Milagros Asto Sánchez

Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia de Brasil por tercera vez en medio de un clima de polarización en el que sus más férreos detractores aseguran que su retorno al poder significa el “regreso de la corrupción”. Su victoria electoral fue, en varios sentidos, una resurrección política después de que el líder izquierdista pasara un año y medio preso por condenas de corrupción que luego fueron anuladas. Con eso en mente, alejarse de la sombra de ese problema es una tarea que no puede esperar.

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