La tradición chiíta en Irán señala que durante 40 días se guarda luto por un fallecido. Cuando se cumple la fecha, la familia visita el cementerio y se hace una conmemoración especial. Esa no iba a ser la excepción para Mahsa Amini, la joven que murió el pasado 16 de setiembre a manos de la policía de la moral por no llevar “de manera apropiada el velo islámico”, y que ha desatado una inusitada ola de protestas contra el régimen.
Este miércoles se ponía fin a los 40 días de luto, y miles de personas acudieron al cementerio de Aichi de su ciudad natal, Saqqez, en el Kurdistán iraní, para recordarla y recordar al gobierno de los ayatolas que su muerte no ha sido en vano y que las protestas continuarán.
Al grito de “Mujer, vida y libertad”, y “Muerte al dictador”, en referencia al ayatola Alí Jamenei, unas 10 mil personas acompañaron a la familia de Amini, pese a que las autoridades habían advertido que no se realizara ningún tipo de manifestación.
Las mujeres volvieron a sacarse los velos en señal de protesta contra el régimen islámico.
Como viene ocurriendo desde el 16 de setiembre, las movilizaciones terminaron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, que dispersaron gases lacrimógenos contra la multitud. La ONG kurda Hengaw, con sede en Oslo, incluso señaló que los policías dispararon directamente contra algunas personas.
“Las fuerzas de seguridad dispararon gas lacrimógeno y abrieron fuego contra personas en la plaza Zindan en Saqqez,” escribió la organización en Twitter. Un testigo contó en redes sociales la misma información: “La policía antidisturbios disparó a los dolientes que se reunieron en el cementerio para la ceremonia de conmemoración de Mahsa, (...) decenas de personas han sido detenidas”, dijo, según recogió la agencia Reuters.
Despite all threats from regime forces, people continue the uprisings in Aichi Cemetery in Saqqez.
— Hengaw Organization for Human Rights (@Hengaw_English) October 26, 2022
October 26, 2022#MahsaAmini#Kurdistan#ZhinaAminipic.twitter.com/V7traffW4V
En tanto, el régimen restringió nuevamente el Internet en la zona, como ha venido haciéndolo en las últimas semanas para tratar de controlar las protestas.
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El legado de Mahsa
Las manifestaciones se han convertido en uno de los desafíos más serios al régimen de los ayatolas, instaurado desde 1979 tras el triunfo de la Revolución Islámica.
El caso de Mahsa Amini ha despertado en las iraníes -y también muchos hombres- una indignación que llevan acumulando durante décadas. Que una joven de 22 años haya muerto porque no llevaba bien puesto el velo fue el disparador de una serie de problemas del país, que no solo pasa por la represión del régimen islámico ante cualquier disidencia, sino también por la crisis económica -acentuada por las sanciones occidentales- pero también la corrupción y la mala gestión gubernamental.
“Protestas contra el régimen ha habido en los últimos 20 años, pero al inicio se manifestaba la clase alta, luego la clase media, pero ahora es transversal. La muerte de esta joven ha abierto la puerta para que gente de todas las clases sociales se manifieste”, comenta a El Comercio el antropólogo y arqueólogo peruano Julio Bendezú-Sarmiento, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) en París, y experto en Asia Central e Irán.
“No es solo por los derechos de las mujeres, sino ante la recesión económica y las políticas conservadoras que está impulsando el gobierno del presidente Ebrahim Raisí”, añade. El analista señala que el mandatario -cuya gestión empezó en agosto del año pasado- le ha dado más importancia a la policía de la moral. “Incluso había un proyecto para construir muros en jardines para dividir a los hombres de las mujeres”.
Desde mediados de setiembre, cuando se iniciaron las protestas, al menos 141 personas han muerto, según Iran Human Rights, una organización de apoyo con sede en Noruega.
¿Hasta donde será capaz de régimen de reprimir para acabar con las manifestaciones?
“El gran problema es que el poder en Irán -desde el ayatola Jamenéi, el presidente Raisi y todos los demás líderes en el Estado- tiene una visión muy conservadora de cómo tiene que ser la República Islámica. Entonces, van a seguir atacando a las personas que se están manifestando, porque ellos consideran que esa gente quiere destruir el régimen, y además señalan que es gente manipulada desde el extranjero”, señala a El Comercio Mohamed-Badine El Yattioui, profesor de Relaciones Internacionales en la American University in the Emirates de Dubai.
“Esto seguirá hasta que los jóvenes dejen de manifestarse. Pero vamos a entrar en un período de crisis política y social que va a continuar durante semanas”, continúa.
Bendezú-Sarmiento también considera que las protestas seguirán. No obstante, cree que la represión aumentará: “Al Estado lo único que le queda es ser más represivo y aplicar penas de muerte a los detenidos y condenados no sería sorprendente”.
El antropólogo peruano recuerda que en Irán se aplica la pena capital por ahorcamiento y que incluso algunas ejecuciones se hacen públicas. Dar una ‘lección’ a la ciudadanía no estaría lejos de los planes del régimen.
No obstante, remarca que, aunque muchos jóvenes saben que se arriesgan a ser ejecutados, ya no tienen miedo de reclamar. “Esto hace pensar que haya un punto de no retorno y que podamos pasar a una revolución mucho más consecuente”.
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Una revolución juvenil
Desde hace 40 días, las movilizaciones -que incluso cerraron calles en Teherán- se han centrado más en las universidades. Debido a ello, cientos de alumnos y profesores universitarios han sido arrestados.
Además, al menos 1.013 personas han sido acusadas por la Justicia iraní por su participación en las protestas.
Para El Yattioui, el hecho que las manifestaciones estén protagonizadas, sobre todo, por jóvenes muestra el conflicto generacional que en el país persa. “La gente que hizo la revolución de 1979 en contra del sha tenía entre 20 y 40 años, a excepción del ayatola Jomenéi. Ahora, esa gente es la que controla las instituciones del Estado y se están enfrentando a sus propios hijos”, explica.
Teniendo en cuenta que entre el 70% y 80% de los jóvenes iraníes tiene menos de 30 años, se convierte en un factor importante para entender el desafío que representa esta crisis para el régimen islámico.
“Esta población no ha vivido la Revolución Islámica de 1979, entonces es un problema para los líderes porque hay un conflicto de legitimidad. Ellos se consideran legítimos porque protagonizaron la revolución, pero ahora sus hijos y nietos señalan que tiene que hacer su propia revolución”.