“Afganistán”. Al responder estas preguntas por escrito, Munera Yousufzada repitió esa palabra 27 veces. No hace mucho fue viceministra de Defensa -la primera mujer en ser parte de la cúpula de las FF.AA. afganas- y miembro del Independent Directorate of Local Governance (IDLG) -esfuerzo local y estadounidense por conducir el país- como vicegobernadora de Kabul y vocera de la institución. Ahora, como refugiada en EE.UU., ve a su país en manos de los talibanes. Y peor aún: cómo decidieron que, por no usar bien el hiyab ni ser escoltadas por “acompañantes masculinos adultos”, las mujeres ya no podrán estudiar en universidades ni trabajar para oenegés.
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—Usted formó parte del Independent Directorate of Local Governance (IDLG), ¿qué sintió cuando fue convocada?
-Fue un gran honor trabajar fielmente para el IDLG. Fui la primera mujer en darle voz, frente a medios internacionales, a una entidad que siempre tuvo rostro de hombre. Además, por mi trabajo, el expresidente Ashraf Ghani me premió con la mayor distinción del Gobierno Afgano. En el camino enfrenté muchos desafíos. Muchos de mis colegas me insultaron y humillaron, pero los medios de comunicación y la sociedad civil me animaron a seguir avanzando.
—¿Y qué sintió cuando se disolvió?
-Cuando Afganistán cayó en manos de los talibanes [agosto del 2021], yo estaba fuera del país. Ya había renunciado al viceministerio de Defensa, pero no pensé que no podría volver a mi familia. Me convertí en una refugiada y me alejé de ellos. Para mí, el IDLG fue el punto de partida, el inicio de mi crecimiento. Por eso es que me entristeció su disolución. También me apenó por las mujeres y hombres que perdieron sus trabajos. Lucharon por años para tener un buen Gobierno, pero ahora todo está perdido.
—Hubo represalias contra usted o su familia por ser parte del IDLG?
-El ciberespacio me envenenaba. Recibí todo tipo de acusaciones y amenazas. Me insultaron desconocidos. Esto no solo pasó cuando fui parte del IDLG. Cuando me volví una figura mediática, aumentaron. Justo antes de que el Gobierno cayera, mi familia también fue amenazada. Todo eso continúa hasta ahora. Las mujeres afganas no tienen poder, porque el poder es solo para los hombres. En Afganistán, ser un político poderoso significa que tienes dinero, abusas de la religión, no respetas la ley y eres populista. Del otro lado, mujeres tratando de trabajar honestamente, pero calumniadas por la sociedad solo por ser mujeres. Yo sufrí humillaciones, fui invisible, pero siempre traté de luchar contra ellos obedeciendo la ley y mostrando mis habilidades en el trabajo.
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—¿Por qué los talibanes se empeñan en quitar a las mujeres la oportunidad de educarse?
-Por lo menos en los últimos cien años, las mujeres han sido un tema importante para los afganos. Darles derechos o imponerles restricciones son posturas que tienen partidarios en una sociedad religiosa. Los talibanes -quienes tienen una idea errada de la fe- se aprovecharon de eso y consiguieron que fueran excluidas de las actividades sociales, del estudio, trabajo y la toma de decisiones. Lo más terrible es que obligan a las niñas a casarse con sus comandantes. Como las consideran su propiedad, las privan de sus derechos. Es claro también que han tomado a las mujeres como rehenes. Al imponer estas restricciones, ellos muestran su fuerza. Quieren extorsionar al mundo, que paguen un rescate político y económico. Finalmente, evitar que las mujeres se eduquen es el punto de partida para limitar otros derechos. Una mujer analfabeta es una mujer subordinada. Una mujer analfabeta no tiene cabina en ningún sector de la sociedad. Cerrar las puertas de escuelas y universidades es el comienzo de un desastre humanitario.
—Si una joven afgana quiere seguir estudios universitarios, ¿cuáles son sus opciones?
-Ninguna. Incluso si se abrieran las escuelas y universidades, la educación de los talibanes no sería correcta. Su plan de estudios serviría para aumentar la discriminación de género y el extremismo. Sería genial si las niñas pudieran estudiar fuera del país. Pero nadie trabaja para ellas, excepto ellas mismas. Durante mi trabajo en el Gobierno, entendí lo que piensan los hombres afganos y es ligeramente diferente a lo que opinan los talibanes. Están solas, son las únicas soldados que luchan contra los terroristas. Ellos menosprecian a las mujeres, les temen.
—¿Siente que la comunidad internacional se olvidó de Afganistán?
-¿El mundo no luchó contra los talibanes por 20 años? Bueno, desde hace casi año y medio que el pueblo afgano vive otra vez bajo el control de ese régimen, sin derechos humanos. El pueblo tomó las armas esperando el apoyo de la comunidad internacional, eligió la democracia. Ahora vive por debajo del umbral de la pobreza. Se han olvidado de nosotros. Todos los días vemos a diferentes organizaciones internacionales reunirse con líderes talibanes. ¿Qué cambió para que esto pase? El mundo sabe que las mujeres son víctimas. Creo que el único remedio es unirnos contra los talibanes. Tenemos un largo camino por recorrer, pero al final todo será en beneficio del pueblo de Afganistán.