El 28 de julio de 1823 arribó al Callao Bernardo O’Higgins Riquelme, quien había renunciado, por presiones políticas, a la presidencia de Chile y buscaba exilio en el Perú. Era una fecha memorable, pues coincidía con el segundo aniversario de la independencia peruana. O’Higgins venía acompañado de su familia, una muestra de que su traslado sería por un buen tiempo. Lo que en ese momento no sabía era que nunca regresaría a su país natal.
No era la primera vez que O’Higgins visitaba el Perú. Conocía Lima desde cuando, entre 1790 y 1793, siendo Bernardo Riquelme, estudió en el Convictorio de San Carlos, compartiendo aula con su tocayo, Bernardo de Tagle y Portocarrero, quien luego sería el IV marqués de Torre Tagle. Fue en este primer viaje que el joven chileno tuvo oportunidad de conocer la casona de Espaderos (hoy Jirón de la Unión), que durante su destierro se convertiría en su residencia. Su segunda visita al Perú fue breve, en 1803, con la finalidad de arreglar los términos del testamento de su padre, el virrey del Perú Ambrosio O’Higgins, quien le dejó a Bernardo haciendas y ganado en Chile, con lo que se le legitimaba el uso del apellido O’Higgins, como Bernardo firmaría de ahí en adelante.
La tercera venida al Perú, como se señaló, fue en 1823, siendo quien detentaba la presidencia del Perú, coincidentemente, el IV marqués de Torre Tagle. Este año, por lo tanto, se conmemoraron los 200 años de la llegada de Bernardo O’Higgins al Perú y, para celebrar esta significativa fecha, el Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Embajada de Chile en el Perú organizaron un ciclo de charlas en la Casa O’Higgins, donde residió en Lima el primer director supremo de Chile.
La primera charla que tuvo lugar el miércoles 2 de agosto versó sobre la vida y obra del ciudadano O’Higgins en el Perú. En ella participamos el Dr. Rafael Sagredo de la Universidad Católica de Chile y yo. Rafael Sagredo abordó el gobierno de O’Higgins en Chile y la coyuntura política en que se vio obligado a abandonar el país debido a presiones del sector conservador. Mientras que a mí me tocó hablar sobre la llegada de O’Higgins al Perú, su relación con Bolívar y su difícil situación durante la confederación Perú-boliviana, en la que, si bien se mantuvo neutral, no dejó de sentir incomodidad de ver enfrentarse a repúblicas hermanas que recién se habían independizado.
La segunda charla se llevó a cabo el jueves 10 de agosto, donde se analizó el tema “El libertador Bernardo O’Higgins Riquelme, un gran amigo del Perú”. En ella participaron el Dr. Roberto Arancibia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y el Dr. Patricio Alvarado de la Pontificia Universidad Católica del Perú. O’Higgins, en el destierro que vivió en el Perú, fue bien acogido. Pudo residir, además de en su casona de Espaderos, en la hacienda Montalván que le asignó San Martín en Cañete. Como reconocería luego en su correspondencia, el Perú le brindó no solo asilo, sino también amistad y consideración. No fue su patria nativa, pero sí su patria adoptiva, por lo que su agradecimiento fue eterno, como queda plasmado en sus últimas cartas.
La tercera y última charla del ciclo programado tuvo lugar el jueves 17 de agosto y se tituló “Bernardo O’Higgins y la Expedición Libertadora al Perú”, y tuvo como ponentes al Dr. Fernando Wilson, de la Pontificia Universidad Adolfo Ibáñez de Chile y a la Dra. Elizabeth Hernández de la Universidad de Piura, sede Lima. Era de importancia discutir el tema del empeño y apoyo económico que Bernardo O’Higgins, como presidente de Chile, inyectó al proyecto de la Expedición Libertadora. Así, un 20 de agosto de 1820 zarpó de Valparaíso al mando del general José de San Martín y, como se sabe, en septiembre desembarcó en Pisco, para más adelante enrumbar hacia Huacho, estableciendo San Martín su cuartel general en Huaura. Años después, en 1824, O’Higgins se quejaría de que, habiendo impulsado y financiado la Expedición Libertadora al Perú, no había podido participar en las batallas finales de Junín y Ayacucho, como era su deseo.