"Las mujeres representan alrededor de la mitad de los pequeños agricultores del mundo, contribuyendo con casi la mitad del trabajo y merecen, por tanto, más representación en el sector". (Foto: GEC)
"Las mujeres representan alrededor de la mitad de los pequeños agricultores del mundo, contribuyendo con casi la mitad del trabajo y merecen, por tanto, más representación en el sector". (Foto: GEC)
/ Jose Sotomayor Jimenez
Vivian Polar

Los extremos del cambio climático y ahora el COVID-19 han colocado a los andinos –especialmente a las mujeres, que ya realizan gran parte del trabajo agrícola familiar– en el punto más extremo del sistema alimentario.

Como guardianas de la nutrición familiar y de la diversidad de los cultivos, las desempeñan un papel decisivo, aunque poco apreciado, en dicha estructura. Por lo tanto, en cada etapa de la cadena alimenticia hay oportunidades sin explotar para lograr una mayor seguridad alimentaria, atendiéndolas mejor a través de la investigación y la innovación.

Tomemos como ejemplo la calidad de las semillas de cultivos básicos como la en Perú. Si bien estas son ricas en nutrientes, las nuevas variedades son más productivas y proporcionan un mayor rendimiento nutricional. Pero su éxito depende de su aceptación por parte de las mujeres, lo que significa que su participación desde el principio es fundamental.

Los agricultores que viven en las zonas más alejadas de los Andes suelen optar por plantíos que no son necesariamente los más rentables o productivos, pero que pueden resistir mejor los duros desafíos medioambientales a los que se enfrentan.

Mientras que los hombres tienden a elegir cultivos resistentes que aseguren sus rendimientos, las preferencias de las mujeres se decantan por variedades más fáciles de sembrar, rápidas de cocinar, nutritivas y apetecibles.

Para tener éxito, las nuevas variaciones de papa deben ser desarrolladas para responder a las diversas demandas. Por ejemplo, las mujeres embarazadas, las que acaban de dar a luz y las que están en edad reproductiva tienen necesidades nutricionales especiales y son más propensas a sufrir enfermedades relacionadas con la dieta, como la anemia. Más de una de cada cinco en edad fértil en zonas rurales de los Andes peruanos sufre deficiencia de hierro y zinc.

Una solución para satisfacer este requisito nutricional es desarrollar una papa biofortificada con hierro. Además, estas pueden ayudar a saciar las preferencias de las mujeres y las exigencias de cuidado. Por ejemplo, las nuevas variedades, que son más rápidas de cocinar, reducen la carga de las mujeres para recoger leña.

Pero, para que esto suceda, ellas deben participar desde el principio del proceso de diseño y difusión de nuevas variedades y otras tecnologías productivas. Por tal motivo, los investigadores tienen que entender mejor y analizar las limitaciones específicas de género que puedan frenar su colaboración en el desarrollo agrícola. Esta visibilidad contribuirá a generar confianza, motivando a las mujeres a adoptar los recientes avances para satisfacer sus necesidades y prioridades.

Por último, las mujeres son un activo enorme no solo para informar el desarrollo de nuevas variedades de cultivos, sino también para su mejoramiento e introducción en el campo. Su presencia en el progreso agrícola es tan importante para la seguridad alimentaria como el voto femenino para la democracia. Las mujeres representan alrededor de la mitad de los pequeños agricultores del mundo, contribuyendo con casi la mitad del trabajo y merecen, por tanto, más representación en el sector.

Por ello, la Plataforma Gender del CGIAR está recopilando, mejorando y compartiendo herramientas y enfoques necesarios para garantizar que tanto mujeres como hombres agricultores participen por igual en los esfuerzos de mejoramiento de nuevas variedades, desarrollo de nuevas tecnologías y fortalecimiento del sistema alimentario, no solo en los Andes sino en todo el mundo.

Los retos a los que se enfrentan los agricultores y las familias rurales no harán más que aumentar, por lo que es más importante que nunca que utilicemos todo el potencial combinado de mujeres y hombres para transformar los sistemas alimentarios.