Frente al mar, en la avenida Costera Miguel Alemán de Acapulco, están los grandes hoteles y las playas desde donde desde hace décadas los turistas han podido disfrutar de la radiante puesta de sol que se observa en este puerto del Pacífico mexicano.
En su época dorada, a partir de los años 40 de siglo XX, esa belleza natural y el clima tropical húmedo, atrajeron a este mítico balneario a estrellas de Hollywood y a numerosas personalidades del mundo de la política y la cultura.
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Una postal de lujo y glamur que contrastaba con la vida de los acapulqueños de bajos recursos asentados en las montañas, colonizadas a lo largo de décadas de urbanización desordenada.
El pasado 25 de octubre, la furia del huracán Otis golpeó por igual a ricos y pobres. La poderosa tormenta de categoría 5, la más fuerte que haya impactado en las costas del Pacífico mexicano, arrasó tanto la zona hotelera de lujo frente al mar como los barrios más pobres tierra adentro.
Una catástrofe que dejó decenas de fallecidos y desaparecidos en la que alguna vez fue llamada "la Perla del Pacífico mexicano".
Un imán para las estrellas de Hollywood
La historia de Acapulco se remonta cinco siglos atrás, cuando el virreinato español estableció en su bahía un puerto desde donde partía una preciada ruta hacia Oriente, hasta Filipinas, de donde los galeones regresaban cargados de las riquezas de aquellas tierras.
La ciudad comenzó a tomar forma hacia la década de 1920, cuando el gobierno mexicano construyó una carretera que unía el puerto con Ciudad de México, convirtiéndose Acapulco en la playa más accesible desde la capital del país.
El presidente Manuel Ávila Camacho, explica el periodista y escritor Francisco Cruz, ordenó en los años 40 a su secretario de Gobernación, Miguel Alemán (por quien lleva el nombre la ruta costera), la expropiación de los mejores terrenos frente a las playas para la creación de grandes hoteles que atrajeran a los turistas nacionales e internacionales.
La construcción de un nuevo aeropuerto permitió que la jet set de la época -celebridades de Hollywood y personas adineradas que buscaban vacaciones exclusivas en un entorno exótico- pudieran llegar a este paraíso del Pacífico mexicano.
“Todavía algunos acapulqueños suspiran por aquella mañana de 1947 en la que desembarcó en la playa de Puerto Marqués la actriz Rita Hayworth, la mujer ‘más deseada del mundo’, con su esposo Orson Welles para filmar ‘La dama de Shanghái’”, cuenta Cruz.
En 1953, antes de llegar a la presidencia de EE.UU., John F. Kennedy fue a pasar su luna de miel a Acapulco con su esposa Jackie.
El actor John Wayne compró en 1954 el famoso Hotel Flamingos, al que llegaron otras grandes figuras de Hollywood, como Frank Sinatra, Roy Rogers, Red Skelton, Gary Cooper, Errol Flynn o Cary Grant.
En la década de 1960, Elvis Presley filmó en el puerto mexicano la película Fun in Acapulco (en español lanzada como “Diversión en Acapulco”).
Además, Ringo Starr, el baterista de los Beatles, compuso en los años 70 su canción “Las Brisas” inspirado por el espectacular hotel del mismo nombre.
Otros también hicieron de Acapulco su residencia permanente, como el nadador y actor estadounidense Johnny Weissmüller, conocido por sus 12 películas de Tarzán, quien murió en el puerto mexicano en 1984.
Los artistas mexicanos también sintieron el magnetismo de la Perla del Pacífico. El muralista Diego Rivera vivió ahí en los años 50 y el cantautor Agustín Lara, recién casado con la actriz María Félix, compuso en Acapulco una de sus canciones más icónicas, "María Bonita".
Mientras, las imágenes de los los clavadistas del risco de La Quebrada, con sus saltos al mar desde una altura de 45 metros, se convirtieron en un ícono del puerto mexicano.
Pero todo ese glamur tenía de trasfondo una ciudad que comenzó a mostrar graves problemas estructurales y de desigualdad, sin que las autoridades pudieran, o quisieran, arreglarlos, explica Francisco Cruz.
“Ese Acapulco que nunca duerme, en el que no pasa el tiempo y puedes descubrir maravillas, solo existió en una época”, señala.
El paraíso perdido
Acapulco pasó de tener unos 6.000 habitantes en la década de 1920 a casi 500.000 en 1980.
Sin ninguna otra actividad más que la turística, la economía local se empezó a resentir a partir de la década de 1970, cuando el gobierno de Luis Echeverría apostó por el desarrollo de Cancún, en el Caribe mexicano.
“El turismo se movió hacia esa parte del Caribe, que también es muy bonita, y Acapulco se echó a perder en un proceso lento”, explica Cruz.
Poco a poco, los hoteles que brillaron durante décadas en el conocido como Acapulco Tradicional se quedaron anticuados.
El gobierno expropió más terrenos para desarrollar la zona Dorada y posteriormente la zona Diamante, pero el negocio quedó en manos de unos pocos empresarios con conexiones con la política, y la población de Acapulco se benefició poco.
Las necesidades de educación, salud, vivienda y servicios básicos de los acapulqueños fueron ignoradas.
A eso se sumó que el estado de Guerrero, uno de los más pobres del país, se vio afectado por la violencia de grupos guerrilleros de corte socialista que combatía el gobierno.
El turismo internacional comenzó a desaparecer a prinicpios de la década de 1980.
“Quedó una gran parte de turismo nacional. Pero si vas sumando un problema con otro, tienes un cóctel que hace que Acapulco llegue a donde está hoy”, explica Francisco Cruz.
“La población que crece en base al turismo es un espejismo, porque el día que no hay turismo ¿qué hacen?”, señala el periodista
El embate del narcotráfico
Para la década de los 2000, la llegada de narcotraficantes experimentados del grupo de los hermanos Beltrán Leyva, asociados con el Cartel de Sinaloa, sumió a Acapulco en una espiral de violencia.
El turismo era un botín que se disputaban para la venta de droga al menudeo. Y Guerrero también se convirtió en un estado clave para los cultivos de marihuana y amapola, la flor a partir de la cual se fabrica la heroína.
“Empezó a haber matanzas en Acapulco. Colgaron cabezas de funcionarios en las oficinas de Hacienda. ¿Cómo eso no va a ahuyentar el turismo? Hubo matanzas en las calles y tiroteos, y los Beltrán Leyva organizaron las bandas criminales y les otorgaron rutas, cuadra por cuadra”, explica Cruz.
El golpe de la delincuencia fue uno de los más duros para la imagen de Acapulco, que se convirtió en una de las ciudades más violentas del mundo.
A nivel regional, el estado se volvió un foco de las disputas del crimen organizado y la pobreza se recrudeció.
“En algunas regiones los guerrerenses viven como en 1910, solo hay que hacer un recorrido para ver cómo está el estado La tierra es generosa, pero los guerrerenses se mueren de hambre”, señala Cruz.
Aunque en la actualidad los enfrentamientos callejeros entre criminales han disminuido, Acapulco no ha podido recuperar el prestigio como destino turístico del que disfrutó décadas atrás.
Pese a ello, este año, antes de la llegada del huracán Otis y, había recibido 854.000 visitantes y su ocupación hotelera promedio era de casi del 70%, unos números que mostraban una gran mejoría respecto a años anteriores.
Pero Otis golpeó al 80% de sus hoteles y muchos de ellos quedaron destruidos.
El huracán también puso en evidencia, según señala Franciso Cruz, la desigualdad histórica que hay entre las áreas turísticas de la ciudad y los barrios más humildes, que también quedaron arrasados.
“¿Por qué le pasa esto a un pueblo tan vistoso, que en el pasado atrajo a artistas, a la jet set, a empresarios? Porque nunca nadie prestó atención a los riesgos naturales cuando deberían haberlo hecho”, dice el periodista.