“En este mes que recordamos la diversidad TLGB, deseo que nuestros aliados estatales continúen haciendo su parte”. (Foto: AFP)
“En este mes que recordamos la diversidad TLGB, deseo que nuestros aliados estatales continúen haciendo su parte”. (Foto: AFP)
Carlos J. Zelada

Ser en el Perú es peligroso. Da miedo. Provoca ocultarse. Ser invisible. O no ser. Decía Bimbi que de las cosas más terribles que nos han robado a los gays, la adolescencia sería la más injusta. Crecemos llenos de imposiciones silenciosas que nos privan de experiencias y emociones que nunca nos pasarán y que serán ausencias para nuestra vida adulta. Una mujer trans a quien admiro muchísimo me decía hace algunos meses que no son pocas las veces en las que imagina distinta su vida. No teniendo que litigar en el Poder Judicial, sabe uno hasta cuándo, por demostrarle a un juez que es quien dice ser. O no siendo expulsada de casa a los 14 años por ser diferente.

En las dos últimas décadas, el mundo ha comenzado un proceso de respeto visible hacia nuestra diversidad que lento, pero seguro, va llegando al Perú: un cambio en la percepción ciudadana que cuestiona el mandato de la heterosexualidad y el cis-tema en el que estamos inmersos. En este período de tránsito en el que todavía andamos han surgido importantes aliados que nos hacen mirar al futuro con esperanza. Quisiera reseñar aquí el aporte de cuatro de ellos, todos del frente estatal. Sí, ese sobre el que suele apuntarse el dedo acusatorio. No estoy eximiendo de deberes al , que de hecho tiene una deuda inmensa con los TLGB, pero creo que hoy es valioso destacar a quienes desde ese lado hacen su parte en la construcción de una sociedad justa.

En el campo del Ejecutivo, la Comisión Nacional contra la Discriminación (Conacod), presidida desde el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, viene realizando una labor técnica que, de concretarse en políticas públicas, podría cambiar la vida de muchas personas trans en el país. En un informe publicado este año, Conacod concluyó que ante la inoperancia del Congreso para aprobar una ley de identidad de género, bastaría aplicar lo señalado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la reciente Opinión Consultiva OC-24/17 y facilitar desde , un procedimiento no judicial sencillo y expedito para reconocer el nombre y el género de las personas trans en nuestro país.

Desde ese mismo frente, Indecopi lleva algunos años jugando un rol pedagógico esencial para la exposición de la violencia que experimentamos los TLGB en la cotidianeidad del consumo. Las decisiones de Indecopi han sido claves para mostrar cómo algunas empresas discriminan a las corporalidades incómodas para sus modelos de negocio. Restaurantes, gimnasios, bancos, hoteles, discotecas y centros comerciales han sido sancionados ejemplarmente en la última década para reafirmar que el principio de no discriminación por e también se aplica en el ámbito privado: que esa violencia diariamente sutil que otros TLGB denunciaron por tantos años antes (y que pocos creían) no era ningún invento.

Tampoco puedo dejar de mencionar a la Defensoría del Pueblo, que hace tres años produjo el primer informe que evaluó integralmente desde el lente estatal la situación de los TLGB en el país. Ese valiosísimo diagnóstico, lleno de recomendaciones para diversos sectores del Estado, debe ser difundido e implementado, y en realidad, tomado más en serio por quienes son allí aludidos.

Del lado judicial, es importante destacar el papel de varias magistradas que en los últimos años se la han jugado por tomar decisiones en pro de la igualdad. Me refiero, por ejemplo, a las sentencias que en primera instancia reconocieron los matrimonios igualitarios celebrados fuera por Óscar Ugarteche y Susel Paredes que ordenaban al Reniec emitir documentos de identidad que acreditaran el verdadero estado civil de nuestros compatriotas. O de las juezas que fuera de Lima aplican estándares constitucionales para reconocer sin titubear la identidad de decenas de personas trans que navegan los pasillos de la burocracia buscando justicia para su nombre propio.

En este mes que recordamos la diversidad TLGB, deseo que nuestros aliados estatales continúen haciendo su parte. Pero deseo más que usted, lector querido, no se olvide de hacer la suya.