Nunca quedaron del todo claras las razones por las que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, decidió disolver el Parlamento en agosto y convocar a elecciones anticipadas. Supuestamente lo hizo con la idea de ganar la mayoría de escaños en el Parlamento. Pero el tiro podría salirle por la culata: los comicios que se desarrollaran este lunes 20 podrían dejarlo fuera del gobierno.
Erin O’Toole, candidato del Partido Conservador, podría dar la sorpresa y derrotarlo. A partir de los resultados de las últimas encuestas que indican que las diferencias en la intención de voto son mínimas entre ambos, la agencia AFP ha descrito esta situación como de “máxima incertidumbre”.
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“No estoy seguro de que Trudeau vaya a ser castigado por el electorado. Es muy probable que tengamos un Parlamento muy parecido al que ya tuvimos antes”, sostiene Scott Matthews, profesor canadiense especializado en encuestas y elecciones de la Memorial University of Newfoundland.
“También es casi una certeza que el Partido Liberal [de Trudeau] no va a ganar la mayoría de escaños. Si esta fuese una apuesta para obtener esa mayoría, sería una apuesta demasiado arriesgada”.
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Maxwell Cameron, profesor de la University of British Columbia, comparte la opinión. “Esta figura de la elección anticipada se debe utilizar cuando no hay confianza entre los poderes o cuando el gobierno no puede seguir las políticas que le parecen necesarias. Pero el caso es que la oposición ha trabajado bien con el gobierno”, explica.
“Está bien que el primer ministro quiera la mayoría, pero no es suficiente razón para convocar antes de tiempo a unos comicios. Y ese ha sido un gran problema durante la campaña: el gobierno no ha logrado superar la pregunta. Más bien, es un tema que no ha podido eludir”.
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El fenómeno Trudeau, ¿se apaga?
En Canadá, el apellido Trudeau viene con historia. De hecho, en 1968 se hablaba de la ‘trudeaumanía’: Pierre Trudeau se convirtió en el primer ministro de Canadá (entre 1968 y 1984), siendo comparado con John Kennedy y contando con el espaldarazo de Richard Nixon.
Era una gran sensación porque, además, aparecía en las páginas sensacionalistas junto a la actriz Barbra Streisand.
Quizás con eso en mente, su hijo entró a la política con una imagen todavía más informal. Con experiencia como profesor de primaria, Justin se adueñó de los reflectores en el 2000, por un discurso en el funeral de su padre. Pero esperó cerca de ocho años para candidatear a un puesto público.
Desde entonces, su carrera fue en ascenso: entró al Parlamento, se convirtió en líder del Partido Liberal, y ganó las elecciones federales del 2015. Solo entonces gobernó con mayoría: en el 2019 no la obtuvo. ¿Una cuestión de desgaste?
Quien lo recuerda desde sus inicios es el canadiense de 30 años, Alex Dyzenhaus, doctorando en la Universidad de Cornell: “Antes de llegar a ser primer ministro, era un miembro joven del Parlamento que empezaba a convertirse en el rostro del Partido Liberal, y muchos estaban entusiasmados por su potencial de líder”.
Pero Dyzenhaus no opinaba igual. Le parecía alguien pretencioso “que pensaba que se merecía el puesto”, lo que se sumaba a una serie de frases desafortunadas como: “Y el presupuesto nunca se equilibrará por sí solo”, que por veinte dólares se puede conseguir estampada en un polo. Los memes, felizmente, son gratis.
“Él ha probado ser un líder más capaz de lo que pensé, sobre todo durante la pandemia. Ha madurado, pero arrastra viejos problemas y se porta como si siempre tuviera la razón. Eso lo vimos en los últimos debates: él sentía que las personas no apoyaban sus decisiones y eso le parecía raro”.
De cal y de arena
Cameron menciona algunos de los aspectos positivos en los seis años de Justin Trudeau como primer ministro. Para él, hay un buen manejo de la economía, de la pandemia, y ha hecho que el país avance en la lucha contra el cambio climático, quizás su gran caballo de batalla.
Pero también están los puntos negativos. “Aún cuando sigue siendo la opción más confiable para el puesto, ha perdido mucha frescura. Hay una sensación de cansancio y frustración de que no haya avanzado en políticas transformacionales. No hay un liderazgo internacional, por ejemplo”, sostiene.
La relación llena de altibajos con Estados Unidos también complicó varios de sus planes. Cameron sostiene que las negociaciones del Tratado de Libre Comercio forzadas por el expresidente Donald Trump, le quitaron mucha “energía al gobierno”.
“Durante años, el país se enfrascó en la relación con ese vecino, dejando de lado otros temas como su promesa de cambiar el sistema electoral. Recuerdo que se convocó a un comité para que investigara y hubo conclusiones, pero el gobierno decidió olvidar el tema”.
Pero de todos los problemas que existen, lo que más le molesta a Cameron es que Trudeau empezó a politizar la pandemia.
“Habíamos logrado luchar contra ella por encima de los intereses partidarios, pero, en esta elección, él polarizó el discurso. Antes no lo hacía nadie. Los partidos fueron muy responsables, llegaron a un consenso de que el problema era de salud pública y había que hacerle caso a la ciencia. Pero él ahora intentó utilizar el tema para dividir a la derecha”.
Las piedras en su camino
Fueron dos los escándalos más grandes que Justin Trudeau tuvo que enfrentar. Uno de ellos se sucedió cuando salieron a la luz imágenes que lo mostraban con el rostro pintado de color oscuro, un ‘black face’ que causó indignación.
“Alguien que es visto como un progresista en varias dimensiones apareciendo en lo que ahora se conoce como una conducta muy racista, una pantomima. Verlo así molestó a muchos, pero al final del día, regresó a su cargo”, explica Matthews.
¿Por qué no renunció? Según el especialista, muy rápidamente, Trudeau reconoció la culpa y se disculpó muchas veces frente a muchas audiencias. “Y eso pareció ser suficiente”.
“Luego fue reelegido, así que se generó una sensación de que el pueblo canadiense había hablado sobre el tema, así que probablemente se convirtió en una noticia vieja que no valía la pena tocar”, dice.
El otro escándalo todavía sigue presente: una de las empresas más grandes de Quebec, SNC-Lavalin, empezó a ser investigada por prácticas de negocio cuestionables. Y él habría ayudado a que el ministro de Justicia decidiera no continuar con las pesquisas.
“Esto fue visto como una forma en la que la política interfiere en un proceso judicial a cambio de un beneficio. Hubo varias renuncias, pero él sobrevivió y fue reelegido en el 2019”.
Y así hasta que convocaron a estas elecciones parlamentarias.
“Como ya dije, no creo que tengamos un nuevo partido en el poder. Es posible que los liberales tengan muchos asientos, pero no la mayoría. Tendría que pasar algo extraordinario, pero estamos hablando de una elección en la que millones ya votaron por correo”, agrega Matthews.
Al respecto, Cameron concluye: “No lograr una mayoría sería una derrota. Si un gobierno que sin tenerla pudo gobernar decide tirar los dados y no consigue su objetivo, es una derrota. Y pueden ser cuestionados a consecuencia de ellos. Pueden, incluso, perder lo que ya tienen”.
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