Las relaciones internacionales fluyen por diversas vías, son cada vez más interdependientes y los estados deben disponer de todos los resortes posibles para preservar su soberanía e integridad territorial.
La primera manifestación soberana reconocida a los países independientes, lo sostenía en estas páginas el 2 de enero de 1994, es la facultad de legación o mantenimiento de relaciones exteriores. Ello implica contar con una cancillería y con un cuerpo diplomático.
Venecia legó a Occidente la misión y la lógica estructural y funcional de una cancillería, respondiendo al requerimiento fundamental de analizar, prever, priorizar y ejecutar las medidas calculadas y necesarias en variados y cambiantes escenarios para la consecución de su finalidad. Para eso cuenta con un abanico de opciones ante la adversidad, provocación o agresión externa, sea verbal, escrita u otras.
Desde hace buen tiempo, el Perú resiste una embestida ideológica configurada en el exterior que destina recursos, tiempo y espías. Con colaboradores nacionales cual tenazas articulando las dos puntas, buscan nuestra implosión política y social, y hoy adicionan la del gobierno constitucional para hacerse con nuestras libertades y riquezas.
La consecuencia de las injerencias externas no es un “enfriamiento” de las relaciones bilaterales. No nos equivoquemos con lo que la embestida busca. Llamar a las cosas por su nombre es el primer e insustituible paso para combatirlas.
El sábado pasado el presidente Gustavo Petro denostó al Perú y singularmente a nuestra Policía Nacional. No es la primera vez que lo hace y –como otros cinco gobiernos: Honduras, México, Bolivia, Argentina y Chile– se entromete inaceptablemente en nuestros asuntos, lo que es reprochable y denunciable.
El colombiano, conocedor de armas, secuestros, emboscadas y asaltos, sostuvo el domingo pasado que “en el Perú marchan como nazis”, aludiendo a nuestra policía. Petro, además, cometió un error histórico sin mayor esfuerzo, ya que, como buen marxista tributario de Stalin, omitió que el soviético fusiló a millones de sus connacionales.
Torre Tagle, conforme con su misión y tradición, ha tomado 11 medidas específicas contra las interferencias extranjeras, según informó este Diario el último domingo. A la fecha, la más dura ha sido la expulsión de los embajadores de México y de Honduras.
En relación con la intromisión externa en nuestros asuntos, es oportuno recordar las palabras de nuestra canciller, Ana Cecilia Gervasi, en la reciente cumbre de la Celac:
“El 7 de diciembre se produjo un golpe de Estado en el Perú. El entonces presidente Pedro Castillo anunció, en cadena nacional de televisión, la disolución inconstitucional del Congreso de la República y ordenó a la fuerza pública intervenirlo, así como intervenir el Poder Judicial, el Ministerio Público, el Tribunal Constitucional y la Junta Nacional de Justicia; entidades que se encontraban a cargo de investigar las denuncias en contra del exmandatario por casos de corrupción y de crimen organizado”.
La canciller también lamentó que “países particularmente cercanos” priorizaran la afinidad ideológica en vez de apoyar nuestro proceso constitucional. Esto es lo que se sabe, pero nuestra diplomacia histórica siempre encuentra los cauces para persuadir, rechazar, aislar o revertir, según corresponda, la hostilización de los países que se empeñan en continuar vulnerando los principios y las normas internacionales que regulan la convivencia pacífica entre los estados.
Ante la bárbara y cobarde emboscada de nuestros nuevos policías héroes, y escuchando el clamor nacional, el contundente rechazo presidencial a la subversión y al narcotráfico, el público respaldo a nuestros uniformados y el compromiso de intensificar la lucha contra los miserables, lo que no sucedió en recientes años, no hay espacio para dudas.
A pesar de las medidas tomadas, se continúa afirmando en el exterior que lo sucedido el pasado 7 de diciembre constituyó un golpe de Estado cívico-militar, lo que resulta absolutamente falso.
Finalmente, constatando la recurrencia de las agresiones externas, nos corresponde a quienes deseamos vivir en paz y en democracia deplorarlas y redoblar esfuerzos para informar la verdad en el exterior. No debemos callar.