"Pretendió contribuir a resolver los problemas nacionales adentrándose en la vía de las humanidades –especialmente la historia– como sólido sustento del derecho". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Pretendió contribuir a resolver los problemas nacionales adentrándose en la vía de las humanidades –especialmente la historia– como sólido sustento del derecho". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Luis Eguiguren Callirgos

Entre tantas noticias sobre el comportamiento incorrecto de personajes públicos que estamos viviendo, que llevan a reclamar la realización de valores que permitan actualizar el lema de nuestra patria: “Firme y feliz por la unión”, se conmemora mañana, 21 de julio, el Día del Humanista Peruano, denominado así por la Ley 24899 promulgada el 19 de octubre de 1988, en recuerdo de la fecha natal de don Luis Antonio Eguiguren Escudero (1887-1967). En esa fecha, hace precisamente 130 años, nació este personaje piurano, cuya rectitud en la función pública ha sido encomiada.

Luis Antonio Eguiguren creció y maduró intelectualmente en el ambiente de la reconstrucción nacional después de la Guerra del Pacífico (1879-1883). Así, percibió que el ansiado resurgimiento solo se podía encaminar efectivamente a través de un mejor conocimiento de nuestra historia, disciplina humanística, “maestra de la vida” como la llamó Cicerón en su “De oratore”.

Su alma máter, madre nutricia intelectual, fue la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a la que profesó profundo aprecio. Dedicó a San Marcos mucho esfuerzo, publicando varias obras sobre su historia y sus catedráticos, entre las que destaca su “Diccionario histórico cronológico” en tres tomos voluminosos.

En 1912, cuando contaba solo con 25 años, inició sus publicaciones sobre la gesta emancipadora del Perú. Conmemorándose por entonces el centenario de ella. Mantuvo tal labor de manera infatigable hasta el fin de sus días, publicando en 1967, el mismo año de su muerte, el tercer tomo de sus “Hojas para la historia de la emancipación del Perú”. Su afán fue mostrar todos los intentos que hicieron los mismos peruanos para lograr la independencia. Eguiguren apreció en nuestros próceres un ejemplo que debían conocer y asimilar las generaciones posteriores.

Asimismo, pretendió contribuir a resolver los problemas nacionales adentrándose en la vía de las humanidades –especialmente la historia– como sólido sustento del derecho. Por esto recibió el reconocimiento de doctor honoris causa en Leyes por las Universidades de Columbia (1954), Georgetown (1954) y Católica de Santiago de Chile (1932).

Transcurrido el oncenio de Leguía (1919-1930) con un saldo negativo para el país, los ideales expresados en el Manifiesto de Arequipa –entre cuyos lemas estaba “Devolver al Poder Judicial su dignidad”– animaron a Eguiguren a participar en la vida política peruana entre 1930 y 1936. “Solo el patriotismo salvará el Perú” fue el lema que asumió para el Partido Social Demócrata que fundó por entonces.

En las elecciones de 1931 obtuvo la máxima votación como representante por Lima a la Asamblea Constituyente. En el seno de esta, luchó por la vigencia de los principios del derecho, siendo elegido presidente de la Asamblea. Se opuso tenazmente a la llamada Ley de Emergencia propuesta por el Ejecutivo. Para él, se trataba de una aberración jurídica, un desorden racional que pretendía poner orden con la fuerza. Por esto llegó a sufrir violencia y tuvo que apartarse del país escasos meses, en 1932, el denominado año de la barbarie.

Siendo representante por Lima en la Asamblea Constituyente de 1931 decidió donar todos sus emolumentos para la compra de útiles destinados a alumnos de escuelas públicas. Destacados auditores de la época dejaron constancia de esto a petición del mismo Eguiguren.
En 1934 fundó en Lima el diario y la editorial Ahora, con el propósito de contribuir a la vigencia de la democracia. Esta empresa fue injustamente clausurada por el Ejecutivo a los pocos meses de funcionamiento. La Ley de Emergencia permitía tales atropellos a la libertad de prensa e incluso a la libertad de empresa. Nunca le fue restituida la enorme pérdida que sufrió.

Sin embargo, siguió en la brega democrática y se presentó como candidato a la Presidencia de la República en las elecciones de 1936 con el Partido Social Demócrata. Siendo él también en esta elección quien obtuvo la mayor votación en los escrutinios, las elecciones fueron anuladas por el gobierno de facto. Eguiguren fue entonces confinado en su domicilio: un departamento del edificio Rímac, entre 1936 y 1939.

Luego, en la primavera democrática de 1945, fue nombrado vocal de la Corte Suprema y después elegido su presidente. Así, llegó a ser el único peruano elegido para desempeñar la presidencia de los tres poderes del Estado.