"En estos días del bicentenario de la independencia se vienen restaurando ardorosamente, con gratitud y veneración patriótica, los monumentos de Lima" (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
"En estos días del bicentenario de la independencia se vienen restaurando ardorosamente, con gratitud y veneración patriótica, los monumentos de Lima" (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
Luis Martín  Bogdanovich

La conservación y restauración del patrimonio cultural siempre es una tarea que demanda de entendimiento y vocación. Estas son facultades que confluyen en el equipo que, desde la , ha dado inicio a un ambicioso proyecto para recuperar progresivamente, con integridad y autenticidad, el . Esto en el marco de la implementación de su plan maestro aprobado en diciembre del 2019.

Desde la antigüedad, el hombre le ha dado forma y significado a la materia, imitando con las manos y el intelecto aquello percibido por sus sentidos. A través de los siglos, la humanidad se perfeccionó en la imitación de la creación en su búsqueda de trascendencia.

En , los hombres edificaron con ingenio su ciudad, sus casas, templos y , constituyendo con los siglos nuestro patrimonio cultural, la herencia de nuestros mayores, testigo y testimonio de nuestro paso.

Con el tiempo, el significado que imprimieron los artífices a sus obras –en este caso, a los monumentos escultóricos de Lima– se fue desdibujando. De este modo, se debilitó la voluntad orientadora de su mensaje, viciando la sensibilidad de la imagen primigenia, el esplendor del bien y la verdad, con la pérdida de la belleza.

En estos días del de la independencia se vienen restaurando ardorosamente, con gratitud y veneración patriótica, los monumentos de Lima. Salen a la luz, tras décadas de olvido, la calidad y el prestigio de las proporciones y los materiales nobles. El bronce, el granito y mármol de los pedestales, relieves y figuras exaltan nuevamente la cumbre de las virtudes cívicas y morales de la república: sentido del deber, responsabilidad, defensa de la libertad y soberanía, entrega de la vida por la causa justa.

Bien merece la pena levantar la mirada e interpelarnos desde nuestro tiempo al contraste de la doctrina de quienes descansan imperecederos en sus podios pétreos.

La patria reconocida levantó estos monumentos para memoria y ejemplo de las generaciones venideras, para edificación y robustecimiento del espíritu nacional peruano. Su significado es a la vez sencillo y profundo. Los monumentos son los altares de la patria. En ellos, también se recuerda el holocausto que hicieron de sí mismos sus más calificados defensores. Por eso, la nación, conmovida y agradecida, puso sobre estas aras el incienso mejor, en recuerdo de la ofrenda desinteresada y generosa de sus héroes, que tomaron las armas sin dudar, sin preguntar y sin exigir nada.

La recuperación del estado de gracia de estos monumentos frente al envilecimiento de la incuria y el tiempo nos devuelve, nuevamente relucientes, las virtudes de los retratados: su verdad, su mediación con lo trascendente, su promesa redentora, su recordación perpetua, para seguir aconsejándonos con su doctrina.

Sirvan estas líneas para animar a muchos otros a seguir el camino de la restauración de la belleza que inspira y guía.

*El autor es gerente de Prolima.

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