Roger Zuzunaga Ruiz

Casi un centenar de bombas de hasta 900 kilos explotando cada dos segundos. La compleja operación israelí para matar al líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, en su búnker de Beirut, fue la culminación de años de un preciso trabajo de inteligencia que no solo permitió dar con la ubicación del escondite, sino que también tener conocimiento exacto del momento en el que el objetivo estaba en el sitio. Ello teniendo en cuenta una dificultad adicional: el jefe islamista casi nunca aparecía en público y era muy discreto en sus movimientos. Sin embargo, Israel lo sabía todo.