El arte de contarse mentiras, por Hugo Neira
El arte de contarse mentiras, por Hugo Neira
Hugo Neira

“Las ideologías y su rol en la vida política del Perú”. A desarrollar ese tema me invita el diario El Comercio. Les agradezco, es como darle a un niño un chocolate, y no porque sea fácil, al contrario. Me interesan las ideas y particularmente esa, que tiene ‘logos’, es decir, el uso de la razón ante lo que a veces es irrazonable. El tema remite a las ciencias sociales y políticas. Que me perdone el lector por comenzar por las definiciones, es preferible.

Como concepto nace en la turbulencia de la Revolución Francesa. Creada por Destutt de Tracy, ciencia de las ideas. La recupera el marxismo como doctrina, interpretación y programa. Hoy, en el vocabulario corriente, su uso es casi hiriente. Decir que algo es ideológico significa descalificar una opinión o un texto por sesgado y parcial, interesado en llevar agua a algún molino, por lo general de índole totalitaria. Son los usos. Lo que diré sorprenderá a más de uno.

Contrariamente a lo que se puede pensar, Marx jamás se consideró un ideólogo, sino un filósofo que se puso a estudiar economía y el capital. Ideología, en la pluma del fundador, es despectivo. Junto a Engels, su primera obra se titula “La ideología alemana”. Es un panfleto, apenas 11 páginas contra la alienación. La denuncia de lo que pensaban los alemanes de su tiempo. De sus medias verdades. De “la falsa conciencia”. Solo en el siglo XX, muerto Mariátegui y con el leninismo criollo, las izquierdas adoptan la noción. Se nota que hay marxistas peruanos que no leyeron a Marx.

Después de Mariátegui y de Flores Galindo no tenemos teoría política, sino ideología. No pasaré revista ahora al aprismo, a los socialcristianos y a los liberales. Tienen, sin duda, afirmaciones, convicciones. En el Perú abundan estudios e investigaciones, pero también demasiada ideología. Como decía mi abuelita, está bien culantro pero no tanto. 

Hay posturas que afirman sin pruebas. Son creencias. Por ejemplo, la adoración a la madre natura, para ellos intocable; sus fieles están en los movimientos antimineros, en los ambientalistas. Hay la ideología del todo mercado. Y la fe en la espera de la gran transformación. Esas tres seudoteorías aprehenden en su conjunto la praxis peruana. En el siglo XX las ideologías se volvieron “religiones políticas”. No es idea mía. Es de Eric Voegelin, filósofo (1901-1985). Vueltas creencias, hoy no están solo en las elecciones sino en la mentalidad de la gente. En nuestra cultura política que es bastante sectaria. ¿Conoce usted a alguno que de tiempo en tiempo le reconozca algo de razón a su contrincante? 

Nosotros, desde lo ‘universitas’, deberíamos estudiarlas por lo que son, creencias. Respetando todas, sin creer en ninguna. Pero eso necesita que el profesor renuncie a fingirse ideólogo. ¿Conoce usted muchos que se impongan esa renuncia? Las ideologías mienten a menudo. Esconden y proponen quimeras e ilusiones. Pero una sociedad moderna es un permanente y vasto debate. 

Sin embargo, habituados a las ideologías, los ciudadanos se cobijan en falsas verdades. No propongo la extirpación de las ideologías. Es imposible. Tampoco hay que esperar que se reciclen, son absolutistas. Una sociedad se cura de esa enfermedad del pensamiento con el ejercicio de la crítica y el hábito de la modestia. Cuando admitamos que nadie tiene el monopolio de la verdad. 

Pero estoy notando que las elecciones nos ponen particularmente sectarios. Veo reaparecer un cierto pasado histórico. La búsqueda de herejes para quemarlos en la Plaza de Armas de Lima. ¿Qué se les escapa a los ortodoxos y sectarios? La vivacidad de la historia. Si Hernando de Soto se tomaba por ideólogo, no se hubiera percatado del capitalismo cholo y desde abajo. 

La reorganización de la emergencia informal es el tema central de nuestro tiempo. La ideología no deja ver la realidad. La sociedad peruana se está transformando más rápidamente que nuestra percepción. Algunas pautas de cultura provienen del fondo colonial, no somos del todo modernos. Cuando leo a uno que otro opinólogo, me confirmo en mi creencia en la reencarnación. Estoy seguro de que en el pasado virreinal han sido inquisidores.