Miles de indígenas que sufren el repunte de la violencia en Colombia se concentraron este lunes muy cerca de la sede presidencial en el corazón de Bogotá para exigir ser escuchados por el presidente Iván Duque, que criticó la movilización en medio de la pandemia.
El grupo de protesta, que reúne a comunidades originarias del suroeste del país, una de las más castigadas por grupos armados que se financian del narcotráfico, se aglutinó en la Plaza de Bolívar, en el centro de la capital, tras nueve días de viaje a pie y en autobuses.
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Unos 7.000 manifestantes con mascarillas avanzaron sin contratiempos o choques con la fuerza pública, custodiados por la tradicional Guardia Indígena, provista de chalecos, radioteléfonos y bastones con cintas multicolores.
“Se rompió el miedo”, proclamó a la AFP Ferley Quintero, miembro del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC).
Según el dirigente, los pueblos originarios resolvieron cruzar parte del país para “sentar su voz de rechazo” contra las políticas oficiales y hacerse escuchar por el presidente, ante su negativa de reunirse cara a cara con ellos en Cali, a unos 460 kilómetros de Bogotá y próximo al Cauca.
Aunque son múltiples sus reclamos, los indígenas han hecho sentir con fuerza su denuncia contra la ola de violencia que los envuelve, y que según sus líderes deja al menos 167 muertos en más de dos años de gobierno de Duque.
El grupo que llegó a Bogotá inició días antes de una agitación social en la que también se movilizarán sindicatos y estudiantes en un “paro nacional” convocado para el miércoles, en rechazo a la administración de Duque, casi un año después de las protestas masivas y antigubernamentales que marcaron un hito en el país.
Tras la concentración, prevén retornar a su sitio de descanso y sumarse a la próxima jornada de protesta. Los pueblos originarios representan alrededor del 4,4% de los 50 millones de habitantes de Colombia.
“No nos sigan asesinando”
Los participantes de la minga, como se conoce en quechua a la organización colectiva, durmieron el domingo en un centro deportivo que fue adecuado para recibirlos por orden de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, opositora del gobierno.
Este lunes marcharon hasta la Plaza de Bolívar clamando por sus vidas. “Queremos paz, igualdad, respeto y que no nos sigan asesinando más”, señaló Carmen Pito, de 53 años.
“El gobierno debe escucharnos y recibirnos, merecemos respeto como todos”, añadió la mujer que caminó con su bastón en medio de voces de apoyo que recibían los indígenas a su llegada al centro de la capital colombiana.
Enfrentado a la severa crisis económica que trajo la pandemia, Duque se expresó molesto por la “aglomeración” en Bogotá cuando el país está cerca de alcanzar el millón de contagios (28.000 muertos) en siete meses de emergencia, aunque evitó referirse al pedido de un encuentro cara a cara con los indígenas.
El gobierno ha rechazado el diálogo directo por considerarlo una suerte de debate político que a su juicio solo puede darse en el Congreso.
“Nada justifica que en estos momentos pongamos en riesgo la salud y la vida. Si tenemos discusiones démoslas en el marco de la democracia, sin que tenga que haber emplazamientos, ni ultimátums”, afirmó el mandatario.
En el poder desde 2018, Duque lidia simultáneamente con el repunte de la violencia en algunos puntos del país, tras el acuerdo de paz de 2016 que desarmó la que fuera la guerrilla marxista más poderosa de América.
El Estado colombiano es señalado de no haber tomado el control de los territorios dejados por los rebeldes, lo que facilitó el fortalecimiento de nuevas organizaciones que se disputan las rentas del narcotráfico, entre ellas las disidencias que se marginaron del proceso de paz.
“Nos están matando, están acabando con la juventud. Los indígenas, los afros, somos la población más vulnerada”, dijo Javier Peña, de 46 años y activista de las comunidades negras que se adhirieron a la minga.
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