En la comunidad awajún de Chapis, a dos horas en lancha de Saramiriza en la región Loreto, desde hace diez años una asociación de productores de aceite de aguaje viene vendiendo su producto al mercado de cosmiatría en Europa. Ahora las mujeres de la comunidad ganaron un fondo concursable y producen jabones de aguaje de alta calidad. Esta comunidad ha sido conocida por algunas noticias debido a los problemas de derrame de petróleo que la han afectado.

Pocos conocen que abundan en sus tierras los frutos de palmera como aguaje, ungurahui, huasaí o murumuru; pero estos nunca han sido vistos como base de una cadena productiva, al igual que otros productos no maderables. El bosque ofrece más que madera y, en pie, genera muchas oportunidades para su aprovechamiento. A cambio, el bosque y la biodiversidad que encierra necesitan ser cuidados y manejados de manera sostenible.

Como estas asociaciones, hay muchas en la lideradas por hombres y mujeres que ven en el aprovechamiento sostenible de sus recursos una oportunidad para generar ingresos y mejorar el bienestar de sus familias. La necesidad de efectivo es cada vez mayor y las actividades tradicionales como la caza, la agricultura de subsistencia o la pesca ya no son suficientes. El mercado y el Estado acarrean más presión a economías locales donde no hay empresas que generen empleo.

En una asamblea, el presidente de una comunidad señalaba que “para comprar cuadernos hay que tener dinero, para ir a la posta hay que tener dinero, para todo se nos pide dinero”. En la Amazonía, por su aislamiento geográfico y el costo del transporte, todo cuesta entre tres y cinco veces más. Ante esto, las economías ilegales e informales florecen: tráfico de fauna, tala ilegal, minería ilegal, trata de personas. Los esfuerzos de estas pequeñas asociaciones no pueden enfrentar solas tremendos desafíos. Sus instituciones referentes como municipios o gobiernos regionales están muy lejos, cuentan con pocos recursos y débiles capacidades técnicas para gestionar inversión pública.

Ante la aprobación del Ministerio de Economía y Finanzas de conformar una mesa ejecutiva para el desarrollo de la Amazonía, proponemos una serie de retos y alternativas que puedan conciliar la conservación de la biodiversidad y el desarrollo de sus comunidades:

En primer lugar, se requiere un marco de promoción, destrabe y simplificación desde lo estatal hacia los productos no maderables. Para garantizar un aprovechamiento sostenible se requieren instrumentos regulados por la autoridad regional forestal –gerencias forestales regionales– y supervisados por Osinfor. Pero para que se llegue a los permisos de aprovechamiento hay que formalizar la asociación; esto es, constituir la persona jurídica, sacar RUC y abrir una cuenta de banco. Todo esto implica costos impagables para cualquier comunidad, debido a la lejanía de los servicios públicos y las barreras lingüísticas que enfrentan para comprender los papeleos y trámites que deben cumplir. Esto explica por qué en la región Loreto, donde se registra el mayor consumo de aguaje –aproximadamente 200 mil toneladas al año–, solo el 2% de las comunidades que venden aguaje tiene un permiso de aprovechamiento. En otras palabras, casi todo lo que se consume es informal.

En las orillas de los ríos los acopiadores no preguntan por el origen de los frutos, solo el precio guía la compra. Las comunidades que optan por ser formales asumen costos que ningún cálculo de rentabilidad aceptaría.

Las empresas tampoco pueden incorporar en sus precios ese costo de incubación de los . Y si bien algunas ONG soportan el costo de este proceso, su nivel de escala es reducido y con poca capacidad de amplificarlo a un modelo de desarrollo regional. Hay que buscar un mecanismo para reducir los altos costos de simplificación, innovar para reducir los costos del transporte e invertir en infraestructura como energía limpia en puntos intermedios que dinamicen corredores económicos.

La presencia del sistema financiero en estas zonas es escasa. Apenas hay agencias de banca privada en las capitales y sus modelos de financiamiento son los tradicionales. Por ello, se corre el riesgo de reproducir financiamiento a los clientes de siempre y en productos como el café y el cacao, que tienen cerca de 30 años abriéndose un lugar en el mercado. Productos nuevos requieren otros modelos. Diferenciar tipo y tamaño de los bionegocios, así como la fase de incubación o aceleramiento en la que se encuentran, requiere un acompañamiento diferente. No podemos seguir exigiendo rentabilidad económica, hay que monetizar la rentabilidad social y ambiental que estos bionegocios producen. Sacar aguaje con escalamiento contribuye a mantener el equilibrio en los aguajes y la cadena que se alimenta de esos frutos, la humedad que requieren las turberas y el carbono que almacenan. Eso también tiene un valor.

La Amazonía está en riesgo, su riqueza y diversidad biológica y cultural se pierden todos los días. Las poblaciones locales se están quedando sin jóvenes porque estos han empezado a migrar en busca de oportunidades. Tomemos estas iniciativas como una palanca para escalarlas y mostrar que un desarrollo sostenible es posible frente a la tentación de lo ilegal.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Patricia Balbuena Palacios es exministra de Cultura y directora del Proyecto de Humedales del Datem del Marañón de Profonanpe