La decapitación del periodista James Foley ha vuelto a concentrar la atención internacional en la organización fundamentalista sunita Estado Islámico (IS). En menos de año y medio de existencia, el IS ha conquistado parte importante de Siria e Iraq, y amenaza con extenderse mucho más, hacia el Mediterráneo y el Golfo Pérsico.
El IS desciende de Al Qaeda-en-Iraq, fundada en el 2003, y que fuera, tras dura lucha, aplastada por una alianza entre sunitas y el Ejército de Estados Unidos en el 2008.
En abril del 2013, aprovechando la guerra civil en Siria, sobrevivientes del grupo se infiltraron allí al mando de Abu Bakr al-Bagdadi, y lo refundaron con el nombre Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS). En Siria, el poderío militar del ISIS creció exponencialmente y se apoderó de parte del norte del país.
Mientras tanto, en Iraq el primer ministro chiita Nuri al-Maliki destituyó a centenares de oficiales curdos y sunitas capaces, lo que debilitó al Ejército iraquí. Además comenzó a hostilizar a los sunitas, haciendo que muchos se acercaran al ISIS. Aprovechando esto, el ISIS entró en Iraq y en diciembre del 2013, con sus aliados sunitas, se apoderó de parte del oeste del país, llegando a solo 100 kilómetros al oeste de Bagdad.
En junio del 2014 ISIS volvió a atacar. Hizo huir a dos divisiones del Ejército iraquí, se apoderó de la segunda ciudad del país, Mosul, donde capturó gran cantidad de armamento y avanzó hasta unos 140 kilómetros al norte de Bagdad. Luego cambió su nombre al IS, y declaró que establecía un califato (Estado Islámico) con al-Bagdadi como nuevo califa.
¿Puede seguir avanzando el IS hasta tomar Bagdad y la gran zona petrolera que está al sur? El Ejército iraquí y las milicias chiitas tienen aún capacidad defensiva. Además, un avance del IS hacia la capital iraquí probablemente generaría la intervención militar directa de Irán y de Estados Unidos.
Pero, por otro lado, desalojar al IS de los amplios territorios conquistados en Iraq será muy difícil. Por ahora, el Ejército iraquí carece de toda capacidad ofensiva, y tampoco la milicia curda podrá retomar Mosul a menos que Estados Unidos decida proveerlos de armamento moderno a escala masiva.
Este estancamiento en Iraq presenta una doble amenaza.
Primera, centenares de ciudadanos estadounidenses y de países de Europa militan en el IS. En algún momento podrían regresar a sus países y, aprovechando que muchos son indistinguibles del resto de sus compatriotas, perpetrar atentados terroristas a escala no vista hace años.
Segunda, el IS puede expandirse en otras direcciones. En Siria ya está captando miles de reclutas nuevos y, con el armamento capturado en Mosul, pronto podrá atacar en forma masiva al ejército de Bashar al-Asad, ya desgastado tras años de guerra. Aun la milicia chiita libanesa Hezbolá, a pesar lo sanguinaria y poderosa que es, está tan preocupada que su jefe, Hassan Nasrallah, ha llamado al IS “un monstruo que crece más y más”. Más aún, el nuevo Estado yihadista creado entre Siria e Iraq tiene el potencial para atacar incluso a Líbano y Jordania aprovechando que también son Estados multiétnicos, y deshaciendo así las fronteras fijadas desde 1916, sumir a gran parte del Medio Oriente en un caos que puede durar muchos años.