Acho: 250 años de historia, por Héctor López Martínez
Acho: 250 años de historia, por Héctor López Martínez
Héctor López Martínez

El sábado 30 de enero la Plaza de Acho cumplió 250 años de existencia. Se trata de una efemérides de singular importancia no solo para la tauromaquia sino también para Lima.

En nuestra Plaza Mayor se corrieron y alancearon toros desde muy poco después de la Conquista. Era una diversión ecuestre eminentemente hidalga y nobiliaria, vinculada con fastos religiosos o reales. Tal estado de cosas continuó a lo largo de los siglos XVI y XVII. 

A inicios del XVIII, cuando los Borbones reemplazan a los Habsburgo en el trono de España, la tauromaquia caballeresca declina y, poco a poco, cobra fuerza el toreo a pie, cuyos cultores pertenecían al pueblo llano.

De 1700 a 1750, en España se extiende el toreo a pie en Andalucía, Castilla y Navarra, tierras abundosas en toros bravos. En ese momento el espectáculo era caótico. No había reglas que rigieran la lidia, ni tan solo normas de elemental humanidad. 

Se toreaba a los bureles con capas y manteos o con lo que pudiera ser útil para ese menester. Se los mataba con arpones, todo tipo de estoques y puñales. Serían José Delgado ‘Pepe Hillo’ y Francisco Montes ‘Paquiro’, quienes con sus “Tauromaquias”, publicadas en 1796 y 1836, respectivamente, reglamentaron la fiesta brava.

El toreo a pie necesitaba un escenario adecuado y ese sería las plazas portátiles de madera. En España se levantaron muchas de ellas y también en Lima. 

Aquí fueron ubicadas donde posteriormente se construiría la plaza firme de Acho. En estas plazas se cobraba la entrada. Tenían la geometría más adecuada y perfecta para su función: el círculo.

Se construyeron luego las plazas firmes, de variada arquitectura, materiales y entornos. La más antigua es la Real Maestranza de Sevilla (1761). Luego la Plaza de Zaragoza (1764) y la primera de América y tercera del mundo: Acho (1766). 

Durante casi doscientos años no se supo con certeza la fecha de inauguración de nuestra plaza de toros. Después de una erudita investigación histórica, don Aurelio Miró Quesada Sosa nos precisó que la fecha exacta fue el 30 de enero de 1766. 

Acho tuvo dos notas características. En ella lucieron su arte multitud de toreros peruanos de color negro y hasta fines del siglo XIX destacó en su arena el capeo a caballo, la suerte nacional.

La Plaza de Acho es uno de los monumentos históricos más añejos, señeros y entrañables de Lima. En sus cuartos, galerías y tendidos se reunieron, con igual afición, el noble de ilustre prosapia, la tapada misteriosa, los hombres de todas las profesiones y oficios, de todas las razas. 

Acho estuvo presente en el tránsito de la Colonia a la República, en años de anarquía y de sosiego. Vibraron sus viejos maderos cuando hubo corridas motivadas por sucesos fastos y estuvo a punto de ser derruida en 1882. 

Por su inmenso ruedo, al centro del cual estaba el inconfundible “templador”, pasaron multitud de toreros, tanto “de la tierra” cuanto extranjeros, mayoritariamente españoles. Restaurada en 1944, en ella han actuado las figuras más importantes e inolvidables de la coletería. 

Duele, por eso, verla desatendida, rodeada de innobles tugurios. Acho debe ser puesta en valor, es parte entrañable de Lima.