Un día después de que el presidente Iván Duque diera marcha atrás en su cuestionado proyecto de reforma tributaria, el enojo aún se sintió en las calles de Colombia. Las movilizaciones ciudadanas continuaron el lunes por sexto día consecutivo en varias ciudades del país y el paro nacional convocado para el 5 de mayo sigue en pie.
Las protestas estallaron el miércoles pasado en rechazo a la reforma fiscal propuesta por el gobierno para subir los impuestos, una medida percibida como un golpe directo a la clase media del país. Desde entonces, los episodios de violencia y represión tras las marchas pacíficas no pararon de crecer. El gobierno desplegó a los militares para que actúen ante la situación.
MIRA: Colombia: al menos 17 muertos y 800 heridos por la represión en las protestas contra la reforma tributaria de Duque
La Defensoría del Pueblo anunció este lunes que al menos 17 personas murieron (16 civiles y un policía) y unas 800 resultaron heridas en los cinco primeros días de disturbios, que incluyeron saqueos y actos de vandalismo. Sin embargo, aún no hay claridad en las cifras de fallecidos. Diversos grupos de derechos humanos habían reportado previamente que más de 20 personas perdieron la vida en el contexto de las manifestaciones.
Ante la presión ciudadana y las críticas de organizaciones nacionales e internacionales, Duque ordenó el domingo retirar la propuesta de reforma tributaria que se debatía sin éxito en el Congreso, donde un amplio sector, que incluía a su propio partido, la rechazaba. Pese a ello, en las calles el enojo no cesa.
El Comercio conversó con Arlene Tickner, politóloga de la Universidad del Rosario (Colombia), sobre lo que se espera a partir de ahora en el país. Para la experta es claro que el descontento persistirá en las calles, pues el retiro de la reforma tributaria de Duque es solo la punta del iceberg en la lista de exigencias que mantiene la sociedad colombiana.
—¿Qué significa para Iván Duque haber tenido que dar marcha atrás en su reforma?
Estos años de gobierno de Duque han estado acompañados por varias oleadas de protestas sociales, lo cual en el contexto colombiano no es tan común en comparación a otros países en cuanto a la magnitud de estas protestas. En esta oportunidad la situación se agravó a tal punto que Duque se vio obligado a dar marcha atrás en la propuesta de reforma tributaria. Pero además de las protestas y de la violencia que acompañó las manifestaciones, el Ejecutivo no contaba en el Congreso con el mínimo apoyo necesario para poder aprobar la reforma. Entonces las protestas sirvieron también como un pretexto para retirar el proyecto porque era evidente, dada la escasez de apoyo, que no se iba a aprobar.
Esto deja una sensación de derrota para el gobierno y, por otro lado, plantea un intento de escuchar por primera vez a los ciudadanos y a los otros grupos políticos que están diciendo que no es el momento para estar insistiendo en una reforma tributaria que según todos los análisis serios podrá tener implicaciones negativas sobre todo en la clase media.
—¿La decisión de recular calmará el enojo ciudadano?, ¿Qué va a pasar con las protestas?
Calmará temporalmente los ánimos, pero esto es simplemente la punta del iceberg. Como en otros países de nuestra región, en Colombia hay un cúmulo de descontentos que vienen desde antes de la pandemia y que se han agudizado en la crisis del COVID-19. Y la situación empeora si le sumamos la existencia de gobiernos incompetentes y/o autoritarios, que es más o menos como yo describiría a Duque, ya que ante su incompetencia y en medio de la ingobernabilidad se ha tornado más y más autoritario. Es de esperar que las protestas continúen porque las razones de fondo del descontento no se han atendido.
—De hecho, las protestas no solo apuntan a la reforma tributaria. ¿Cuáles son las otras exigencias de los colombianos?
Son muchas. Hay una reforma del sistema de salud que también está en curso y es muy impopular. Los temas vinculados a la educación están sobre la mesa para algunos manifestantes, los temas ambientales también son una preocupación. Yo diría que delante de todo eso, a la par de la reforma, está la preocupación por los niveles de violencia política que hay actualmente en el país, que se han visto, sobre todo, en los asesinatos de líderes sociales y excombatientes.
Además, tenemos descontentos por la falta de implementación de los acuerdos de paz. Lo de los asesinatos y la violencia política se suma a que el gobierno no está implementando a conciencia el acuerdo de paz con las FARC. Tenemos otros grupos violentos que se han apoderado de los vacíos dejados por las FARC y el Estado no ha sido efectivo a la hora de combatirlos.
—También existe un pedido de reforma policial, que, en realidad, es un pedido que se repite en varios países de la región…
Sí. Eso se está pidiendo y fue un detonante de las oleadas de protestas previas. Todavía hay discrepancias sobre el número de muertes en las manifestaciones de los últimos días. Las imágenes que han circulado son absolutamente espeluznantes. Se ve a la policía antimotines disparando para matar a los manifestantes. Evidentemente hay demandas crecientes de reforma ante los niveles crecientes de violencia policial en Colombia y en otros lugares de América.
—El gobierno colombiano ha informado de 17 muertos y 800 heridos en estos cinco días de protestas. ¿Cuál es el costo político que esto le significará a Iván Duque?
Los niveles de popularidad de Duque ya son tan bajos que simplemente creo que seguirán cayendo. Lo que le ayudó a mantener cierto grado de aceptación fue justamente la pandemia, que genera un efecto de arropar al líder, y como copó los medios de comunicación y realiza diariamente un programa de televisión esto también lo ayudó a mantenerse durante un tiempo. Pero ya la población se cansó de eso y Duque hoy tiene muy bajas tasas de aceptación. Yo considero que seguirán bajando.
Tenemos elecciones el año entrante, ya estamos entrando al ciclo electoral, y, evidentemente, la situación actual no pinta bien para su partido Centro Democrático, que es el partido de Álvaro Uribe. A raíz de los hechos de violencia de los últimos días hubo preocupación de que se pudiera aprovechar la violencia para argumentar que había que postergar las elecciones, como se planteó fallidamente el año pasado. La derecha colombiana también está desesperada, tanto con el gobernante que puso en el poder como con la situación general que se le está saliendo de control.
—Finalmente, se anunció la salida del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla. ¿Cómo recibe esto la ciudadanía?
Pues que Carrasquilla salga del cargo es lo mínimo. El Defensor del Pueblo también tuvo una conducta condenable durante estos días de violencia, entonces también hay pedidos para que renuncie. En general, con contadas excepciones, estamos hablando de un gabinete nombrado en función de lealtades políticas. Se especula que muchos de los nombrados fueron designados por Álvaro Uribe, ni siquiera por Duque. En un contexto de semejante dificultad una situación así predispone que cada situación se le salga de las manos al gobierno.
La salida de Carrasquilla calma sobre todo a quienes tienen a la reforma tributaria como su objeto principal de agravio, pero como son tantas fuentes de malestar en el país, esto es un aliciente temporal, porque finalmente tiene que haber algún tipo de reforma. Incluso los críticos a la propuesta argumentan eso.
—¿Logrará el gobierno llegar a un consenso?
Es difícil imaginar que este gobierno abra un debate nacional genuino, porque luego de la oleada de protestas del año pasado también se instauraron mesas de dialogo con la sociedad, pero la sensación generalizada es que resultaron en nada, que no fueron hechas de manera genuina.
Estamos hablando de un gobierno esencialmente sordo y miope ante los reclamos de los ciudadanos y débil, además, porque su incompetencia es evidente. La tendencia de este tipo de gobiernos, además en un contexto de debilidad institucional como el que hay en Colombia, es hacer todo lo contrario, adoptar medidas más de corte autoritario para poderse blindar frente a las presiones de la sociedad. Los intentos de conversación generalmente son gestos vacíos, que buscan aparentar apertura, pero realmente no es así.
—Esta última crisis ha demostrado el poder de la presión ciudadana. ¿Qué consecuencias tendrá esta crisis en el país?
Una de las paradojas de Colombia es que se trata de un país que ha estado en guerra durante más de medio siglo, que tiene los peores niveles de desigualdad de ingresos, de tenencia de tierra, que lidia con múltiples problemas como violencia, pobreza, exclusión política, y, sin embargo, es un país que no tiene la misma tradición de protesta social que otras naciones de América Latina.
Yo creo que esta ola de protestas y las anteriores muestran un despertar afortunado y positivo de la sociedad colombiana en función de la defensa de sus derechos y de sus intereses. Y, como estamos viendo en otros países, no estamos hablando solo de un sector de la sociedad. Estamos hablando de la convergencia de múltiples sectores en torno a distintos tipos de reivindicaciones, pero que se juntan alrededor de un profundo descontento con el statu quo que ofrecen tanto los gobiernos como los partidos políticos tradicionales.
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