Desde que dejó de ser una colonia británica en 1997, Hong Kong (HK) se ha regido por el modelo de “un país, dos sistemas”, el cual le ha otorgado ciertos niveles de autonomía que incluyen una prensa y un sistema judicial independiente. Cuando China anunció que la primera elección democrática en la historia de HK programada para el 2017 procedería, pero que un comité predeterminaría a los candidatos para jefe ejecutivo, las protestas se intensificaron ya que muchos coincidieron en que eso no era una elección libre.
Los estudiantes han liderado lo que ahora se conoce como la revolución de los paraguas, pero el movimiento se ha expandido y ha incorporado a otros sectores que también han canalizado a través de las protestas su insatisfacción general con la realidad política de HK y su frustración con no encontrar trabajos bien remunerados. La isla enfrenta elevados niveles de inequidad, altas tasas de pobreza y precios de vivienda que se encuentran entre los más caros del mundo.
Para Beijing, Hong Kong ya no tiene la importancia económica de antes, pero igual ejerce un rol clave, ya que, entre otros factores, es el tercer centro financiero más importante después de Londres y Nueva York, representa el principal punto de entrada para la inversión extranjera directa en China y más de 3.500 compañías extranjeras tienen su sede ahí porque confían en el sistema legal y la estabilidad del territorio.
Es imposible que Xi Jinping, presidente de la República Popular China, permita la elección de alguien que no sea favorable al partido. Pueda que se hagan concesiones, como en relación con la composición del comité que vetaría a los candidatos nominados, pero incluso eso sería bastante para un gobierno que ha demostrado que no negocia en temas internos. Además, los mismos hongkoneses están divididos frente a la propuesta electoral de Beijing: en una encuesta de setiembre 48% indicó que debía rechazarse frente a un 39% que sí se mostró favorable.
El sábado C. Y. Leung, el jefe ejecutivo de HK, dio un ultimátum y dijo que si para hoy los manifestantes no abandonaban las calles, “tomará todas las acciones necesarias para restaurar el orden social”. Beijing sabe que los enfrentamientos iniciales con gas lacrimógeno fueron contraproducentes y que no puede permitirse algo similar a los terribles sucesos de Tiananmen por la condena internacional que significaría, pero a la vez tampoco dejará que se desobedezcan sus órdenes.
Ayer se reportaba que grupos de manifestantes se habían comenzado a retirar y que una de las tres organizaciones que lideran las protestas había comenzado conversaciones con el gobierno de HK. Sin embargo, muchos permanecerán en las calles y serán esas diferencias sobre cómo proceder las que evidenciarán las fracturas internas y las dificultades que se presentan cuando no existe un liderazgo central. Por lo pronto, no hay cómo saber si Xi Jinping escogerá deshacerse de Leung como concesión a las demandas, si arremeterá contra los manifestantes o si seguirá, como hasta ahora, contemplando las preguntas que todos nos hacemos cuando nos encontramos en medio de una tormenta sin un paraguas y debemos decidir si esperar a que se calme la lluvia o enfrentarla sin saber si se tornará violenta o cederá.