Las funerarias de Seúl están ahora llenas de cadáveres de jóvenes y de sus desconsolados padres.
Al final de un largo pasillo la BBC encontró al matrimonio Sim, sentados en un pequeño sofá, incapaces de levantar la cabeza.
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En una de las habitaciones está el cuerpo de su hijo, James Sim, de 28 años. En la habitación de al lado está el amigo de James, Yoon. Y en una funeraria al otro lado de la ciudad yace la novia de James.
El sábado por la noche fueron juntos a Itaewon con otros dos amigos para celebrar Halloween. James había organizado la velada. "Siempre era el organizador, ya que le encantaban las noches de fiesta con sus amigos", relató su madre.
James fue una de las más de 150 personas que murieron en la aglomeración de gente que se produjo en un estrecho callejón bordeado de bares.
Una llamada inesperada
La primera señal de que algo iba mal llegó cuando sus padres -como muchos otros- se despertaron y encontraron la cama de su hijo vacía. El padre de James pidió a los amigos que de James le llamaran, pero fue la policía la que lo contactó.
Mientras se veían atrapados en la aglomeración mortal, dos de los amigos consiguieron abrirse paso entre la multitud y subirse a unas barandillas al borde del callejón. James, su novia y Yoon no pudieron salir.
Al desaparecido joven le encantaba hacer ejercicio, y pasaba la mayor parte de su tiempo libre en el gimnasio, levantando pesas para ponerse en forma, afirmó su madre. Ella no puede entender cómo esto no sirvió para salvarle la vida.
La relación de James se estaba volviendo seria, dice su padre. Él y su novia se habrían casado pronto, si hubieran sobrevivido.
El joven trabajaba como fontanero, un trabajo que hacía con diligencia, pero sus pasiones eran el esquí y el surf.
Los ojos de su madre se arrugan con un parpadeo de alegría cuando cuenta lo que le gustaba hacer, pero los de su padre se cierran y comienzan a soltar lágrimas.
"James era el mejor hermano mayor", recordó. "¿Cómo va a arreglárselas mi hijo pequeño sin él?".
Dolor compartido
Junto al féretro de James Sim, se sientan media docena de sus antiguos amigos del colegio.
Park Ju-sung lo conocía desde que tenían ocho años. "Era un niño tan tímido", relató, al tiempo que agregó: "James era mi único amigo. Me invitaba a todo y me animaba a practicar taekwondo con él. Me ayudó a ser más extrovertido".
El amigo de James, Yoon, cuyo féretro está en la habitación de al lado, tenía 28 años y se sentía cómodo en su propia compañía. Le encantaba explorar. Por las noches, solía ir a los bares solo y tratar de hablar con extranjeros para aprender idiomas, comentó Jung-su, quien admiraba su confianza.
Más de la mitad de las víctimas tenían 20 años y el trauma se hace sentir en la actual generación.
Esta es la segunda catástrofe que viven. En 2014, 250 estudiantes de secundaria murieron cuando un ferry se hundió frente a la costa suroeste del país. Las víctimas ahora tendrían 20 años.
Una llamada en medio de la desesperación
En un gran altar público, instalado en el centro de Seúl, la gente se reunió para llorar.
Kim Dae-hui, de 19 años, depositó un único crisantemo blanco, la flor de luto de Corea, en homenaje a su amigo Raghu Jordagan, que tenía 21 años.
Jordagan se mudó a Corea del Sur desde Malasia en enero de 2021. Ambos se hicieron amigos después de que Jordagan se le acercara por la calle para halagar su estilo. El fallecido joven trabajaba en la construcción para ganar dinero para su familia en su país, pero era creativo de corazón y soñaba con ser diseñador de moda, dijo Kim.
Pasaban el rato escuchando música hip hop e intercambiando consejos de moda. Se enseñaban mutuamente sus idiomas. "Raghu era más paciente que yo, nunca se enfadaba", recordó Dae-hi, quitándose las gafas para dejar que su cara se hundiera en sus manos.
Jordagan le había llamado por video desde el callejón cuando empezó la estampida. Estaba junto a una joven que luchaba por respirar. Permanecieron al teléfono mientras intentaba ver cómo escapar. Entonces la mano de la mujer se enfrió y Jordagan colgó. Esta fue la última vez que Dae-hui supo de él.
A la mañana siguiente, miró los videos que se compartían en las redes sociales y vio el rostro de su amigo entre la multitud, pálido. Intentó convencerse de que era otra persona con un aspecto similar. Entonces llamó la policía y le dijeron la mala noticia.
"Lo empujaron y pisotearon", dijo que le informaron.
Sin explicación
Conocer los nombres y las historias de los muertos está haciendo que esta tragedia sea aún más difícil de comprender para los surcoreanos. Los ciudadanos reclaman respuestas, lo que pone a las autoridades bajo una presión cada vez mayor para establecer exactamente lo que salió mal y quién es el responsable.
Los padres de James, sin embargo, no están dispuestos a culpar a nadie.
“Nuestro hijo fue empujado y murió. Fue un accidente. No hemos pensado quién fue el responsable. No podemos pensar. Lo único que podemos hacer es llorar”, comentaron.