PILAR CEBRIÁN
Desde Qom, Irán
A los ocho años de la celebración de su boda, la esposa de Ali le anunció el primer embarazo. La noticia trajo alegría para ambos pero, con el paso de los días, Ali reparó en sus necesidades sexuales. Él sabía que durante algún tiempo ella no podría cumplir con sus obligaciones de pareja. Fue entonces cuando este conductor de taxi, original del norte de Irán, se apresuró a buscar una nueva sighe; otra mujer con la que casarse de manera temporal y así consumar su apetito sexual durante la cuarentena.
Pero Ali, a sus cuarenta años, ya había tenido otras esposas sighe en el pasado. “Hasta la fecha me he casado con diez”, cuenta satisfecho a El Comercio. Según dice, “su mujer no sabe nada. ¡Me mataría!”, exclama, “El matrimonio temporal es solo por sexo”. Mientras conduce su taxi por las concurridas calles de Qom, al sur de Teherán, Ali explica los beneficios de los denominados “enlaces rápidos” aceptados por el Islam. “Una vez al mes quedo con mi nueva esposa, siempre en la casa de ella, a cambio de algo de dinero”. Antes de quitarse la ropa, ambos pronuncian las palabras sagradas, una frase con la que formalizar este matrimonio de tres horas de duración. “Nunca he sentido nada por ninguna de ellas”, aclara. Aunque hoy mantiene a tres.
El matrimonio temporal o sighe es una práctica muy común entre la sociedad iraní. Normalmente se considera la “segunda vía” cuando una boda común no es posible, en caso de divorcio anterior, cuando él ya se ha casado con cuatro mujeres o si el hombre no es musulmán.
Sin embargo, en un país estrictamente religioso donde el adulterio es castigado con penas de 100 latigazos o con la muerte por lapidación, esta fórmula se ha utilizado para legalizar los encuentros fortuitos. La duración puede variar desde unos minutos hasta 99 años y, tras la firma de los documentos, hombre y mujer pueden consumar su deseo con el beneplácito de Dios.
Una práctica religiosa
La historia del matrimonio temporal se remonta a los años del profeta Mahoma. Durante los largos viajes por Arabia, soldados y luchadores se casaban con mujeres por breves períodos. Así, los religiosos chiíes heredaron la práctica cuando peregrinaban a los lugares sagrados, como Qom o Meshad.
Y es precisamente en los santuarios religiosos donde se encuentran “los puntos calientes” para encontrar un cónyuge temporal. Cientos de mujeres acuden a la ciudad de Qom para “venderse” y buscar un nuevo marido recomendado. Sin embargo, el fenómeno ha llegado hasta Internet y los religiosos han mostrado su rechazo ante las agencias de cyber matrimonio.
La imagen que ofrecen las calles de Qom contrasta fuertemente con los aires modernos de la capital. Aquí todas las mujeres se cubren íntegramente con el chador (manto negro), los autobuses están segregados por sexos y las imágenes del Imán Homeini inundan los muros de la ciudad.
Entre las callejuelas, brillan los letreros de las agencias matrimoniales, adornados con motivos florales o de corazón. En su interior, los mulás estudian el Corán mientras despachan a las parejas que acuden a firmar. Por un precio pactado que ronda los cincuenta dólares, el mulá ofrece una boda express en menos de veinte minutos.
Mohamed Ineya es un consejero religioso de Qom, efusivo defensor de este tipo de matrimonio. Desde su librería en las cercanías de la mezquita del Imán Hasan Askari, asegura que “los hombres pueden recurrir al sighe si su mujer no le satisface sexualmente”, cuenta Ineya a El Comercio. Sin embargo, “las mujeres casadas no pueden hacerlo”. Según explica este estudioso del Corán, “hay dos maneras de casarse: una frente a un mulá, y otra pronunciando las palabras a solas junto al Corán”. “En los países occidentales las relaciones entre hombres y mujeres no están organizadas, el sighe las regula”, dice. Pero, ¿estamos hablando de prostitución? “¡No!”, grita enfadado el mulá Ineya, “El dinero que se paga a la mujer es la dote, no es prostitución, ¡Es un regalo!”.
IRÁN
Un país desigual para las mujeres
A pesar de que la Constitución iraní de 1979 señala la igualdad entre ambos sexos, la aplicación del fiqh (sistema jurídico islámico) representa enormes diferencias. No solo en cuanto a aspectos civiles, como el divorcio, la custodia de los hijos, la herencia o el distinto valor de testimonio; sino también la desigualdad penal, ya que una mujer es responsable ante la justicia a partir de los 9 años mientras que el hombre lo es desde los 13; o el valor de la “sangre”: la multa a pagar cuando se mata a un hombre es siempre el doble que cuando a la que se quita la vida es a una mujer.