Un manifestante agita una bandera indígena chilena y otra mapuche desde lo alto del monumento General Baquedano en la Plaza Italia durante una protesta contra el gobierno del presidente chileno Sebastián Piñera el 9 de octubre de 2020 (Foto de Martín BERNETTI / AFP).
Un manifestante agita una bandera indígena chilena y otra mapuche desde lo alto del monumento General Baquedano en la Plaza Italia durante una protesta contra el gobierno del presidente chileno Sebastián Piñera el 9 de octubre de 2020 (Foto de Martín BERNETTI / AFP).
/ MARTIN BERNETTI
Agencia AFP

“No son 30 pesos, son 30 años”, la frase de los protagonistas de las protestas en resume el descontento que hace un año detonó el mayor estallido social desde el retorno a la democracia en 1990, e inició un proceso de esperanza para algunos, pero que para otros puso a Chile al borde de un precipicio.

MIRA: El duro informe de Amnistía Internacional sobre las violaciones “generalizadas” a los DD.HH. en las protestas en Chile

Cuando los chilenos se preparaban para ser anfitriones de dos importantes reuniones internacionales (la cumbre económica APEC, del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, y la COP-25 sobre cambio climático) y el presidente Sebastián Piñera acababa de declarar a Chile como un “oasis” de estabilidad en América Latina, se encendió la pradera.

El desencadenante fue una serie de evasiones de estudiantes de secundaria en el Metro de Santiago, algunas de las cuales fueron masivas y violentas.

“Evadir, no pagar, otra forma de luchar”, reclamaron los estudiantes encaramados sobre los torniquetes por el alza de 30 pesos (0,03 centavos de dólar) en el boleto.

Un año después, tras una postergación en abril por la pandemia, los chilenos acudirán este 25 de octubre a votar en un plebiscito que definirá si se cambia o no la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). El referéndum se aprobó por un acuerdo entre las fuerzas políticas después de una de las jornadas más violentas tras un mes del inicio de las protestas.

A los estudiantes se sumaron ese viernes 18 de octubre otros manifestantes. Y al caer la noche, varios puntos de Santiago ardían luego de que fueran atacadas una decena de estaciones del Metro, edificios y autobuses. Se encendieron, además, barricadas en varios puntos de la ciudad y hubo ataques al comercio y saqueos.

“Este afán de destruirlo todo, no es protesta, es delincuencia”, afirmó entonces Piñera, que durante los ataques a las estaciones fue captado comiendo pizza junto a sus nietos en un restaurante, una imagen que se viralizó por redes sociales y alimentó la furia. La noche terminó con tanquetas militares custodiando el palacio de Gobierno tras decretarse el “estado de emergencia”.

Al día siguiente, Santiago amaneció irreconocible, con semáforos en el suelo, restos de autobuses quemados, comercios saqueados y miles de piedras y palos sobre las calles.

“Es muy triste todo lo que está pasando, pero la gente está indignada porque no la escuchan”, dijo a la AFP Antonia, de 26 años, ese día en el corazón de la capital chilena.

Un año de protestas en Chile. (AFP).
Un año de protestas en Chile. (AFP).

Chile despertó

Sin muchas señales previas, salvo algunas protestas estudiantiles, el gobierno de Piñera -que hasta ahí había sorteado con relativa calma el primer año y medio de su segundo mandato- quedó enfrentado a una crisis social sin precedentes desde que terminó la dictadura.

Las cacerolas que comenzaron a escucharse en simultáneo al surgimiento de las protestas, sobre todo en los barrios de clase media, dieron cuenta de que el enojo escondía un reclamo más profundo. El país arrastraba una marcada segregación social pese a ostentar el ingreso per cápita más alto de América Latina (más de 20.000 dólares anuales).

El reclamo de los estudiantes abrió también un malestar acumulado contra un modelo de grandes monopolios por los que la ciudadanía se sentía abusada: empresas distribuidoras y comercializadoras de servicios básicos como agua, luz y gas, además de educación, salud y administradoras de pensiones, durante 30 años de democracia.

#Chiledesperto se transformó en la máxima tendencia en redes sociales por esos días, y aún se mantiene como el lema de las protestas, en un reclamo apoyado por más de 65% de la población, según diversas encuestas.

Otras, marcan que un 80% condena las expresiones violentas de las manifestaciones.

La fotógrafa Nicole Kramm perdió el ojo izquierdo. (Foto: MARTIN BERNETTI / AFP).
La fotógrafa Nicole Kramm perdió el ojo izquierdo. (Foto: MARTIN BERNETTI / AFP).
/ MARTIN BERNETTI

El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) constató 3.063 casos de violaciones a los derechos humanos por parte de agentes del estado a partir del 18 de octubre de 2019, entre ellos 34 muertos y 460 personas con lesiones oculares causadas por disparos de perdigones o bombas lacrimógenas.

La Policía, fuertemente cuestionada por el uso excesivo de la fuerza, contabiliza por su parte entre el 19 de octubre de 2019 y el 31 de marzo de 2020, 544 cuarteles atacados y 4.817 agentes lesionados en el ejercicio de sus funciones, según datos aportados a la AFP.

La marcha más grande de la historia

Una semana después de que se iniciaran las manifestaciones y con un país semiparalizado, más de 1,2 millones de personas se congregaron en la Plaza Italia de Santiago, en la mayor concentración de que se tenga registros.

“Pedimos justicia, honestidad, ética en el gobierno, no es que queramos socialismo, comunismo; queremos menos empresas privadas, más Estado”, dijo a la AFP Francisco Anguita, 38 años, en medio de la histórica manifestación.

Chilenos cantan Los Prisioneros
(Foto: AFP / Video: Difusión)

La imagen de un Spiderman encaramado sobre un poste en medio de la muchedumbre ese día en la plaza Italia y el video de la caída de una ama de casa disfrazada de Pikachu (personaje de la serie japonesa Pokemón) se hicieron virales. Ambos personajes se convirtieron entonces en héroes impensados de esta revuelta social, que un año después continúa sin líderes y fuera de las estructuras políticas tradicionales.

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