Angie Higuchi

Lo que se afirma en el titular de esta columna pasó de ser una profecía apocalíptica a una realidad cada vez más cercana. Las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas calculan que seremos 8.600 millones de personas para el 2030, con lo que la población aumentará en mil millones, comparando con las cifras actuales. Entonces, es perfectamente válido preguntarnos cómo vamos a alimentar a esta cantidad de personas con los pocos recursos naturales que tenemos. La frase más repetida es “hay que ahorrar ”. Sin embargo, ¿alguna vez se ha preguntado por la cantidad de agua necesaria para producir cada uno de los alimentos que usted consume diariamente?

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las tareas ligadas a la agricultura y a la ganadería utilizan, en promedio, el 70% del agua dulce proveniente de ríos y reservas subterráneas en el ámbito mundial. En países industrializados, este porcentaje puede llegar hasta el 90%. Asimismo, una publicación de Fundae reportó que, entre varios , para producir un kilogramo de chocolate se necesitan 17.000 litros de agua; para la producción de una jarra de café, se necesitan 840 litros, y para la producción de una sola manzana son necesarios 70 litros. La industria cárnica, una de las más demandadas en el ámbito del consumo mundial, requiere cantidades de agua varias veces mayor que las que se emplean para el cultivo de verduras o frutas. Por ejemplo, se estima que, para la producción de un kilogramo de carne de res, se necesitan en promedio 15.000 litros; mientras que, para un kilo de pollo, se necesitan aproximadamente 4.300 litros de agua.

La analogía es sencilla: si el agua está altamente correlacionada con la producción de alimentos y este líquido es escaso, cada vez los alimentos serán más caros de producir. Por ende, el precio que el consumidor paga será mayor. Y serán las personas más vulnerables las que se vean perjudicadas por esto, ya que tendrán que destinar más del 80% de sus ingresos para poder alimentarse.

Ante un fenómeno de El Niño global anunciado, existe una serie de medidas –desde mi punto de vista, ya tardías e insuficientes en el caso del sector agrícola– que deben tomarse para corregir el daño y evitar consecuencias mayores. A nivel agrario, se deben realizar dos cosas relacionadas con el agua. Primero, respecto de la sierra peruana, es importante el respeto, la preservación y el aprendizaje sobre las prácticas ancestrales andinas de las cochas, que es la siembra y cosecha de agua. A nivel tecnológico, se debe invertir en infraestructura y sistemas de riego, así como en un diseño de transferencias de técnicas de riego que logren maximizar el uso del agua de forma puntual, de acuerdo con el tipo de cultivo, como el uso de riego por goteo, aspersión y microaspersión. En tanto, el Gobierno, sabiendo que tenemos lluvias y sequías en el norte y sur, respectivamente, debe hacer un trabajo en conjunto con gobiernos regionales, locales y municipales de esas zonas.

Concuerdo con el doctor Eduardo Zegarra, de Grade, en lo que respecta al fomento de fondos de contención empleables en una inminente declaratoria de estado de emergencia para que los gobiernos locales puedan resistir los embates climáticos y sus consecuencias a nivel de infraestructura y de inseguridad alimentaria sin tener que depender del Gobierno Central. La academia también debe realizar sus aportes en cuanto a investigaciones ligadas al tratamiento de aguas residuales o la conversión de aguas saladas de forma más eficiente. Se sabe que estos tratamientos son más caros, pero pueden ayudar a utilizar el agua para actividades como el riego de parques y jardines o la limpieza de calles, entre otros.

Finalmente, los ciudadanos no debemos dar por sentado que tendremos agua para siempre solo porque la pagamos. Si tenemos la suerte de tener agua potable, es nuestra responsabilidad usarla eficientemente dentro de nuestros hogares y racionar el recurso hídrico lo más que podamos. La prevalencia de los recursos para nuestras generaciones futuras depende de cada individuo responsable. Aún estamos a tiempo.




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Angie Higuchi es profesora e investigadora de la Universidad del Pacífico