Tras meses de intensas conversaciones entre Israel y Hamás y el grupo de países mediadores, ha llegado el momento de tomar decisiones difíciles.
Hamás ha aceptado una propuesta de acuerdo de alto el fuego que está "lejos de satisfacer las demandas de Israel", según Benjamín Netanyahu. Aun así, el primer ministro ha considerado necesario enviar una delegación para estudiarla.
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Israel aceptó una propuesta de alto el fuego a finales de abril. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, dijo que la oferta era "excepcionalmente generosa".
Limar las diferencias entre la versión de Israel y la aceptada por Hamán es el gran desafío para los negociadores en El Cairo. Fuentes diplomáticas en Qatar, que forma parte de los esfuerzos de mediación junto con Egipto y Estados Unidos, me aseguraron que se trata "en términos generales, de la misma propuesta de Israel. Sólo se hicieron pequeños cambios en terminología y detalles".
Israel puede interpretar, sin embargo, que las diferencias no son menores. Un importante punto de conflicto ha sido que Hamás quiere que el alto el fuego sea permanente, no temporal, y vaya seguido de una retirada israelí de Gaza.
Si la delegación estadounidense, encabezada por el jefe de la CIA, William Burns, cree que las discrepancias entre ambos pueden salvarse, Netanyahu puede dar por hecho que habrá presión de Washington para que la acepte.
“Hay dos maneras de ver la táctica de Hamás”
Hasta el lunes por la tarde, la suposición de Israel era que Hamás rechazaría una propuesta de alto el fuego. Benjamín Netanyahu y su gobierno, como la mayoría de analistas extranjeros, quedaron sorprendidos cuando la organización islamista palestina anunció su decisión.
Hay dos maneras de ver la táctica de Hamás. Puede interpretarse como una medida desesperada por parte de una organización muy desangrada y casi destruida por la larga ofensiva de Israel.
O como una hábil jugada política que ha puesto la presión sobre Netanyahu. Esa explicación es más creíble, ya que trastocó los planes y suposiciones de Israel.
Sabemos que Israel calculaba la siguiente fase de la guerra sobre el supuesto de que Yahya Sinwar, el jefe de Hamás en Gaza que lleva escondido desde el 7 de octubre, nunca aceptaría un alto el fuego.
Israel utilizó la ausencia de una propuesta de alto el fuego por parte de Hamás para apoyar su decisión de lanzar una operación militar Rafah. Y Estados Unidos ha dejado muy claro que está en contra de cualquier operación terrestre en esa ciudad que pueda amenazar las vidas de más civiles palestinos.
Mientras Israel advertía a unos 100.000 palestinos que abandonaran sus hogares en la mañana del lunes, su ministro de Defensa, Yoav Gallant, comunicaba a su homólogo estadounidense que no había alternativa a un ataque a Rafah.
Eso, argumentó, se debía a que Hamás había rechazado todas las propuestas de un alto el fuego temporal y la liberación de rehenes. Sólo unas horas más tarde, Hamás hizo su anuncio, poniendo en evidencia que Israel había lanzado un farol.
Netanyahu, “bajo una fuerte presión”
Netanyahu se encuentra en un aprieto en términos políticos. Su estilo de gobierno durante más de 16 años como líder de Israel se ha caracterizado por postergar las decisiones difíciles.
Sin embargo, ahora está bajo una fuerte presión en todos los frentes y, aunque ganar tiempo puede ser algo muy tentador, es un momento para tomar decisiones.
La presión más intensa proviene de dos extremistas judíos ultranacionalistas de su gabinete: el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir.
Netanyahu necesita los votos de ambos para mantener a su coalición en el poder. Ellos quieren que Israel ocupe Rafah y han amenazado con derrocar al gobierno si no lo lleva a cabo. Consideran que un alto el fuego equivale a rendición.
Al mismo tiempo, familias y partidarios de los rehenes israelíes se han manifestado en las calles, bloqueando algunas de las principales carreteras del país para exigir a Israel que acepte un acuerdo que permita devolverlos a casa.
Las familias de los rehenes cuentan con el apoyo en el gabinete de guerra de Benny Gantz y Gabi Eisenkot, dos líderes de la oposición que se unieron a este órgano después de los ataques del 7 de octubre. Podrían abandonar el gobierno si, en ausencia de un alto el fuego, los rehenes permanecen secuestrados.
Y los estadounidenses también quieren un acuerdo. El apoyo del presidente Biden a Israel, pese al alto número de muertos civiles palestinos, le está costando apoyo político en Estados Unidos.
Si Biden decide que hay una versión aceptable de un alto el fuego, presionará a Netanyahu para que la acepte.
El líder israelí tendría que elegir entre la supervivencia de su gobierno y el vital apoyo que le ha brindado el presidente estadounidense en los últimos meses.
La opinión generalizada en Israel es que Netanyahu quiere prolongar la guerra para posponer el momento de rendir cuentas por los errores que el 7 de octubre permitieron a Hamás matar a unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, y llevarse 240 rehenes a Gaza.
Un alto el fuego también significaría que Benjamín Netanyahu no ha logrado la "victoria total" sobre Hamás, uno de sus dos principales objetivos de guerra. El otro es la liberación de los rehenes, algo que tampoco ha conseguido.
Esta guerra muestra, una vez más, lo difícil que es para países poderosos como Israel derrotar a organizaciones mucho más débiles como Hamás.
Para Hamás la supervivencia significa victoria; y Benjamín Netanyahu sabe que, para él, sería una derrota.