“No es sencillo. Para ser un niño venezolano en una escuela de otro país, hay que ser fuertes, ser valientes”, dice un menor de apenas 10 años al que llamaremos Byron para proteger su identidad. Él migró junto a sus padres y sus dos hermanas por tierra desde Venezuela hasta el Perú. Actualmente cursa el quinto grado en una escuela estatal del distrito de Comas, en Lima.
Byron tuvo la suerte de tener sus documentos en regla al momento de que sus padres buscaran un cupo para él en una escuela estatal cerca de donde viven; sin embargo, la misma fortuna no la tuvieron sus hermanas mayores Luisalyz y Mariangel, de 14 y 16 años de edad, respectivamente, quienes perdieron sus identificaciones durante el largo trayecto que hicieron desde su natal Venezuela.
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Aunque Byron haya logrado lo que pocas familias venezolanas consiguen al momento de llegar al Perú, como poder tener una educación regular, un derecho fundamental, no se ha librado de la discriminación que a veces sufre por parte de sus compañeros.
“Me critican por la ropa que uso, por como hablo, por el color de mis manos, al inicio pensé que jugaban conmigo, pero luego ya era incómodo”, dice Byron temeroso.
Los padres de Byron comentan que a veces les da vergüenza exigir cosas en la escuela de su hijo porque sienten “que no están en su derecho”. Sin embargo, la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado que el 20 de noviembre de 1989 se firmó por los 196 Estados reconocidos en la ONU, garantiza que un niño migrante tiene iguales derechos que los nacionales.
“Todos los derechos deben ser aplicados a todos los niños, sin excepción alguna, y es obligación del Estado tomar las medidas necesarias para proteger al niño de toda forma de discriminación”, se lee en el documento de la Convención.
La violencia escolar no es el único caso que envuelve a la familia de Byron. Luisalyz y Mariangel, hermanas del pequeño de 10 años, también tienen una historia aparte.
Luisalyz, por todo lo que le han comentado sus amigas del vecindario, le teme a la escuela y a ser el centro de las burlas por sus compañeros. No desea ir, se resiste, pese a haber recibido propuestas de apoyo para regularizar su estatus migratorio. Ella tiene 14 años y debería estar cursando el tercer año de secundaria; sin embargo, huyó junto a su familia cuando estaba en sexto grado, dejando a la mitad sus estudios. Regresar al colegio implicaría retornar a sexto, algo que será motivo de bullying para ella.
Mientras que Mariangel, quien está a mitad del proceso de regularización de los documentos que necesitaba para regresar a la escuela, salió embarazada a sus 15 años, convirtiéndose en una madre adolescente que se vio empujada a dejar la escuela y a buscar trabajo para darle una calidad de vida decente a su hija.
LOS DERECHOS DEL NIÑO Y EL ÉXODO VENEZOLANO
Byron, Luisalyz y Mariangel tienen algo en común: no han recibido una adecuada protección y cuidado por parte de sus padres. Y el Estado tampoco les facilitó el proceso.
Sus casos son solo tres de numerosos similares que se dan en el Perú.
“La Convención, como primera ley internacional sobre los derechos de los niños y niñas, es de carácter obligatorio para los Estados firmantes”, se lee en el documento que se puede consultar aquí.
Para José Miguel Arévalo Delgado, especialista en incidencia en Políticas Públicas de World Vision Perú, una organización internacional con más de 40 años en el Perú y que trabaja directamente por el bienestar de niños, niñas y adolescentes para que sean líderes y agentes de cambio, la Convención sobre los Derechos del Niño es importante porque “reconoce el derecho al pleno desarrollo de las niñas niño y adolescente en todas sus dimensiones, y su derecho a expresar libremente sus opiniones”.
“La Convención sobre los Derechos del Niño es un instrumento para proteger a niñas, niños y adolescentes de los desafíos persistentes que son las brechas de salud, nutrición, educación, protección contra la violencia sexual entre otras y de las nuevas amenazas incluyendo las secuelas de la pandemia, la violencia en las redes, el cambio climático, etc.”, agrega José Miguel Arévalo Delgado.
LA EDUCACIÓN Y EL CAMBIO EMPIEZA DESDE CASA
Por su parte, Daniel Yépez, coordinador de Educación de World Vision Perú, indica que la violencia dentro de las aulas de clase no es un problema nuevo, tampoco la xenofobia, ya que estos se daban incluso en entornos más internos, como cuando un estudiante de una región del Perú tenía que estudiar en una nueva ciudad.
“La violencia en las escuelas siempre se ha dado. Hay varias formas de violencia, una de ellas es el bullying, que se explica como una relación de poder. Es decir, niños que tienen más ventaja física, económica, intelectual, sobre los demás; se sienten con poder de humillar a otros. Esto definitivamente se agrava cuando los menores de edad que sufren de violencia en sus colegios son migrantes”, explica el coordinador de Educación a El Comercio.
A partir de ello, la violencia contra niños migrantes dentro de las escuelas crea un fenómeno al que se le conoce como perspectiva interseccional, que se explica de la siguiente manera, según Daniel Yépez.
“El bullying empeora cuando se da un cruce de factores de vulnerabilidad, algo que se llama perspectiva interseccional, es decir, cuando ponemos las condiciones de riesgo en un solo sujeto; por ejemplo, cuando eres niña, eres pobre, eres migrante venezolana y eres físicamente diferente. Todo eso se combina para que en el colegio se den estos problemas”, refiere el coordinador de World Vision Perú.
Pero como todo problema tiene una solución, el especialista consultado por El Comercio cree que para poder superar la dificultad de la xenofobia y el bullying, es importante trabajar desde la familia y la escuela.
“En la familia hay que trabajar el respeto, la dignificación de las personas, y esto se hace no solo con palabras, sino a través de la convivencia, evitando usar palabras que puedan fomentar la discriminación de los migrantes, para que los niños que las escuchen, no terminen por repetirlas en las escuelas. Por otro lado, desde la escuela, se debe promover una convivencia inclusiva y saludable culturalmente, tanto maestros como estudiantes, siempre a través del diálogo. No es cuestión de expulsar a quien violente, sino es atender a quién lo hace y enseñarle cómo convivir”, dice Yépez.
Daniel Yépez resalta que “muchas veces los niños reaccionan de una forma discriminatoria ante los migrantes porque en la familia se crean una serie de creencias influenciadas por lo que se dice en redes sociales”, por lo que exhorta a tener cuidado siempre con lo que se pueda decir dentro de casa. Además de ello, indica la importancia que tienen organizaciones como World Vision Perú para superar los problemas que rodean a la niñez en general, sea migrante o no.
“Desde World Vision Perú venimos trabajando para superar los problemas que enfrenta la niñez. Tenemos un programa de inclusión educativa que no solo brinda acceso a la población migrante a las escuelas, sino que también se concentra en que este grupo de niños venezolanos reciban una educación con calidad y calidez, también tenemos otro proyecto que ayuda a los menores de edad a superar los diferentes traumas que implican la migración”, dice Daniel Yépez, quien agrega que es importante que todo tipo de ayuda debe tener acciones de sensibilización y generar conciencia de que los migrantes no son los enemigos, tal y como se dice en la Convención sobre los Derechos del Niño.
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