En un texto de 1986 titulado “El nacimiento del Perú”, Mario Vargas Llosa sostuvo que ni los caminos, ni las fortalezas, ni los templos eran lo más notable de aquella civilización con la que se toparon los europeos, sino que se había erradicado el hambre. Tiempo antes, Fernando Belaunde Terry, consciente de esa verdad incontrovertible, explicó cómo los antiguos peruanos se preocuparon por mantener un adecuado equilibrio hombre/tierra, en una época en la que, para todo fin práctico, la única actividad productiva era la agricultura.
Afortunadamente, en tiempos modernos, la erradicación del hambre ya no depende exclusivamente de la ampliación de la frontera agrícola porque existen otras fuentes de generación de riqueza. En efecto, en 1953 José María Arguedas publicó en “La Prensa” el artículo “La sierra en el proceso de la cultura peruana”. En ese texto afirmó: “El pequeño propietario campesino del valle (se refiere al Mantaro en las inmediaciones de Jauja-Huancayo) pudo conseguir capital trabajando, siempre eventualmente, en las minas; con ese capital mejoró el aprovechamiento de sus tierras, porque encontró un gran mercado donde colocar sus productos: Lima”. El acceso al mercado limeño se debió a que el Ferrocarril Central, que había llegado a La Oroya en 1893, impulsado por intereses mineros ávidos por transportar concentrados al Callao para su exportación, pudo extenderse hasta Huancayo en 1908.
Vemos, pues, cómo es falso aquello de que la minería no genera oportunidades para el común de las gentes. El progreso es resultado de la conjugación de múltiples emprendimientos e intereses.
Cajamarca es el departamento con más pobres del Perú. Sus tierras no son óptimas, salvo por pequeñas planicies como aquella en torno a la capital o la de Condebamba, por ejemplo. Además, sus posibilidades turísticas, siendo muy considerables, no compiten con las del Cusco, Puno o Arequipa.
Cajamarca, empero, es el departamento con mayor potencial minero de nuestra patria. Michiquillay, La Carpa, Galeno, Conga, La Granja, Perol, Chailhuagón, etc., contienen enorme riqueza potencial. Mientras los minerales permanezcan en el subsuelo solo tienen valor especulativo. Recuperarlos es lo que generaría provecho para miles de potenciales trabajadores y oportunidades para otros tantos agentes económicos que se convertirían en proveedores en la industria, en el transporte, en el comercio y también en la agricultura. Solo se requiere priorizar el interés de las mayorías y poner de lado el de los farsantes y los demagogos.
Ahora que Mesías Guevara asuma el gobierno regional de Cajamarca tendrá la oportunidad de contribuir a erradicar la pobreza fomentando el progreso, tal como hizo Belaunde impulsando el desarrollo de las minas Tintaya en Cusco y Cobriza en Huancavelica, o emprendiendo la construcción de la refinería de La Pampilla, o fomentando la exploración petrolífera gracias a la cual se descubrió Camisea. Solo así sabremos si sus elogiosos comentarios acerca de Fernando Belaunde son genuinos o si tienen únicamente la hueca sonoridad del bombo.