Es la gran división del mundo musulmán: sunitas y chiitas.
Pese a que los países de mayoría islámica han dado su apoyo a la causa palestina en el contexto de la actual guerra entre Israel y Hamás, las tensiones políticas y religiosas tradicionales en Medio Oriente siguen vigentes y marcan las posturas de los diversos actores.
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Para muchos analistas, las diferencias entre ambas ramas del Islam son un claro recordatorio de lo complejo de las relaciones entre los dos principales rivales en Medio Oriente: Arabia Saudita e Irán.
Ambos países están enfrascados en una feroz lucha por el dominio regional y esta disputa de décadas se ve agravada por la división religiosa.
Cada uno de ellos sigue una rama: Irán es en gran medida musulmán chiita, mientras que Arabia Saudita se ve a sí misma como la principal potencia musulmana sunita.
Su enfrentamiento también se ve reflejado en el conflicto actual que se vive en la Franja de Gaza.
Muchos analistas consideran que uno de los objetivos del grupo armado palestino al atacar por sorpresa el pasado 7 de octubre a Israel era descarrilar las negociaciones para una normalización de las relaciones entre ese país y Arabia Saudita.
¿La razón? Ese entendimiento permitiría una alianza entre tres de los principales adversarios de Teherán: Israel, Arabia Saudita y Estados Unidos (que ha actuado como promotor del acuerdo).
En la división entre sunitas y chiitas, Hamás es un caso atípico porque se trata de un grupo sunita que ha sido durante décadas un aliado de Irán, que le brinda apoyo financiero y militar.
De hecho, desde el inicio de la guerra en curso, los otros actores en Medio Oriente que han realizado ataques armados contra Israel y en apoyo a Hamás son el grupo libanés Hezbolá y los hutíes de Yemen, dos grupos chiitas que también son aliados de Teherán.
Por contraste, el gobierno saudita ha mantenido abierta la puerta a un acuerdo con Israel y uno de los miembros de la casa real saudita, el príncipe Turki al Faisal, ha criticado tanto a Israel como a Hamás por los daños causados a la población civil.
La división entre sunitas y chiitas se remonta al año 632 y a la muerte del profeta Mahoma, que derivó en una pugna por el derecho a liderar a los musulmanes que, en cierta forma, continua hasta el día de hoy.
Si bien ambas ramas han coexistido por siglos, compartiendo muchas creencias y prácticas, sunitas y chiitas mantienen importantes diferencias en materia de doctrina, rituales, leyes, teologías y organización.
Sus respectivos líderes también acostumbran a competir por influencia.
Y de Siria a Líbano, pasando por Irak y Pakistán, muchos conflictos recientes han enfatizado o incluso agravado esta división, rompiendo comunidades enteras.
Te explicamos en qué consisten estas dos ramas del Islam y sus principales diferencias.
¿Quiénes son los sunitas?
Los sunitas son mayoría entre los musulmanes -se estima que aproximadamente el 90% pertenecen a esta corriente- y se ven a ellos mismos como la rama más tradicional y ortodoxa del Islam.
De hecho, el nombre de suní o sunita proviene de la expresión "Ahl al-Sunna": la gente de la tradición.
En este caso, la tradición hace referencia a prácticas derivadas de las acciones del profeta Mahoma y sus allegados.
Así, los sunitas veneran a todos los profetas mencionados en el Corán, pero particularmente a Mahoma, quien es considerado el profeta definitivo.
Y los subsecuentes líderes musulmanes son vistos como figuras temporales.
Por lo demás, en contraste con los chiitas, los maestros y líderes religiosos sunitas han sido históricamente controlados por el Estado.
Y la tradición sunita, que tiene su máxima expresión en Arabia Saudita, también propugna un sistema legal islámico claramente codificado, así como la pertenencia a una de cuatro escuelas legales.
¿Quiénes son los chiitas?
Los chiitas empezaron como una facción política: literalmente "Shiat Ali" o el partido de Ali.
El Ali en cuestión era el yerno del profeta Mahoma y los chiitas reclaman su derecho, y el de sus descendientes a liderar a los musulmanes.
Ali murió asesinado como resultado de las intrigas, violencia y guerras civiles que marcaron su califato.
Y a sus hijos, Hassan y Hussein, se les negó lo que ellos consideraban su derecho legítimo de sucederlo.
Se cree que Hassan fue envenenado por Muawiyah, el primer califa -es decir, líder de los musulmanes- de la dinastía Umayyad, mientras que su hermano Hussein murió, junto a varios miembros de su familia, en el campo de batalla.
Estos eventos están detrás del concepto chiita de martirio y de sus rituales de duelo.
De hecho, la fe chiita también se caracteriza por un distintivo elemento mesiánico.
Y los chiitas también cuentan con una jerarquía de clérigos que practican una interpretación abierta y constante de los textos islámicos.
Se estima que los chiitas actualmente suman entre 120 y 170 millones de fieles, aproximadamente una décima parte de todos los musulmanes.
Son la mayoría de la población en Irán, Irak, Bahréin, Azerbaiyán y, según algunas estimaciones, Yemen.
Pero también hay importantes comunidades chiitas en Afganistán, India, Kuwait, Líbano, Pakistán, Qatar, Siria, Turquía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
¿Qué rol ha jugado esta división en los conflictos políticos?
En los países gobernados por sunitas, los chiitas por lo general se cuentan entre los más pobres de la sociedad y se ven a sí mismos como víctimas de opresión y discriminación.
Y algunos extremistas sunitas también han llegado a predicar odio hacia los chiitas.
La revolución iraní de 1979, por su parte, lanzó una agenda islamista radical de vertiente chiita que vino a retar a los gobiernos sunitas conservadores, particularmente en el Golfo Pérsico.
Y la política de Teherán de apoyar a partidos y milicias chiitas más allá de sus fronteras fue compensada por los estados del Golfo con más apoyo a gobiernos y movimientos sunitas en el exterior.
Por ejemplo, durante la guerra civil en Líbano, los chiitas adquirieron protagonismo gracias a las actividades militares de Hezbolá.
Y extremistas sunitas, como el Talibán, han hecho lo propio en Pakistán y Afganistán, donde a menudo atacan los lugares de culto de los chiitas.
Los recientes conflictos en Irak y Siria también adquirieron tintes sectarios.
Muchos jóvenes sunitas se sumaron a los grupos rebeldes para combatir en esos países, reproduciendo la ideología extremista de lo que fuera al-Qaeda, grupo de vertiente sunita.
Sus contrapartes chiitas acostumbran pelear en o junto a las fuerzas gubernamentales, aunque tanto Irán como Arabia Saudita identificaron un enemigo común en el autodenominado Estado Islámico.