Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia de Brasil por tercera vez en medio de un clima de polarización en el que sus más férreos detractores aseguran que su retorno al poder significa el “regreso de la corrupción”. Su victoria electoral fue, en varios sentidos, una resurrección política después de que el líder izquierdista pasara un año y medio preso por condenas de corrupción que luego fueron anuladas. Con eso en mente, alejarse de la sombra de ese problema es una tarea que no puede esperar.
Muy ligado a ello está la polarización política en Brasil, avivada por las afirmaciones del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro, que durante meses ensalzó el discurso de fraude electoral y quien se fue de Brasil antes de la asunción de Lula para no tener que darle la banda presidencial.
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En ese clima, resulta poco probable que el mandatario izquierdista recupere la popularidad de la que disfrutó en su día, o que su índice de aprobación supere incluso el 50%, según dijo a la agencia Associated Press Maurício Santoro, profesor de ciencias políticas en la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Una de las principales razones es la vinculación que gran parte del país hace entre Lula y el Partido de los Trabajadores (PT) y la corrupción. Tanto el mandatario como integrantes de su agrupación estuvieron presos hasta que sus sentencias condenatorias fueron anuladas. En el caso de Lula, el Supremo Tribunal Federal determinó que el juez que presidía el caso se había aliado con la fiscalía para garantizar que se le declarara culpable.
Daniela Neves, doctora en Ciencia Política y especialista en elecciones en Brasil, afirma que el Gobierno de Lula empieza con señales de que quiere hacer un gobierno amplio, aunque sin grandes negociaciones. “Es una señal de control y de que, si sigue así, puede reducir el riesgo de corrupción. La corrupción fue un tema importante durante la campaña y parte de la sociedad seguirá vigilante en este sentido, lo que contribuye también al control de la lucha contra este problema”, dice a El Comercio.
El reto de alejarse de la corrupción
Lula da Silva había sido declarado culpable por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero y se creía que su vida política había llegado a su fin. Sin embargo, en el 2021 el Supremo Tribunal Federal (STF) revocó estas sentencias al considerar que no se habían respetado los derechos del entonces exmandatario durante el proceso llevado a cabo por el entonces juez Sergio Moro.
Pese a la anulación de la condena, los críticos del líder izquierdista afirman que los procesos fueron anulados por razones técnicas y no porque se probara su inocencia.
Para Neves, si Lula quiere alejarse del lastre de la corrupción, deberá enviar un fuerte mensaje a sus ministros, líderes partidarios y al Congreso de que las políticas públicas y el presupuesto serán negociados de manera transparente.
“El fin del Presupuesto Secreto definido por la Corte Suprema y el reordenamiento de los recursos entre el gobierno y los diputados deben minimizar esta forma de corrupción institucionalizada que se creó durante el gobierno de Bolsonaro. Sobre la posibilidad de acciones corruptas en el próximo gobierno, además de los sistemas de control y transparencia, es necesaria una dirección firme del gobierno Lula”, apunta.
Desafíos en otros frentes
Al sumir el mando del país el domingo, Lula afirmó que sus prioridades son combatir la pobreza y mejorar la educación y atención médica. También se comprometió a frenar la deforestación ilegal de la Amazonía y firmó un decreto para endurecer el control de armas.
Aunque en sus anteriores gobiernos el exlíder sindicalista sacó a millones de brasileños de la pobreza durante un auge de las materias primas que impulsó la economía, esta vez enfrenta el abrumador desafío de mejorar una economía estancada.
Por ello, Neves afirma que los principales desafíos del gobierno de Lula serán la reanudación de las políticas públicas en las principales áreas de la administración pública -Educación, Salud, Infraestructura, Economía-, las mismas que -considera- se han debilitado en el gobierno de Bolsonaro.
“En cuanto a la recuperación de la economía, tanto la crisis generada por la pandemia como las decisiones del Gobierno en los últimos años han contribuido a frenar la economía brasileña, que necesita reactivarse con la vuelta de la política de crédito, la inversión pública y los incentivos a la inversión privada. Serán unos años de recuperación que, si se planifican bien, probablemente darán sus frutos a partir del segundo o tercer año de gobierno”, señala la experta.
Por ello, considera que este será todavía un año de mucha negociación entre los partidos políticos y de puesta a prueba del modelo de frente amplio de gobierno que plantea Lula, el mismo que une a muchos partidos diferentes en un solo proyecto. “Conseguir que este amplio frente funcione, sin grandes conflictos, será el primer paso de este gobierno”, concluye.