En el pasado ya había trabajado indirectamente con Fritz Du Bois, cuando yo coordinaba un proyecto en el que colaboraban el Instituto Apoyo y El Comercio para promover la discusión en el 2005 acerca de la agenda pendiente en materia de reformas. No obstante, fue recién dos años después, cuando entré a trabajar en el Instituto Peruano de Economía (IPE), organización de la cual él era director, que trabajé directamente y tuve que coordinar todos los días una serie de detalles con Fritz.
Al comienzo no sabía qué esperar. Después de todo se trataba de una figura pública que había sido identificada como uno de los “economistas y tecnócratas” más poderosos del Perú por la Encuesta del Poder desde el año 2002 y que era reconocida, además, como uno de los impulsores más importantes de las reformas de los años noventa, las cuales permitieron el fuerte crecimiento económico posterior.
Para alguien que sigue estos temas, trabajar directamente con él resultaba ligeramente intimidante. Por suerte, resultó que mis temores estaban totalmente infundados. Tener a Fritz de jefe resultó ser una experiencia bastante positiva.
En mi paso por el IPE fue mucho lo que aprendí. No solo grandes cantidades de economía y política (tanto como me entrara en el cerebro a la velocidad a la que Fritz la disparaba en nuestras reuniones diarias), sino además aprendí una forma de liderar. En mi vida he tenido jefes que controlan cada pequeño aspecto de lo que se hace y jefes que requieren de un sistema de premios y castigos para que les hagan caso. Pero no con Fritz. Él era un jefe que primero explicaba lo que se esperaba de uno y después revisaba el trabajo final. Pero no lo hacía solamente para decirte si estaba bien o mal y después aprobarlo, sino para realmente explicarte qué podrías haber hecho mejor, de tal manera que con el pasar de los días te fueras perfeccionando. Eso y su total compromiso con la misión para la cual se había creado el IPE realmente inspiraban a hacer las cosas cada vez mejor y superar los objetivos que se nos planteaban.
Porque al final de cuentas, si algo hay que elogiar de Fritz era su coherencia. Si él creía en algo, no solo lo decía, sino también lo hacía, algo de lo cual deberían tomar nota todos los opinólogos y líderes que tenemos hoy en día. Él era un firme creyente en la democracia y en la libertad del individuo para tomar las decisiones por su cuenta, para lo cual tiene que estar lo mejor informado posible. Estos principios son los que explican su paso por el IPE y luego su salto a los medios impresos. Él realmente creía en lo que pregonaba y realmente estaba convencido de que estaba haciendo todo lo posible para promoverlo. Y gracias a eso el Perú es hoy en día un poquito mejor de lo que habría sido sin su aporte.
Eso y a escribir como te gustaría leer son las dos cosas que me llevé de él cuando salí del IPE. Lamento mucho su pérdida y estoy seguro de que somos muchos los que lo vamos a extrañar.