La actual crítica al sistema de administradoras de fondos de pensiones (AFP) peruano une extrañamente a libertarios, que aborrecen la obligatoriedad de los aportes, con economistas de izquierda, quienes prefieren el sistema estatal de reparto. Yo, siendo liberal, siempre he defendido intelectualmente el sistema de AFP y eventualmente las he asesorado para comunicar mejor los beneficios de este sistema de gestión privada y capitalización individual.
Por ello, para separar la paja del trigo, debemos poner en perspectiva dos cuestiones: la conveniencia o no de tener aportes obligatorios para la jubilación en las planillas y, de considerarse convenientes los aportes obligatorios, la determinación de la mejor fórmula para hacerlo.
Detrás de la obligatoriedad existe una posición académica respetable: la economía conductual. Esta critica el supuesto de la economía neoclásica, según el cual todos somos sujetos económicamente racionales. Así, Richard Thaler, economista de la Universidad de Chicago, demostró que por lo general los individuos tienden a no pensar en el ahorro para la jubilación, por lo que conviene generar incentivos para que lo hagan a manera de políticas públicas o de políticas corporativas (con grados de obligatoriedad), a fin de evitar encontrarnos en un futuro con viejitos sin recursos para subsistir.
Que los pobres veteranos en el Perú de hoy, sin pensión o con una mísera pensión estatal, hayan encontrado fórmulas de subsistencia, como lo ha mostrado Richard Webb en estas páginas, no invalida la evidencia académica conductual.
¿Cuál es entonces en nuestro contexto el sistema de ahorro forzoso previsional más conveniente, el de capitalización individual gestionado por privados o el de aporte a una bolsa colectiva gestionada por el Estado?
Como lo señaló Bruno Seminario, economista de la Universidad del Pacífico que defiende el sistema estatal, en los países capitalistas desarrollados se estableció, durante el siglo XX, el sistema de “bolsa común”. No hay AFP. Pero, como bien lo ha indicado Pedro Pablo Kuczynski, este sistema es la causa principal de la actual quiebra de las finanzas públicas en Europa y Estados Unidos. De ahí que la innovación chilena –las AFP– haya sido adoptada con éxito por tantos países.
En el Perú, los fondos de pensiones administrados por el Estado se dilapidaron con la hiperinflación de la década de 1980. Por ello, la mayor parte de las pensiones de quienes reciben dinero de la Oficina de Normalización Previsional (ONP) sale de los impuestos que pagamos todos los peruanos. No pasa lo mismo con las AFP.
Actualmente, los trabajadores formales en el Perú aportamos 10% para la jubilación y 9% para el Seguro Social de Salud (Essalud). En este último caso, quienes no se atienden en Essalud y pagan un seguro privado, de hecho, están pagando un impuesto adicional. Esto no se justifica “socialmente”, pues corresponde a los hospitales del Ministerio de Salud (Minsa) proveer servicios para los desprotegidos con nuestros impuestos.
Si queremos eliminar la obligatoriedad de los aportes, empecemos con Essalud, y que cada quien escoja si se asegura o con esta entidad o con un seguro privado.
Si queremos protección para los futuros jubilados, que sea todo a través de cuentas individuales gestionadas profesionalmente. Sigamos con la reforma del sistema de AFP para darle más flexibilidad. Que cada quien decida si aporta a Essalud o migra a un seguro privado.