MDN
Óscar Martínez: “Los migrantes son las víctimas perfectas” - 1
Rodrigo Cruz

A los 25 años Óscar Martínez se subió a ‘La Bestia’. Ese circuito de trenes que cruza México desde el sur hasta su frontera norte. Y que, desde hace más de 13 años, se ha convertido en la opción desesperada de miles de migrantes que buscan llegar a Estados Unidos. Martínez, periodista salvadoreño, quería contar en un principio eso: la dificultad de viajar como polizones en el techo del tren. Pero encontró más: un camino plagado de violadores, narcotraficantes y policías corruptos. Al final fueron ocho viajes y el resultado está en un libro: “Los migrantes que no importan” (2010). 

— ¿Qué encontraste cuando subiste por primera vez a ‘La Bestia’?
Esta cobertura empezó en el 2007 y se terminó a mediados del 2010. Cuando nosotros –digo nosotros porque me acompañaron un grupo de fotógrafos y dos documentalistas– entramos al terreno, esperábamos encontrar una especie de tragedia de viaje muy complicada: sea por el clima o por el hambre. Esperábamos encontrar las dificultades que implica viajar al lomo de un tren que descuartiza a muchos de los que caen. Pero en esos años hubo un cambio en el ecosistema del crimen organizado mexicano que lo transformó todo.

— ¿Qué pasó?
Los Zetas, el brazo armado del cártel del Golfo, terminaron de dividirse de la organización que los parió. Se independizaron. Y al ver que no tenían el nivel de contacto político ni de narcotraficantes, vieron a los migrantes dentro de su lógica criminal. Empezaron a secuestrarlos masivamente, a pedir por sus rescates 1.000 o 1.500 dólares a sus familiares en Estados Unidos. Empezaron a crear un sistema de venta de explotación sexual de mujeres en horribles burdeles. Se convirtió en una crisis humanitaria cuando entraron estos cavernícolas.

 — Les resultó un gran negocio.
Te pongo un ejemplo: en el 2009, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México publicó un informe que se titulaba “Secuestros de inmigrantes en México”. Los encuestadores entrevistaron por seis meses a migrantes en tránsito que habían salido de una condición de secuestro. Y descubren, entrevistando solo a 10 mil migrantes, que Los Zetas habían conseguido 25 millones de dólares. 

¿Solamente están los zetas o también hay otras mafias que se han apoderado de otros tramos?
Participan más mafias. Normalmente el territorio por donde pasan los inmigrantes centroamericanos y sudamericanos es el México perfecto para el crimen organizado.No es el México de grandes ciudades. Es el México de pequeñas aldeas, pueblos. Es el México donde el Estado ha renunciado a su función cómo Estado y ha entregado el control del territorio a mafias criminales que cometen secuestros a plena luz del día en las vías del tren que son la parte principal del pueblo. Por ejemplo, el cartel de Sinaloa tiene una fuerte presencia en Sonora. Mientras que el cartel del golfo tiene una presencia corriéndonos más al lado de Texas. Nosotros hicimos un recorrido de la mitad de la frontera. De una frontera de 3100 kilómetros yo recorrí en vehículo durante dos meses de Tijuana hasta ciudad Juárez, casi la mitad. Y en todo ese recorrido, visité 16 puntos de cruces de los migrantes, donde cruzan a Estados Unidos. De esos 16 puntos no identifiqué ni uno donde las mafias no le cobraran al migrante entre 50 o 70 dólares por permitirse acercarse a la frontera a hacer su intento para entrar sin permiso de nadie. Es decir, sí, hay más mafias que cobran a los migrantes. Y hay mafias como el cartel de Sinaloa que han desaparecido a 300 migrantes en un pueblo llamado Altar. Pero quien lo convirtió en un crimen masificado fueron Los Zetas. 

— ¿Cómo es el viaje de un migrante en ‘La Bestia’?
En los tiempos en que nosotros estuvimos ahí, un migrante abordaba en promedio ocho trenes para recorrer cerca de cinco mil kilómetros que dividen a México desde su frontera sur hasta la norte. Ese viaje lo hacía en un promedio de un mes. Un migrante entra, recorre las veredas, hasta llegar a las vías del tren. Espera que salga uno de ellos, que normalmente transporta granos. Se trepan y viajan colgados. Hasta que llegan a la siguiente estación, y esperan que salga el siguiente. Así sucesivamente hasta llegar a la frontera con Estados Unidos. 

— ¿Hay muchos que caen en la ruta?
Subir en un tren en marcha es complicado porque puede llevar hasta cien vagones, y cada uno pesa una tonelada. Además, el tren se contonea hacia todos lados. No es la experiencia de un carro en movimiento. Es la experiencia de cien elefantes corriendo y moviéndose a todos lados. Hay albergues en México especializados en atender a los mutilados por el tren. La mordida de ‘La Bestia’ le llaman.

—Son migrantes que muchas veces no viajan solos. 
El perfil predominante, digamos, es de un hombre entre 15 y 40 años. Pero cada vez más te encuentras mujeres. Cada vez más te encuentras con menores de edad. Y yo he visto viajar familias completas. He viajado en el tren con una niña de seis meses que iba con su madre. He visto a niños de 10, 13 años ir solos en el tren. Es decir, es muy variado. Te encuentras con todo tipo de gente. 

— ¿Qué necesita un migrante para subirse a ese tren?
Treparse al lomo y esperar no dormir y no caerte. Y esperar que en el camino no hayan asaltos, porque hay varios asaltantes que se suben a medio camino y están coludidos con los maquinistas para sacar migrantes arribas de los techos. Esperar que no haya operativos migratorios.
 

— Y en todo ese trayecto, ¿hubo un tramo que te estremeció más? Te escuché hablar sobre la ‘arrocera’. 
La ‘arrocera’ es una parte increíble. Es un pequeño tramo en un municipio de Chiapas, al sur de México, que se llama Huixtla. Se llama ‘arrocera’ porque antes había ahí unos hilos de arroz que ya no sirven más. El huracán Stan, en el 2005, derribó varios puentes férreos, cerca de unos 280 kilómetros, entre la frontera de México y Centroamérica. En ese tramo no hay tren. Entonces, los migrantes se internan en la maleza y continúan su trayecto en esas vías en desuso.

— ¿Y qué pasa en ese lugar?
En ese camino viven mexicanos pobres en pequeñas colonias rurales, donde los migrantes son asaltados. Al ver que no denunciaban, empezaron a violar a las mujeres. No hablo de Los Zetas, hablo de pequeños grupos de hombres con machete que se organizaron para asaltar. Con el tiempo empezó a sumarse más gente a esas pequeñas bandas. Al Estado mexicano le interesó atraparlas por más de 12 años, ni siquiera por ser pequeñas.

 — ¿Qué ha hecho México?
El Gobierno Mexicano ha tomado la decisión de poner seguridad en las estaciones del tren. Ahora si un migrante quiere abordarlo, va a tener que hacerlo cuando esté en marcha. Hay muchos que aún lo hacen. El Gobierno Mexicano lo ha vendido como una medida humanitaria. Es la medida humanitaria más extraña que he escuchado: obligarlos a que tomen un tren en marcha y pedir a sus conductores que vayan más rápido para que menos gente logre subir.

— ¿A qué se debe ese nivel de indolencia?
Los migrantes, no solo los migrantes que cruzan México, durante su vida normal –es decir cuando los medios no les prestamos atención– son las víctimas perfectas. 

— ¿Por qué lo dices?
En primer lugar, porque no denuncian. Tratan de pasar inadvertidos. No quieren pasar por una delegación policial. Buena parte de su vida es esconderse de esas autoridades. En segundo lugar, es porque las autoridades por donde pasan migrantes suelen corromperse. Un tercer punto: no votan, no son un activo político. A nadie le interesa defenderlos porque no suman votos en las elecciones.

— Te leí una vez decir que si otro país estuviera en el lugar de México, también haría lo mismo.
En mi experiencia es así. En Costa Rica, por ejemplo, la vida de los nicaragüenses suelen ser muy miserables: les pagan sueldos miserables, hay mucho abuso policial. En Argentina, con los migrantes bolivianos, hay muchas violaciones de sus derechos. En El Salvador, un país tan violento, a los pocos migrantes nicaragüenses que vienen a trabajar se las hacemos de palitos. Creo que hay una especie de vocación de rechazar al extranjero, al migrante, peor si este viene con la cabeza gacha. Si viene a El Salvador un Sueco seguro que lo tratamos muy bien. Normalmente al migrante pobre yo creo que es una vocación natural latinoamericana hacerlo mierda. 

¿Por qué crees que hay más textos que abordan el llamado o mal llamado sueño americano que contar sobre las tragedias que pasan los migrantes?
Son varias las razones. Yo creo que en primer lugar que desde los países que ponemos un montón de migrantes se nos hace una construcción ideológica del migrante como un héroe, como el que va a salvar la economía de la familia. Al migrante nunca nos lo venden como una mujer violada o un hombre que se desloma trabajando en Estados Unidos para que le paguen menos del mínimo por hora. La idea del migrante se traduce mejor en un buen equipo de sonido, en una camisa de Los Ángeles Lakers; que en una mujer tirada en un predio montañoso en México con las piernas abiertas sangrando. Esa exaltación del migrante como el salvador económico hace que la mirada se enfoque a ese lado.     
 

— ¿Qué piensas cuando escuchas a políticos como Donald Trump referirse a los migrantes?
Lo que pienso, como decía el periodista Jon Lee Anderson, es que debe haber una ley que sancione algunas de las cosas que ha dicho. Crimen de odio, no sé. Trump no es un tipo solo. Es un hombre que representa mucho de lo que los estadounidenses quieren. Hay mucha gente en los Estados Unidos que tiene ese nivel de idiotez para comprar esos mensajes tan simplistas. Hay un montón de gente que quería decir en público que los mexicanos son una mierda, pero no se atrevían. Por eso fueron felices cuando lo escucharon.

— ¿Cómo regresa uno después de ver todo lo que viviste?
En ese camino a uno le queda muy claro las sociedades que hemos construido, en las que hay gente que no vale absolutamente nada y donde otros subimos a un avión y desembarcamos en Nueva York en cuatro horas. Es uno de las mejores ejemplos sobre la desigualdad. Uno puede sentir simpatía o no por el migrante. Te puede parecer horrible su piel o su pelo, pero lo que no se puede negar es que se han ganado el respeto por hacer cosas por sus familias que ninguno de nosotros haría. Dicho de una metáfora muy gastada: cruzaron el infierno por los suyos. 
No sé si la gente que los odia haría eso. 

— ¿Y por qué decidiste escribir sobre estos temas?
Por una razón muy sencilla: creo que el periodismo tiene que echar luz sobre las esquinas oscuras. Iluminar es el primer paso para que algo tenga alguna esperanza de ser resuelto. Cuando vi esas esquinas oscuras, no pude retirarme sin echar un poco de luz. 

¿Tu libro (Los inmigrantes que no importan) es una denuncia al sistema migratorio en general?
Contiene mucho de denuncia. El libro son catorce crónicas que muestran las diferentes grandes problemáticas. El viaje en el tren, la trata de mujeres para la explotación sexual en la frontera sur, las cuotas de los narcos en la frontera norte, los secuestros masivos de Los Zetas en Veracruz, el sistema de coyotaje. Es un libro que lo que pretende mostrar dentro de un mosaico amplio que el mundo íntimo de la migración en un país con una crisis de seguridad como  el mexicano.

¿Qué impacto tuvo en México el libro?
Se vendió mucho en México. La primera edición, que salió en España, enviaron a México cerca de 1500 y se agotaron. Luego salieron tres ediciones de 3 mil ejemplares. Lo que me alegra es que el libro se convirtió en un arma. Hay gente que vivía en el terreno y que les tomó mucho tiempo para decir que lo que lo que les estaba pasando es cierto y que ocurría todos los días y de esa manera. Luego el libro tuvo una anterior oleada cuando se publicó de nuevo como The Beast. Y ahora el libro está en ingles, italiano, español, y sale en este año en alemán. 

Contenido sugerido

Contenido GEC