros cuando tenía planeados solo cinco.

”La gente de por acá decía ‘que sigan los errores, que sigan los errores’”, recuerda Luz Ángela. Según ella, en aquel momento, varios de los carros fueron despachados a Córdoba.

Pero esta vez no eran 50 vehículos, sino miles de portátiles que estaban disponibles al raspar el papel. ¿La Lotería de Boyacá había querido ‘tirar la casa por la ventana’ entregando computadores? ¿Era el regalo de Navidad para los colombianos? En realidad, todo se resumía en una insólita equivocación.

“Sí, fue uno de los errores más grandes que ha tenido el país, pero no ha sido el primero”, acota Rafael Rojas, gerente de la Lotería de Boyacá, la cual completa 100 años en el mercado, en conversación con EL TIEMPO.

40 días antes del sorteo del 18 de diciembre, la Lotería había ordenado la impresión como de costumbre de los miles de billetes con el número exacto de premios: habría 500 que vendrían con el portátil. A finales de noviembre de ese 2021, se distribuyeron por todo el país para comenzar la venta.

Los vendedores vieron que en su puesto extrañamente muchos raspa y gana estaban premiados, así que dieron aviso a la Lotería.

“Hablamos de probabilidades. Por ejemplo, hay probabilidad de que le caiga un rayo, ¿pero que le caiga otra vez a la misma hora y en el mismo sitio? Vimos ese escenario cuando la gente empezó a salir ganadora”, comenta Rojas.

Ceros de más

Para tristeza de los apostadores frecuentes, la suerte no los había acompañado únicamente a ellos. “Prefería que no se hubiese presentado el error, porque ya tendríamos que entender que hubo un culpable y tal vez ese culpable no la pasó bien”, opina Carlos Márquez, de la Guajira.

Quienes no la pasaron bien fueron los empleados y directivos de la empresa encargada de la impresión, una reconocida multinacional con sede en Bogotá que trabaja con juegos de azar, sistemas de identificación (visas, pasaportes, cédulas), entre otros.

“Fue un error humano de la casa impresora. Mezclaron 50.000 computadores en vez de 500. Nosotros teníamos pensado que uno de cada siete billetes fuera premiado. Con esto, uno de cada tres billetes estaba premiado”, dice el gerente de la Lotería.

Al reportar el error, la impresora asumió la millonaria afectación con el respaldo de los seguros y las pólizas. El siguiente paso fue proceder a la compra de los portátiles para cumplirles a los apostadores. Aunque había 50.000 billetes premiados, -para bien o para mal- los colombianos se toparon con 20.467. Es decir, había 20.467 ganadores.

De los 50.000 billetes premiados, los colombianos se encontraron con 20.467. (Foto: Sebastián García. EL TIEMPO).
De los 50.000 billetes premiados, los colombianos se encontraron con 20.467. (Foto: Sebastián García. EL TIEMPO).

Los suertudos debieron dejarle sus datos personales al puesto que les había vendido el raspa y gana. Muchos de ellos creyeron que en cuestión de días tendrían el portátil en sus casas, pero la impresora y la Lotería se tomaron su tiempo; tenían hasta un año de plazo como lo indica la ley.

Shirly Barrios, en Sabanalarga, Atlántico, incluso perdió la esperanza: “Pasaron 15 días desde que lo raspé y no me llamaron. Fui al puesto donde lo compré y me comentaron del error, me dijeron que sí iban a entregarlos, pero que tocaba esperar. Preguntaba constantemente y nada. Me desesperé, le escribí a la Lotería. La respuesta fue que mantuviera la paciencia”.

Todos mencionaban el portátil ganador, solo que el billete no precisaba de qué tipo o qué especificaciones debía tener el aparato. Por tanto, la casa impresora analizó el mercado y negoció directamente con un proveedor tecnológico.

”Nosotros buscamos que la entrega fuera lo antes posible. ¿Qué pasó? En ese momento ningún proveedor tenía casi 21.000 computadores. Debimos esperar la llegada de los portátiles al país. A partir del 31 de enero de 2022 iniciamos la entrega”, señala el gerente Rojas.

Como la “magnitud era gigante”, tuvieron que preparar una amplía logística: adecuar una bodega para ese número de equipos, organizar los datos, revisar los documentos de cada uno de los ganadores y contratar empresas de mensajería para enviar los computadores de un valor aproximado de 800.000 pesos (166 dólares) a lo largo y ancho de Colombia. De los 20.467 equipos, entregaron 16.990, los demás no se reclamaron.

Durante las verificaciones encontraron que había personas reclamando hasta veinte portátiles, unas cuantas que por primera vez adquirían un billete o fracción. Eso sí, la labor de la Lotería se limitaba a cobrarles la ganancia ocasional por haber superado las 48 UVT establecidas en la ley (1′824.192 pesos para 2022).

José Mendieta, vendedor y distribuidor, intentó animar a quienes compraron el billete de aquel diciembre y nunca antes lo habían hecho. Quería que adquirieran otro en señal de agradecimiento, pero la respuesta que recibió fue negativa: “Nunca volvieron a comprar un pedazo de lotería”.

¿Justicia divina?

En la Guajira, Carlos recibió el premio meses después y se lo regaló a su hijo de ocho años para el cumpleaños: “Le ha salido bueno. Yo sigo teniéndole la misma fe a la Lotería y espero algún día ganarme el mayor”.

Los cuatro hijos de Wilson, en Bogotá, se pelean por el portátil: “Lo bonito de la historia es que benefició a los niños. Para muchos, un aparato así era inaccesible. Eso me alegra demasiado”.

A la par de los comentarios de agradecimiento y de quienes creen que el computador entregado no tiene las mejores características, están quienes piensan que el insólito error “recompensó a miles de colombianos que durante años han comprado loterías y nunca han ganado nada”, como señala Luis Ospino, ganador del computador en Santander.

Bajo la premisa de que “es de humanos errar”, el gerente de la Lotería se aleja de la que para muchos fue la llamada justicia divina: “Dios, la vida, el cosmos, como lo quieran llamar según la creencia de cada quien, pero lo que yo evidencio es que el ganador está feliz”.

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