Al menos 60 personas murieron el viernes en el atentado suicida contra una mezquita chií en el sur de Afganistán reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), según el último recuento de víctimas de este sábado, cuando muchas de las familias se afanaban en enterrar a sus seres queridos.
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“Los mártires en el ataque de ayer son ahora 60 y los heridos 75. Algunos de los heridos se encuentran en estado crítico”, reveló a Efe bajo condición de anonimato un funcionario de la provincia de Kandahar, en cuya capital homónima ocurrió el atentado.
Ese atentado en el que participaron tres atacantes suicidas tuvo lugar a primera hora de la tarde en la mezquita Imam-Bargah, el mayor templo de la minoría chií en la ciudad de Kandahar, donde cientos de fieles se congregaban por las oraciones del viernes.
Hasta ahora, la mayoría de las familias ya han enterrado a sus allegados, aunque algunas no dan abasto, “porque el número de mártires es alto y las familias deben llevarlos uno a uno al cementerio para el funeral”, explicó a Efe un diputado por Kandahar en el Parlamento, Muqtada Miran.
El diputado, que participó en las labores de rescate, aseguró que casi todos los vecinos del área donde se produjo el atentado están ocupados participando en los funerales o atendiendo a los heridos en los hospitales o en sus viviendas tras ser dados de alta.
“Solo los heridos graves permanecen hospitalizados bajo atención médica, incluidos varios niños”, añadió.
ESCASA PROTECCION
La Policía de Kandahar anunció en un comunicado que están tratando de localizar a los terroristas que apoyaron a los tres atacantes suicidas y destacó que la propia comunidad chií tenía el control de la seguridad de la mezquita, aunque no fue suficiente.
“Les permitimos tener algunas armas, lamentablemente no pudieron proteger esta mezquita. Tomaremos algunas medidas de seguridad en el futuro”, remarcó.
Este atentado se produjo justo una semana después de que, también durante las oraciones del viernes, otro ataque suicida del EI contra una mezquita chií en el norteño Kunduz causó al menos 80 muertos y más de un centenar de heridos.
Objetivo claro de los yihadistas, que los consideran “apóstatas”, la comunidad chií criticó que los talibanes les confiscaron todas o gran parte de las armas, lo que hace casi imposible protegerse contra este tipo de ataques suicidas.
A pesar de las críticas, el portavoz del Ministerio del Interior, Qari Saeed Khosty, reconoció a Efe que aunque aumentarán la seguridad de las mezquitas chiíes, serán las propias tropas de los talibanes “las que brindarán protección” a esas mezquitas.
El Gobierno “no les dará armas”, subrayó, en referencia a la política del anterior Ejecutivo del derrocado presidente Ashraf Ghani, caído el pasado 15 de agosto con la toma talibán de Kabul.
El principal líder chií del país, Mohammad Karim Khalili, “condenó enérgicamente” en un comunicado el “ataque terrorista” contra la mezquita y lo calificó de “horrible e impactante”.
“Estos ataques dirigidos contra una identidad concreta son una prueba de crimen de lesa humanidad y sus consecuencias dañarán la estabilidad social y religiosa de Afganistán (...) Se sumarán a los desafíos actuales complicando aún más la situación”, sentenció.
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