(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Enrique Ortiz Tejada

Las noticias sobre los últimos , y particularmente en , han preocupado al mundo entero. Se entiende que la Amazonía cumple un rol como regulador climático y que si el patrón de deforestación actual continúa, nos estaríamos acercando peligrosamente al llamado punto de quiebre (‘tipping point’). En este punto, la Amazonía perdería su función ecológica, lo que se traduciría en impactos climáticos globales, en la pérdida de la mayor biodiversidad del planeta, y en tragedias sociales y económicas incalculables. Los modelos climatológicos predicen que alcanzaríamos este punto si se deforesta entre el 20% y el 25% de la superficie amazónica. Hoy estamos cerca del 18%.

La deforestación y los incendios en la Amazonía nos conciernen a todos. Aunque el número de incendios registrados en la Amazonía brasileña desde el comienzo del año hasta hoy es de solo un 7% por encima del promedio de los últimos 10 años, la forma sensacionalista en cómo se han publicitado estos se hace necesaria para sensibilizar y corregir políticas irresponsables. Teniendo en cuenta que más del 10% de toda la Amazonía se encuentra en el Perú, y que esta representa más del 60% del territorio nacional, es apropiado ahondar en el tema.

Agosto es un mes sin lluvias en la Amazonía y el comienzo de la temporada de quema de pastos y de vegetación previamente talada. A diferencia de los pastos andinos y de los bosques secos del noroeste del Perú, el bosque amazónico no se quema fácilmente. La humedad del suelo y la vegetación no facilitan la expansión de los incendios a escala, a menos que estos bosques estén alterados con vegetación herbácea invasiva y copas ralas que permitan que se desequen. En los años anormales de sequía extrema (por ejemplo, el 2005, el 2010 y el 2016) suele haber un marcado incremento en la cantidad de incendios en los bosques amazónicos. En los años “normales”, por otro lado, hay menos incendios, aunque siempre de gran impacto. Este no es un año particularmente anormal como para explicar el número de incendios y las tendencias observadas. De allí precisamente que se hayan prendido las alarmas mundiales. Si bien el cambio climático está incrementando gradualmente las condiciones para los incendios amazónicos, lo de hoy es solo parcialmente atribuible a él.

Las imágenes que nos llegan de la Amazonía en llamas no son de incendios descontrolados (como los que vimos en el bosque seco o en los pastizales de los santuarios históricos de Pomac y Machu Picchu). Son incendios provocados en áreas antes deforestadas, que estaban lo suficientemente secas como para ser quemadas. Alguien les prendió fuego, quizá en la mayoría de los casos pretendiendo abrir espacios para la agricultura y la ganadería, o para darle valor a las tierras a fin de que puedan ser vendidas –con o sin derechos sobre la tierra–, y muchas veces sin respetar la legislación existente. En buena parte, pues, esta crisis no es un problema actual; es un mal crónico que se debe enfrentar.

Las imágenes satelitales de la Amazonía proporcionadas por la NASA muestran que los incendios concuerdan con las porciones de territorio que registran los niveles de deforestación más altos del Perú. Se ve claramente, por ejemplo, que estos siguen las carreteras
–como la Marginal de la Selva, en Loreto, Ucayali y Huánuco, o la Interoceánica Sur, en Madre de Dios–. Aumentar la red vial es necesario para el desarrollo del país, pero si esta no viene acompañada de planificación, de capacidad institucional nacional y regional para controlar la ilegalidad, y de inversión para cambiar la cultura de incendios (“quemar mejora el suelo”), estaremos promoviendo la deforestación y el fuego. Las propuestas de vías en Loreto, como la de Saramiriza-Nauta, la de Yurimaguas-Jeberos o la vía adyacente al Parque Nacional del Manu, Nuevo Edén-Colorado, en Madre de Dios, deben ser cuidadosamente evaluadas.

La deforestación en el Perú está aumentando. En este año se espera que llegue a un área equivalente a 10 veces el tamaño de la provincia constitucional del Callao. Las áreas protegidas y los territorios indígenas han servido como barreras efectivas contra los incendios y hay, en la práctica, un monitoreo efectivo de estos. Existen regiones amazónicas en el Perú como San Martín, que pasó de ser una de las primeras en deforestación y que hoy, gracias a la aplicación de políticas apropiadas e inversiones sostenibles, logró frenar la tala dándonos pautas al resto del país. No dejemos que nuestro futuro (y la Amazonía) se nos haga humo.