Bjorn Lomborg

La enfermedad infecciosa que más personas mató el año pasado es una de la que casi no oímos hablar: . En el 2022 probablemente se cobró 1,4 millones de vidas, más que el número total de víctimas del . En los países ricos, donde prácticamente ya nadie muere de tuberculosis, no ha concentrado la atención.

En los países pobres, donde los más ricos pueden permitirse el tratamiento, a menudo son los más pobres –desconectados y desfavorecidos– los que padecen esta enfermedad.

Hace tiempo que el mundo prometió hacer las cosas mejor. Como parte de los objetivos globales de la ONU, conocidos como los , todas las naciones se comprometieron a solucionar casi todos los problemas globales para el 2030, la tuberculosis entre ellos. Eso no va a ocurrir. Con respecto a la tuberculosis, estamos décadas tarde.

De hecho, estamos incumpliendo casi todas las promesas mundiales para el 2030 y, según las tendencias actuales, el mundo tendrá para alcanzarlas. La razón es clara: los políticos hicieron 169 promesas imposibles, porque tener 169 prioridades es prácticamente lo mismo que no tener ninguna. Objetivos cruciales en nutrición, educación y tuberculosis se sitúan junto a promesas mucho más periféricas como , más y la promoción de .

A partir del 2023 nos queda la mitad del tiempo previsto para cumplir las promesas en el 2030, pero no estamos ni cerca de la mitad del camino. Es tiempo de identificar y priorizar los objetivos más cruciales. Mi grupo de reflexión, el , está haciendo exactamente eso: junto con varios premios Nobel y más de un centenar de destacados economistas, llevamos años trabajando para identificar dónde cada sol invertido puede aportar el mayor beneficio.

Un nuevo estudio revisado por expertos muestra que una reducción drástica de la tuberculosis no solo es posible, sino que es una de las prioridades más eficaces de cara al 2030.

Casi una cuarta parte de la población mundial es portadora de la bacteria de la tuberculosis. Incluso en la rica Europa y en los Estados Unidos, una de cada diez personas la padece. Para la mayoría de las personas acomodadas y bien alimentadas, no se convertirá en enfermedad, pero es un riesgo para los menos afortunados. En ese sentido, la tuberculosis es una enfermedad del hambre y la pobreza.

Cada año, más de diez millones de personas desarrollan tuberculosis. Por falta de recursos, en el 2021 solo se unos seis millones de casos, de los que unos 26.000 provenían del Perú. Casi la mitad de las personas que no reciben tratamiento morirán. Los que no mueren seguirán propagando la infección: en promedio, las personas activamente infectadas pueden contagiar a entre cinco y 15 personas por contacto cercano a lo largo de un año.

Además, los seis millones a los que se diagnostica y se les ofrece tratamiento se enfrentan a tiempos difíciles. Deben tomar medicación durante seis meses. Como la medicación elimina los síntomas inmediatos de la tuberculosis –como la fiebre y la pérdida de peso– en un par de semanas, muchos abandonarán el tratamiento antes de tiempo.

Cuando las personas interrumpen el tratamiento demasiado pronto, no solo aumenta la probabilidad de que la enfermedad se transmita a otras personas, sino que también hace que las bacterias de la tuberculosis que han sobrevivido tengan más probabilidades de desarrollar resistencia a los fármacos. Esto significa que el siguiente tratamiento podría requerir entre 18 y 24 meses de extensión y será mucho más costoso.

Podemos hacerlo mejor. Es posible diagnosticar a muchas más personas y garantizar que la mayoría de los pacientes con tuberculosis sigan tomando su medicación. Nuestro nuevo estudio muestra que esto se puede lograr por US$6.200 millones adicionales al año. Es menos de lo que el mundo ya ha prometido: en el 2018, la ONU prometió aumentar la financiación en unos US$7.000 u US$8.000 millones anuales para el 2022. Es decepcionante que el gasto desde el 2018 haya disminuido.

Los US$6.200 millones adicionales anuales pueden proporcionar el diagnóstico, la atención y la prevención que permitirían cumplir las promesas mundiales contra la tuberculosis. Garantizaría que al menos el 95% de las personas con tuberculosis reciba un diagnóstico. Puede proporcionar formas sencillas de asegurarse de que las personas completen sus seis meses de medicación; quizás con incentivos para terminar el tratamiento, como alimentos, ropa o tarjetas de regalo, o a través de grupos de apoyo para que los pacientes se animen mutuamente. Hoy en día, las aplicaciones del móvil también pueden ayudar.

Los recursos adicionales permitirán a las poblaciones vulnerables y de alto riesgo acceder a pruebas de detección periódicas. En las próximas décadas, 50 millones de personas accederán a tratamientos adecuados y 35 millones a tratamientos preventivos.

Esto reducirá drásticamente las muertes por tuberculosis en un 90%. Esencialmente, acabará con la tuberculosis, como deberíamos haber hecho hace décadas. Hasta mediados de siglo, los recursos adicionales nos permitirán evitar la asombrosa cifra de 27 millones de muertes, junto con un sufrimiento humano incalculable. Los beneficios totales, expresados en términos económicos, principalmente por las muertes evitadas, alcanzarían los US$3 billones. Cada dólar gastado generará US$46 de beneficios sociales para el mundo.

La indecisión mundial ha permitido que la tuberculosis se convierta en la mayor causa de muerte por causas infecciosas. Hemos prometido demasiado para el 2030; combatir la tuberculosis es una de las políticas más eficaces y debemos llevarla a cabo.

Bjorn Lomborg es presidente del Copenhagen Consensus Center