El chavismo mostró su músculo, una vez más, en las elecciones regionales y locales del domingo en Venezuela, frente a una debilitada y fracturada oposición, en la que la lucha de egos puede más que la “necesidad de cambio”, tan cacareada entre sus filas, pero tan difícil de gestionar para quienes no ven más allá de propia sombra.
A continuación, algunas claves del aplastante triunfo oficialista, que gobernará 20 estados, más Caracas, frente a los 3 con los que se debe conformar la oposición:
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1.- DIVISIÓN OPOSITORA
Los opositores pasaron de no presentarse a ningunas elecciones desde 2017 a postular candidatos por docenas a las regionales y locales de este año, lo que llevó a una disgregación del voto que redujo las posibilidades de ganar espacios, pese a la advertencia de expertos que auguraban el desastre si no se participaba en bloque.
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Pero los aspirantes hicieron oídos sordos y se crearon su propio gueto, marcando distancias con quienes otrora eran compañeros con los que, con Juan Guaidó al frente, pensaban conquistar el palacio presidencial de Miraflores y desalojar a Nicolás Maduro. Pero al no conseguir su objetivo, empezaron las fracturas, cada vez más obvias.
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Y así, más divididos que nunca, e incapaces de aunar fuerzas bajo unas mismas siglas, fueron a unos comicios en los que el triunfo chavista estaba asegurado, al tener al frente diversidad de formaciones debilitadas y empequeñecidas.
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2.- INTERINATO, “EL DÍA DE LA MARMOTA”
Desde enero de 2019, cuando Guaidó se proclamó “presidente interino” en una plaza de Caracas con el reconocimiento inmediato de más de 50 países, se quedó anclado en aquella escena, mientras su propio país siguió girando, sin que él fuera capaz de moverse al ritmo de una ciudadanía que le reclamó cumplir lo prometido.
Sin embargo, las promesas se quedaron en eso: promesas. Ni salida de la crisis ni convocatoria de elecciones ni mandato presidencial ni la conquista de la tierra prometida, el paraíso que juró llevar a unos seguidores fieles que dejaron de serlo, porque se cansaron de esperar y se sintieron engañados.
Pero Guaidó, inamovible, continúa con su particular día de la marmota, repitiendo insistentemente que él es el presidente del Gobierno venezolano, jefe de Estado y máximo líder de una Asamblea Nacional (AN, Parlamento), en manos chavistas desde el pasado enero. Y pese a declararse amo y señor de todo, sigue sin mandar en nada.
3.- DISCIPLINA CHAVISTA
No es solo un lema que repitan hasta la saciedad; al chavismo lo define la lealtad y la disciplina. El apoyo al oficialismo ha caído hasta un rango que abarca entre el 20 % y el 25 % de la sociedad, unos números muy alejados de sus mejores momentos.
Pocos pero muy unidos. Por eso, cada vez que sus líderes hacen un llamado al voto, aprietan las filas y acuden sin vacilar, recios, aunque puedan dudar del presidente Nicolás Maduro e, incluso, titubeen a la hora de creer sus excusas sobre la situación del país.
Como elemento de cohesión, el fallecido presidente Hugo Chávez sigue siendo la bandera. Sus ojos, sus mensajes y su recuerdo llevan a los miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) a acudir a las urnas empujados por un sistema de organización sin fisuras.
4.- OFICIALISMO FORTALECIDO
Ganar un partido cuando en el otro lado del campo no hay nadie facilita mucho el camino. La lealtad del chavismo ha convivido con la descomposición de la oposición desde su gran victoria en las parlamentarias de 2015, que ha llegado a su máximo esplendor en 2021.
El chavismo se ha mantenido unido y ha solidificado sus bases, mientras sus rivales se alejaban de la sociedad y ahondaban las grietas que les dividen.
La estrategia chavista era, claramente, “divide et impera”, pero poco han tenido que hacer para ello: solo mirar y señalar las peleas internas de la oposición mientras sonreían y se mostraban como la única alternativa política.
5.- OPACIDAD DE CUENTAS OPOSITORAS
Las cuentas de la oposición en general y del “Gobierno interino” en particular tampoco cuadran a quienes depositaron toda su confianza en aquel joven político, poco popular hasta enero de 2019, que se presentaba con la solución a todos sus males y que logró ilusionar a millones de personas.
Ministerios fantasma, embajadores sin diplomacia, cargos paralelos sin más oficio que la apariencia, portavoces de instituciones inexistentes o el despacho de una “primera dama” que, igual que el resto de supuestas entidades, cuenta con un presupuesto para obras sociales, cuyos resultados se desconocen.
Ante la insistencia de la ciudadanía por conocer esas cuentas y las críticas del Gobierno de Maduro ante la opacidad, la oposición que lidera Guaidó hizo público un documento parcial que no convenció a quienes continúan exigiendo responsabilidades, al considerarlo poco creíble.
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