La mayor hazaña de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) es bien recordada en Venezuela, especialmente por el régimen de Nicolás Maduro. En diciembre del 2015, la alianza que aglutinaba una treintena de organizaciones políticas ganó las elecciones parlamentarias, con lo que logró arrebatarle al chavismo el control de la Asamblea Nacional por primera vez en 15 años.
Convertida en un peligroso enemigo para Maduro, el régimen arreció desde entonces sus ataques contra la MUD y le dio el golpe más duro poco antes de las elecciones presidenciales del 2018, cuando el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) le quitó su tarjeta electoral y ordenó su exclusión de los comicios, argumentando que no era un partido sino una alianza. Tras ello, la oposición boicoteó esos comicios y desconoció la reelección de Nicolás Maduro.
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Pero tres años después de haber sido vetada, la autoridad electoral de Venezuela le regresó el lunes 28 a la MUD la tarjeta de coalición con la que ganó las legislativas del 2015. Con ello, la mayor alianza opositora formada contra el chavismo podrá participar en las elecciones regionales del 21 de noviembre.
La MUD es una de las “ocho organizaciones nacionales que en el día de hoy hemos aprobado sus denominaciones para participar y darle vigencia para su participación en las próximas elecciones”, anunció el presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), Pedro Calzadilla.
La movida del chavismo hace imposible no preguntarse qué hay detrás y cuál es realmente la estrategia de un régimen que se ha dedicado a perseguir a la oposición y a petardear cualquier intento democrático para poner fin a la crisis en Venezuela.
En primer lugar, José Carrasquero, profesor de Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar, explica que el secuestro de las tarjetas de los partidos y de la MUD fue un mecanismo que el gobierno de Maduro utilizó para disuadir la participación de los ciudadanos en las elecciones.
La Mesa de la Unidad Democrática nació en el 2008 como una alianza opositora. En el 2012 se inscribió como partido para presentarse a las legislativas del 2015. La MUD ganó 112 de 167 escaños en la Asamblea Nacional, siendo la tarjeta con más votos en la historia de Venezuela.
“Quitarle la tarjeta a la MUD en el 2018 fue una manera de adelantar que estaba dispuesto a hacer cualquier trampa en los resultados. Secuestrar las tarjetas de los partidos es básicamente limitar, poner trabas a la participación y si haces eso no hay garantía del respeto a los resultados electorales, como pasó en las elecciones de la Asamblea Nacional del 2015″, dice Carrasquero a El Comercio.
Para el analista venezolano, el régimen de Maduro entiende que para que se levanten las sanciones el país tiene que volver a un sentido de normalidad dentro del funcionamiento electoral venezolano.
“Bajo la presión internacional y la necesidad de lograr que se levanten las sanciones, el régimen ha estado trabajando en tratar de generar un ambiente de que se van a realizar unas elecciones abiertas, libres, democráticas y en función de eso ha ido liberando la tarjeta de la MUD, permitiendo que se registren otros partidos”, agrega.
Sin embargo, considera que el solo hecho de que se viva en ese tipo de concesiones “indica que no estamos hablando de un proceso sano, de un proceso en el que se pueda creer que la gente va a tener la posibilidad de una participación libre y de unos resultados que sean verdaderamente respetados”.
Los retos para la oposición
Los comicios de noviembre, en los que se elegirán gobernadores y alcaldes, están organizados por una nueva directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE) designada en mayo, la misma que tiene entre sus miembros a tres miembros vinculados al chavismo y dos cercanos a la oposición.
Por ello, además de medir los apoyos al gobierno y la oposición, esas elecciones son vistas como un indicador de la imparcialidad del organismo electoral, en momentos en que la comunidad internacional ha pedido a Venezuela realizar elecciones “creíbles”. Maduro aseguró que respetará las victorias de la oposición en las regionales.
El oficialismo comenzó en días pasados un proceso para escoger sus candidatos, mientras la oposición todavía no ha terminado de definir su participación.
Carrasquero afirma que ahora el principal reto de la oposición es poder coordinar formas de comportamiento. “Lamentablemente no han podido ponerse de acuerdo alrededor de una estrategia y eso dificulta que haya una cohesión alrededor de un proceso político. Con una población dividida, evidentemente el régimen tiene mayor posibilidad de acción”, apunta.
Por ello, enfatiza que lo que tiene que buscar la oposición es “aglutinar a la mayor cantidad de esfuerzos alrededor de ciertas candidaturas para impedir que haya una dispersión del voto, concentrar el voto alrededor de ciertos candidatos que puedan garantizar conquistar ciertos espacios de poder, como una antesala para tratar de comenzar a poner orden a todo lo que pasa en el país”.
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