Eran las 7:30 de la mañana cuando la primera alarma sonó. Su novio la despertó de inmediato y entraron al refugio antimisiles junto a sus compañeras del departamento que alquila en Tel Aviv.
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“Al inicio pensé que era un misil como los de siempre, pero comenzaron a llegarme mensajes y videos. ‘Hamas en territorio israelí’, estaba tan dormida que no lo podía entender. Luego comenzó a llegar más y más información sobre el festival de música, gente corriendo. Era una pesadilla hecha realidad”, recuerda Grace Malay, una peruana israelí de 23 años, sobre el fatídico 7 de octubre durante una llamada telefónica con El Comercio.
“En ese momento uno solo quería contactarse con sus seres queridos o con alguien cualquiera, así no lo conocieras”, asegura.
Después del ‘shock’ inicial, una pregunta comenzó a circular en el grupo: ¿Por qué nadie lo previno? Durante años, Israel se ha enorgullecido de sus servicios de inteligencia, considerados entre los más desarrollados del mundo, pero esta vez no pudieron prevenir el ataque. “Por ahora no hay una respuesta oficial, ni que yo me pueda responder a mí misma ni que les pueda responder a ustedes”, dice.
Pese a que el año pasado terminó su servicio militar obligatorio, “cuando uno se libera tiene la misión de ser reservista hasta los 40 años como mínimo”, explica. La joven, que espera un posible llamado al frente de batalla, forma parte de la brigada de búsqueda y rescate, unidad encargada de salvar a cualquier víctima de desastres naturales o en épocas de guerra.
“No pienso en escapar para estar con mi familia en el Perú, sino en defender a Israel y que las personas se sientan seguras y tranquilas”.