Este año ha sido el más caluroso jamás registrado, ya que el cambio climático ha provocado olas de calor, incendios forestales, inundaciones y sequías más frecuentes e intensas. La Amazonía, hogar de más del 10% de toda la biodiversidad del mundo, no se ha salvado de este fenómeno. El regreso de El Niño y las temperaturas récord del océano Atlántico Norte han contribuido con una de las sequías más graves registradas en la historia de la región, que ha afectado al menos a 600.000 personas e innumerables plantas y animales.
En este momento crítico, a todos los países les interesa ver la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 28) como una oportunidad para acordar el futuro de la selva tropical más grande del mundo. La Amazonía desempeña un papel crucial en la configuración del clima global: almacena entre 150 y 200 millones de toneladas de carbono, regresa grandes cantidades de vapor de agua del suelo a la atmósfera como un aire acondicionado masivo e influye en las lluvias en América del Sur y más allá. Su conservación es fundamental para cualquier programa realista de mitigación o adaptación al cambio climático.
Pero esta agenda es incompatible con la normalidad. La deforestación, la degradación de la tierra y el calentamiento global están aumentando la tasa de mortalidad de los árboles, lo que a su vez exacerba los incendios forestales y disminuye la resiliencia de los bosques. Esto está empujando a la región hacia un punto de inflexión catastrófico, que desembocaría en una muerte de los bosques a gran escala, la liberación de entre 110 y 275.000 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, un aumento de la temperatura global de entre 0,1°C y 0,2°C, y la desestabilización de otras partes del ecosistema terrestre. Si se cruzara este punto de inflexión, sería casi imposible para el mundo mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5 °C, el objetivo establecido por el Acuerdo de París del 2015.
Para proteger y evitar que la Amazonía alcance puntos de inflexión se requiere un cambio de paradigma. Un informe publicado por el Panel Científico para la Amazonía (SPA, por sus siglas en inglés) describe lo que se necesita.
En el informe se pide que se conserven, restauren y remedien los sistemas terrestres y acuáticos; el fortalecimiento de la gobernanza amazónica mediante el uso de procesos participativos; y el desarrollo de una nueva sociobioeconomía de bosques sanos y ríos caudalosos. Solo reconciliando la seguridad económica y ecológica con la prosperidad y la justicia social podremos crear una nueva hoja de ruta para el desarrollo que mejore los niveles de vida de las comunidades indígenas y proteja al mismo tiempo el medio ambiente.
La conservación de la Amazonía exige una acción inmediata. Si bien los líderes mundiales han prometido poner fin y revertir la deforestación para el 2030, se ha avanzado poco. El mundo desarrollado aún no ha cumplido su promesa de proporcionar US$100 millones anuales en financiación climática y pocos países han cumplido con el aumento de sus contribuciones en el ámbito nacional.
A escala regional, la Cumbre Amazónica de este año finalizó con Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, el Perú, Surinam y Venezuela declarando su compromiso con el fortalecimiento de la cooperación para proteger los bosques de la región y promover el desarrollo sostenible e inclusivo. Pero no fijaron una fecha límite para acabar con la deforestación, la minería ilegal y la exploración petrolera en la Amazonía.
Sin embargo, aún hay esperanza. Brasil, el Perú y Colombia han informado de una disminución de las tasas de deforestación este año, y los recientes acontecimientos políticos sugieren un impulso creciente para conservar la Amazonía. Además, la Cumbre Amazónica y la Declaración de Belém establecieron lo que la región pretende lograr en la COP 28. El SPA también ha lanzado una serie de informes de políticas para la COP 28, que sintetizan las prioridades y las oportunidades de acción de la región.
El principal de estos objetivos es una moratoria inmediata de la deforestación y la degradación en áreas que ya se acercan a un punto de inflexión, y el fin de la deforestación y la degradación para el 2030. Esto ayudará a preservar la integridad de la biodiversidad y los ecosistemas de la Amazonía. También será necesario invertir y ampliar los esfuerzos de conservación y monitoreo, el manejo sostenible de los bosques, la restauración forestal a gran escala y la remediación del paisaje, combatir las actividades ilícitas y preservar los derechos territoriales de los pueblos indígenas mediante mejores políticas públicas.
La COP 28 es una gran oportunidad para garantizar la supervivencia y el bienestar de la Amazonía. Pero a medida que el bosque más grande del mundo, fundamental para la regulación del clima y la biodiversidad global, se acerca peligrosamente a un punto de inflexión, debemos tomar medidas drásticas e inmediatas.
–Glosado, traducido y editado–
Project Syndicate, 2023
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