El doctor Aldo Rodríguez, cirujano mexicano de Médicos Sin Fronteras.
El doctor Aldo Rodríguez, cirujano mexicano de Médicos Sin Fronteras.
/ Marie-Aure Perreaut
Médicos Sin Fronteras

El doctor Aldo Rodríguez, cirujano mexicano de , describe la alarmante desesperación que presenció en mientras prestaba atención urgente a las víctimas de los bombardeos, incluidos niños huérfanos a causa de la violencia, este es su testimonio:

“Tras esperar un mes en Egipto, el 14 de noviembre entré en Gaza como parte de un equipo de especialistas de MSF. Nos encontramos con escenas de total desesperación. Civiles atrapados. Sin combustible, sin comida, sin agua. Sin ambulancias. Los ataques a hospitales son un hecho. Y la gente está cada vez más desesperada.

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Mis primeras horas en Gaza estuvieron marcadas por el constante ruido de los drones que Israel utiliza para vigilar el enclave. El estridente sonido se oye sin parar, durante todo el día e incluso por la noche. También vi edificios colapsar y otros completamente derrumbados. Aunque conocía de antemano las terribles condiciones de Gaza, es estremecedor ver todo en ruinas, gente buscando comida bajo los escombros, colas interminables para conseguir un poco de pan. No hay lugar en Gaza que no tenga un edificio destrozado.

Aldo Rodríguez, doctor mexicano de Médicos Sin Fronteras en Gaza.
Aldo Rodríguez, doctor mexicano de Médicos Sin Fronteras en Gaza.
/ François Jourdel

Preparado para proporcionar todo el apoyo médico posible, el equipo se puso a trabajar en el hospital Nasser de Jan Yunis. En aquel momento, Nasser se había convertido en el mayor hospital en funcionamiento de Gaza tras los incesantes ataques al hospital Al Shifa, en la ciudad de Gaza, en el norte del enclave. Pero tenía el doble de pacientes de los que podía atender, y la gente estaba montando tiendas de campaña para refugiarse de los ataques aéreos y los bombardeos en otros lugares. Algunos pacientes se han quedado sin casa y no tienen adónde ir tras recibir el alta. Muchos se quedan atrapados en el hospital, donde al menos hace calor y hay agua potable.

El tercer día, un misil cayó en un campo de refugiados situado a menos de un kilómetro del hospital. Sentimos temblar el edificio y crujir las ventanas. En 10 minutos empezaron a llegar ambulancias. En lugar de ver niños jugando o descansando, lo que se ve es desgarrador: niños con amputaciones, mujeres con quemaduras graves. Llegan en muy mal estado y tenemos que hacer terapia intensiva.

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Una semana después, tras tratar al mayor número posible de pacientes, el equipo se trasladó al hospital Al Aqsa, en la zona central de Gaza, donde también hubo intensos bombardeos. En circunstancias normales cuenta con unas 200 camas, pero debido al elevado número de pacientes, el hospital tuvo que habilitar 450 más. Allí, nuestro equipo apoyó el triage -el proceso de identificar a los pacientes según la gravedad de su estado- y llevó a cabo consultas y cirugías, gestionó el cuidado de heridas y proporcionó fisioterapia y atención de salud mental a pacientes con traumas relacionados con la guerra.

El 6 de enero, sin embargo, tuvimos que sacar a nuestro personal de Al Aqsa después de que la zona recibiera órdenes de evacuación del ejército israelí. Antes de la evacuación, drones y francotiradores hirieron a familiares de nuestro personal, una bala entró en la unidad de cuidados intensivos y los intensos combates, cada vez más cerca del hospital, impedían al personal acceder a las instalaciones. MSF ha instado a las fuerzas israelíes a proteger a los pacientes y al personal que sigue trabajando y recibiendo tratamiento dentro del hospital. El 7 de enero, un dron atacó el edificio administrativo del hospital y a varias personas que se encontraban en su patio. El 10 de enero, 40 personas murieron y más de 150 resultaron heridas por ataques aéreos contra edificios situados en la misma entrada del hospital Al Aqsa.

Al Aqsa sigue siendo el único hospital que funciona parcialmente en la zona central de Gaza y atiende a una gran comunidad de Deir Al Balah, incluidos varios campos de refugiados.

Un médico de MSF atiende a un niño en la clínica de Al-Shaboura, en Rafah, al sur de Gaza. (Crédito: Mohammad Abed).
Un médico de MSF atiende a un niño en la clínica de Al-Shaboura, en Rafah, al sur de Gaza. (Crédito: Mohammad Abed).
/ Mohammad Abed

No es fácil moverse dentro de Gaza, ni siquiera para ir a trabajar. La mañana que nos trasladamos a la zona central, dos tanques israelíes cortaron la ruta principal y dividieron el sur de Gaza en dos partes. Así que muchas personas se quedaron atrapadas donde viven o trabajan, sin acceso a alimentos y otros suministros en el otro lado. La única forma de cruzar era por una carretera junto a la playa, pero sin coche ni gasolina, la gente estaba atrapada. Y todos tuvimos que lidiar con frecuentes cortes de las telecomunicaciones.

En la zona central, los drones y los bombardeos estaban presentes las 24 horas del día. Todos los días, dos o tres veces al día, caían bombas no muy lejos, seguidas de una avalancha de heridos o muertos que llegaban al hospital, ya abarrotado. Los ataques eran muy potentes y los afectados llegaban con graves traumatismos cerebrales, inconscientes y sin una pierna o un brazo. Muchos pacientes se enfrentaban a la pérdida de familiares cercanos o de su casa, además del dolor físico.

Algunos de mis momentos más difíciles en Gaza fueron durante las 20 o 25 intervenciones quirúrgicas que realizaba cada día. Tuve pacientes muy jóvenes que eran los únicos supervivientes de su familia y llegaban solos al hospital. Tuve casos de niños de 1 y 2 años, víctimas de bombardeos, con amputaciones traumáticas de la pierna, a la altura de la ingle. Debido al elevado número de niños que llegaban sin ningún familiar, empezamos a utilizar el acrónimo inglés WCNSF, que significa ‘niño herido, sin familia superviviente’.

Niños recogiendo agua en Rafah, al sur de Gaza. (Crédito: Mohammad Abed).
Niños recogiendo agua en Rafah, al sur de Gaza. (Crédito: Mohammad Abed).
/ Mohammad Abed

Todos los días veía a estos niños solos y desolados. Algunos decían que estaban jugando justo antes de ser atacados. Después de la amputación quedan deprimidos, sin ganas de hablar. Es una situación dramática porque no se trata sólo de la cirugía, sino de todo lo que viene después. Aunque les den el alta, se quedan por ahí porque no saben qué hacer y no tienen adónde ir. Puede que mejoren físicamente, pero mentalmente están destrozados.

Antes de irme, las personas que conocí en Gaza me pidieron que compartiera lo que vi e hice durante mi estancia allí, y el dolor que sufren. Quieren que la gente de todo el mundo sepa lo que les está ocurriendo a los palestinos de Gaza y por lo que están pasando. Vi con mis propios ojos las desgarradoras secuelas de tres meses de esta terrible guerra. Cada día se pierden más vidas y la desesperación humana se agrava. Este asedio y la violencia indiscriminada deben terminar ya”.

*El Dr. Aldo Rodríguez es originario de México y comenzó a trabajar como cirujano con Médicos Sin Fronteras en 2018. Antes de ir a Gaza en noviembre, trabajó con la organización en Jartum (Sudán), donde los intensos combates han desplazado a millones de personas desde abril de 2023. También ha trabajado en otros países que sufren violencia aguda y crisis olvidadas, como la República Democrática del Congo (RDC), Burundi y Yemen.

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