Serkan Tatoglu logró salvar a sus cuatro hijos del violento sismo que destruyó su casa en el sureste de Turquía. La familia se encuentra ahora segura, pero su hija de seis años no para de preguntarle: “Papá, ¿vamos a morir?”
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La provincia de Kahramanmaras, que tenía 1,1 millones de habitantes antes del sismo, tiene desde hace unas semanas aires de película apocalíptica, con sus edificios derrumbados, el sonido de las sirenas de las ambulancias y los ataúdes colocados al borde de las carreteras.
Son escenas aterradoras para los niños que sobrevivieron al sismo del 6 de febrero con saldo de 32.000 muertos en Turquía, según un balance aun provisional.
“Mis hijos resultaron gravemente afectados por el sismo”, dice a la AFP Serkan Tatoglu, cuya mujer e hijos de 6, 11, 14 y 15 años hallaron refugio en una aglomeración de carpas construida al lado de un estadio en la ciudad de Kahramanmaras.
“Perdí a diez miembros de mi familia. Mis hijos no lo saben, pero la más pequeña está traumatizada por las réplicas. No cesa de preguntarme +Papá, ¿vamos a morir ?+”, dice.
“No quiero mostrarles cadáveres. Con mi mujer, los abrazamos y les decimos que todo va a mejorar”, dice.
Hilal Ayar, de 25 años, está muy preocupada por su hijo de siete años, Mohamed Emir: “No está bien mentalmente, no logra dormir”.
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“Políticas de urgencia”
Sueda Deveci, psicólogo miembro de la rama turca de la ONG Doctors Worldwide, enviado a Kahramanmaras, trabaja con los padres, quienes también están traumatizados.
“Una madre me confesó: +Todo el mundo debe ser fuerte pero yo no puedo hacer nada, no puedo ocuparme de mis hijos, ni siquiera tengo ganas de comer+”.
Algunos niños parece que aun no toman conciencia del terremoto, afirma, mientras tres de ellos dibujan a su lado.
“No hablo mucho del terremoto con ellos. Los ponemos a dibujar y veremos hasta qué punto eso se verá en sus dibujos”, indica.
“Políticas centradas en los niños deben ser elaboradas con urgencia”, exhorta Esin Koman, especialista en protección de los derechos infantiles, quien trabaja ahora en la provincia de Kahramanmaras.
Según ella, los niños se adaptan más rápido que sus padres, pero hay que hacer lo necesario para que superen esta prueba.
Cihan Celik, psicólogo, compartió en Twitter un mensaje que recibió de un chofer de ambulancia voluntario enviado a la zona del sismo.
Durante la evacuación, varios niños fueron presa de angustia. “Los niños heridos preguntaron en varias ocasiones en el camino +¿Donde está mama, dónde está papá? ¿Ustedes nos están secuestrando?+”.
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“Diluvio de llamadas”
El vicepresidente turco Fuat Oktay afirmó que 574 niños sacados de los edificios derrumbados fueron hallados sin compañía. Unos 76 fueron entregados a miembros de sus familias.
Un grupo de unos 200 voluntarios, entre ellos psicólogos, abogados y médicos, creó centros de coordinación en las diez provincias devastadas por el sismo. Su objetivo: identificar a los niños no acompañados y confiarlos a sus familias, con ayuda de la policía.
“Recibimos un diluvio de llamadas”, afirma Hatice Goz, voluntaria del centro de coordinación de la provincia de Hatay (sur).
En el terreno ella contacta familias que buscan a sus niños, recibe información sobre su edad, características físicas y dirección antes de comunicarlo a los centros de coordinación.
“Tenemos equipos especializados en eso. Analizan permanentemente todas las informaciones obtenidas comprándolas con los expedientes de los hospitales”, señala Hatice Goz.
“Cuando vi la lista ayer, el número de niños desaparecidos de los que fuimos informados alcanzaba 180. Y entregamos 30 a sus familias”, indica.
Los niños fueron sacados vivos de los escombros y llevados a los hospitales más cercanos, sin que estuvieran necesariamente acompañados de un familiar.
Pero subraya, “si el niño no habla aún, la familia no puede hallarlo”.
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