Estoy seguro de que la población culta y cívica nota la manera como diariamente se afecta nuestro medio ambiente. De hecho, no lo digo por las noticias de los (mínimos) daños causados por la minería formal o los daños reales de la informal, sino por el comportamiento de la población en general. La minería no es el mayor contaminador del ambiente, lo son los ciudadanos faltos de cultura cívica y los responsables políticos que han demostrado una falta de visión y gestión.
Hace poco tuve la oportunidad de conversar con un funcionario del Ministerio del Ambiente y ante mi reclamo acerca de la manera cómo se contaminan ciudades, ríos y canales, solo atinó a responder que es un tema municipal y no ministerial. Es evidente que son las comunas las responsables, pero si el ministerio no dicta políticas ambientales, asesora en la creación de proyectos de manejo de residuos sólidos y establece penalidades por no cumplir con un adecuado manejo de la basura y cuidado del medio ambiente, ¿entonces quién? Para qué se creó ese ministerio que no ve la problemática más allá de las mineras y que dio un deplorable ejemplo durante la COP 20, donde se dedicó más a promocionar entre los visitantes nuestra comida peruana sirviéndola en platos descartables de poliestireno, uno de los polímeros más contaminantes que existen.
El tema del cuidado del medio ambiente se toca en diferentes círculos sociales y académicos, pero siempre giramos alrededor del supuesto causante y responsable. No faltan aquellos que responsabilizan a la falta de educación familiar y desligan de ello a los colegios. ¿Es posible que un padre o una madre que jamás aprendieron a cuidar del medio ambiente, que están acostumbrados a soltar la basura donde sea, puedan educar a sus hijos en este tema? De ninguna manera. La cadena rota en la educación ambiental tiene que ser suplida, por ahora, por la educación escolar e información de las entidades responsables. Tenemos que crear futuros padres con conciencia cívica que sean capaces de educar a sus hijos.
Otro de los problemas tiene que ver con la manera como se maneja la información en nuestro país. Grandes proyectos han caído porque no se usan los canales lingüísticos y semánticos adecuados, además de no adaptarlos a la idiosincrasia peruana. A muchos de nuestros compatriotas la palabra ‘prohibido’ no solamente no les interesa, sino que da la impresión de que la toman como una invitación.
Todo esto cambiaría si informáramos a los ciudadanos acerca de las consecuencias a la salud propia y a su entorno, que los elementos contaminantes no desaparecen cuando los sueltan, sino que muchos quedarán durante cientos y miles de años destruyendo el planeta, matando a las plantas y animales, que la basura es causante de más muertes humanas que los accidentes de tránsito o la inseguridad ciudadana.
Es hora de que el Estado empiece un programa integral de educación ambiental utilizando las técnicas informativas adecuadas, además de penas para los infractores, tanto monetarias como de trabajo social. Esto se debe extender a los gobiernos locales que no cumplan con las políticas ambientales por establecer, allí donde lo sienten, en su presupuesto, porque dudo de que las premiaciones funcionen.