Estamos a un año del definitivo. Fue en 1824 cuando el Perú selló su independencia en las . Si bien en el 2021 el bicentenario del grito libertador pasó como una brisa, aún hay oportunidad para construir sobre los ideales republicanos de entonces y conmemorar el 2024.

Volquémonos a los años 20 del siglo pasado para tomar como ejemplo la puesta en valor de símbolos patrios que inspiren cambios de paradigmas políticos y sociales; ideas que sacudan a los peruanos de la apatía que les ocasiona esta década tan dura que les toca vivir.

En aquellos años, el Perú estaba en plena introspección y se representaba a sí mismo con un alma propia. Había terminado el afrancesamiento de la República Aristocrática y comenzaba el capitalismo. Fue en los años 20 del siglo XX, en la década del centenario de la República, y también durante algunos años después, que artistas e intelectuales se dedicaron a esbozar el imaginario de una nación peruana.

En el arte, iniciaba sus fotografías cusqueñas (1920), el arquitecto español Manuel Piqueras Cotolí diseñaba la (1921) y se volcaba al indigenismo (1924). En la política y las humanidades, fundaba el Apra (1924), publicaba sus “Siete ensayos” (1928) y comenzaba a destacar en las letras con “La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú” (1929), estableciendo entre ellos nuevos marcos desde los cuales interpretar la realidad del país. Algunos años después, Theodoro Valcárcel se consolidaba en la música clásica autóctona con su “Estampa peruana” (1939).

Fue una década en la que se buscó refundar el Perú no solo desde el Estado –con el dictador como modernizador–, sino a través del arte y las humanidades. Hubo en esos años una explosión intelectual que permitió forjar una imagen simbólica de nación a través de códigos morales y culturales. El arte y las humanidades nos pusieron un espejo en frente para que armáramos el rompecabezas del país sobre esa visión. Todo en el contexto de nuestro primer centenario, en momentos de corrupción y autoritarismo, como hoy.

¿Por qué, entonces, es imposible seguir ahora el camino del siglo pasado? ¿Por qué en vez de erigirse sobre su cultura el Perú se hunde en el barro de la miseria? Será porque mientras Leguía promovía el arte a través de Piqueras, Sabogal y Valcárcel, hoy se propone reducir el presupuesto de las Escuelas Superiores de Formación Artística. Será porque entonces los debates entre rivales –Haya, Mariátegui y Víctor Andrés Belaúnde, por citar unos pocos– estaban cargados de doctrina e ideas, a diferencia de la esterilidad y vacuidad de las intervenciones de quienes por estos días se enfundan el fajín. O porque había partidos políticos de verdad, no razones sociales de la delincuencia. Quizás porque entonces los periódicos nutrían sus páginas con reflexiones de los caminos que debía seguir el país, mientras hoy la información más consumida discurre por el desagüe de las redes sociales. Quién sabe si porque el peruano se desmoralizó. Pero, sin duda, porque el Perú ya no importa.

Hoy Chambi es un selfie, Piqueras un edificio de Surco. A Haya y Mariátegui los reemplazaron las tesis plagiadas, las universidades de cartón. Sabogal pasó a ser grafiti, Valcárcel un reggaetón.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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