Al momento de escribir este artículo, el precio del barril de petróleo ha llegado a 58 dólares, casi la mitad de lo que costaba hace seis meses. Muchas empresas petroleras en el mundo tendrán que revaluar sus proyectos de exploración y explotación, empezando con los que tienen su “precio de equilibrio” por encima de los 70 dólares por barril. Esta caída drástica del precio del crudo beneficia al Perú porque somos importadores de petróleo, a pesar de tener inmensas reservas en nuestras cuencas geológicas. En el 2013, nuestro país gastó 3.355 millones de dólares en importar crudo. Si el precio sigue a la baja, como parece que seguirá, el próximo año podremos ahorrarnos la mitad de ese dinero y los consumidores de gasolina y diésel se beneficiarán con un precio menor de los combustibles, así como las industrias cuyas maquinarias funcionan a diésel. Sin embargo, nadie ha señalado lo que vamos a perder en regalías e impuestos: no hay que olvidar que más del 80% de los ingresos por regalías en el Perú vienen del sector hidrocarburos.
Pero quedarnos en este análisis cortoplacista sería de una miopía extrema. El desarrollo económico de un país necesita de un pensamiento lúcido, capaz de proyectarse en el futuro hacia el objetivo deseado. Ningún país del Primer Mundo ha logrado su desarrollo sin colocar la energía en un lugar prioritario de su estrategia política. Veamos solo un ejemplo: Corea del Sur. Después de la crisis del petróleo de la década de 1970 causada por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y no teniendo los coreanos ese recurso en su territorio, los líderes políticos entendieron que no llegarían al ansiado desarrollo si no aseguraban su suministro de energía. Así, en 1979 forman la Compañía Coreana Nacional del Petróleo (KNOC, por sus siglas en inglés) con el propósito declarado de “asegurar el estable suministro de petróleo para el desarrollo y mantenimiento de las industrias y la energía de los hogares”. Esta compañía produce petróleo y gas en Rusia, Kazajistán, Canadá, Golfo Pérsico, Indonesia, Libia, Nigeria y hasta en el Perú, teniendo reservas de 600 millones de barriles de crudo y 10 billones de reservas de gas. Es así como Corea aseguró la energía necesaria para convertirse en un país desarrollado y una de las más grandes economías del mundo.
El Perú debe decidir, a una escala estratégica, qué hacer con sus reservas de petróleo. Podemos decidir no luchar por nuestra autonomía energética y convertirnos en importadores netos y dependientes de otros países. O podemos decidir impulsar nuestra industria petrolera y utilizar este recurso natural. Si decidimos lo segundo, tenemos que ser conscientes de que nosotros no manejamos los precios del crudo y que estos se regulan en el mercado internacional. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es convertir al Perú en un país atractivo para la inversión petrolera, creando mejores condiciones que otros para la exploración y la explotación. Es decir, debemos volvernos competitivos para poder ganar en esta difícil situación mundial. Para ello, nuestros funcionarios deben ser más rápidos, más inteligentes y más creativos que los de otros países. Convertir este clima adverso en una oportunidad para crecer: ese es nuestro reto.