Lleva 25 años al frente de la División de las Américas de Human Rights Watch (HRW), una de las ONG más activas en la defensa y promoción de los derechos humanos en el planeta.
►La paradoja chilena, por Farid Kahhat
► Líderes de grupos cívicos de Bolivia dan 48 horas a Evo Morales para renunciar
Como cara visible de esa organización en la región, José Miguel Vivanco (58) sigue con atención los últimos estallidos sociales en América Latina, uno de los cuales –acaso el más impetuoso e iracundo– tiene a su país de nacimiento, Chile, en estado de convulsión general.
—¿Cómo califica lo que ocurre en Chile?
La situación me parece supremamente delicada. Por un lado, están las protestas pacíficas masivas, lo cual es perfectamente legítimo y que constituyen un deber de participación ciudadana, pero, por otro, los actos de violencia de una minoría que saquea, ataca locales y ha propiciado una situación muy seria de alteración del orden público. Tan delicado todo que han tenido que cancelarse dos cumbres, la de APEC y la COP 25.
—Cuando se decretó el estado de emergencia, HRW mostró su preocupación por la presencia de militares en las calles...
Pero claro que nos preocupa, los militares están entrenados en todas partes para un conflicto armado y el uso de la fuerza letal, no para tareas policiales. Ha habido denuncias creíbles sobre abusos de soldados, no me atrevería a dar una cifra, es algo que veremos sobre el terreno, si han sido casos aislados o más bien un patrón masivo.
—¿Cómo comprueba HRW que las denuncias son verdaderas, en tiempos de tantas noticias y videos falsos en las redes?
Efectivamente, uno de los peligros son los videos falsificados y las fotos o imágenes alteradas o trucadas. Es un gran riesgo, pero contamos con un equipo de expertos en comunicaciones que no acepta cualquier video. No hacemos denuncias en base a videos que circulan en las redes sino solo en medios responsables. Las hemos verificado con autoridades locales, con el Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile y con testimonios de médicos que también han sido parte de las protestas.
—¿Por qué está costando tanto la restitución del orden público?
No es fácil en la medida que hay una genuina e importante movilización social que expresa su descontento, frustración y rechazo a políticas que no han mejorado la calidad de vida de las nuevas mayorías, sobre todo sectores de clase media. Ellos ven que la corrupción galopa y su sueño de la movilidad social ha quedado postergado. Y entre ellos se insertan los violentos. Hacer esa separación se ha hecho difícil. La policía ha reaccionado a veces profesionalmente y otras con exceso en el uso de la fuerza.
—¿Hablando de la región, cree –como han dicho el canciller argentino y el secretario general de la OEA– que hay una influencia bolivariana y del Foro de Sao Paulo detrás de las protestas?
Hemos presenciado cómo Maduro le ha puesto leña al fuego y trata de sacar partido y capitalizar el crédito, pero a mí me parece absurdo, aquí nada tiene que ver una conspiración bolivariana. Si se lee así, es un gran error porque significaría no escuchar un reclamo legítimo que hay que atender. Maduro, Ortega o el Foro de Sao Paulo son hoy un ejemplo de total decadencia, están en una ruina plena, así que solo les queda el micrófono, la intriga y el intento de reivindicar proyectos que han fracasado y llevado a la pobreza extrema a sus pueblos.
— ¿Descartando la idea de la conspiración, lo del efecto contagio sí tiene sentido?
Yo creo que sí. Acá hay un efecto dominó y una posibilidad de que esto siga reproduciéndose, sobre todo por las redes sociales, la globalización y el grado de integración que tenemos. Y por encima de todo ello porque las realidades son muy similares: respecto a lo que se reclama en Chile probablemente se sientan identificados también en Ecuador, Venezuela u otros países de la región.
—¿Cuánto le preocupa la imagen de América Latina ahora mismo?
Me preocupa. Es evidente que se está proyectando la imagen de una región en situación de convulsión e inestabilidad, pero me preocupa mucho más que estos procesos sociales no sean debidamente abordados. Hablo de reformas agudas y no solo cosméticas. En esta situación extraordinaria, creo que más que reflexionar sobre cómo queda la imagen de la región, se debe aprovechar esta crisis para abordar los problemas de fondo y hacer reformas profundas.
—HRW también ha manifestado preocupación por lo que viene sucediendo en Bolivia y lo peligroso que sería aceptar un fraude...
Pero por supuesto que es peligroso lo que viene ocurriendo en Bolivia. Ahí hay un caudillo como Evo Morales que se está aferrando al poder a cualquier precio, que ya se burló de la voluntad popular una vez [referéndum del 2016] y se las arregló para volver a postular a pesar del No en las urnas.
—¿Hay división de poderes en la Bolivia de Morales?
No la hay. Revisemos solamente la actuación del Poder Judicial. Quien controla la administración judicial es el Consejo de la Magistratura (CM), que ha despedido masivamente a jueces, más de 100 sin posibilidad de apelación. Los miembros del CM son exfuncionarios del gobierno de Morales. Es el mismo modelo que utilizó Rafael Correa para concentrar el poder en Ecuador, es decir, asegurarse de contar con un Poder Judicial de bolsillo que simplemente se dedica a convalidar las decisiones del Poder Ejecutivo.
—¿Ve posibilidades de revertir lo que parece inevitable, la tercera reelección de Morales?
Está claro que él no está dispuesto a perder y ni siquiera ir a una segunda vuelta, así que si no hay una resistencia sólida, pacífica y masiva dentro de Bolivia y una presión internacional contundente, Evo Morales se va a robar esta elección sin ningún escrúpulo.
—Con respecto a la presión internacional, hay cierto desaliento con lo ocurrido en Venezuela, donde Maduro sigue en el poder...
No hay paralelo posible. Venezuela ha sido una gran potencia regional, hablamos de un país con los mayores recursos energéticos en el planeta y con riquezas minerales de incalculable valor, si bien hoy está en la ruina debido a que las dictaduras de Chávez y Maduro se robaron todo. Pero no se pueden comparar las condiciones iniciales que le mencioné con las de Bolivia.
—¿Confía entonces en que la presión foránea sí surtirá efectos en Bolivia?
Así es. Bolivia no tiene el peso que tuvo Venezuela en la región, Bolivia no es una potencia exportadora de petróleo que alimenta a buena parte del Caribe y que le permite subsistir a Cuba con una enorme subvención. Evo Morales no tiene esos recursos, el suyo es un gobierno altamente dependiente, no tiene las condiciones ni capacidades para soportar una presión multilateral fuerte y concertada como la que hasta ahora ha resistido Venezuela, lamentablemente.