Según Irán, su ataque contra Israel fue en respuesta al asesinato, entre otros, del líder de Hamas, Ismail Haniye. Lo que implica una doble ironía. Hezbolá sostiene que cesará sus acciones contra Israel si se produce un cese del fuego en Gaza (como lo hizo durante el cese del fuego acordado en noviembre pasado). Pero el que, a través de intermediarios, negociaba un cese del fuego en Gaza con Israel era precisamente Haniye.
Si das muerte al negociador de la otra parte, no parece que tu objetivo sea conseguir un cese del fuego. Benjamin Netanyahu podría argumentar que Haniye era un criminal que merecía morir. Coincide con él la fiscalía de la Corte Penal Internacional, que pidió una orden de arresto contra Haniye por crímenes de guerra y de lesa humanidad.
La segunda ironía es que esa fiscalía también pidió una orden de arresto contra Netanyahu por crímenes de guerra y de lesa humanidad, incluyendo el causar hambre entre los civiles de la franja de Gaza como método de guerra. Además, la Corte Internacional de Justicia aceptó una demanda por genocidio contra Israel y declaró la ilegalidad de su ocupación de territorios palestinos.
Durante el último año, en torno a Oriente Medio, he sido invitado a participar en esta sección del Diario en dos ocasiones. La primera fue tras los atentados terroristas de Hamas en octubre del 2023 y la segunda fue tras el reciente bombardeo de Irán contra Israel: no cuando el atacante era Israel o las víctimas no eran israelíes.
Esa mención no busca singularizar a este Diario porque lo dicho es común y no solo entre los medios peruanos. Años atrás un reportaje de la revista “Foreign Policy” revisó la cobertura en medios de los 10 países que encabezaban su índice de “estados fallidos” y descubrió que esa cobertura no guardaba ninguna relación con la ubicación del país en el índice: era el interés que el país despertaba entre las potencias occidentales lo que explicaba el grado de cobertura. Y ese interés no se basaba en las bajas civiles involucradas.
El conflicto entre Israel e Irán se inicia con el surgimiento del régimen islamista tras la revolución iraní que derrocó a la monarquía en 1979.
El nuevo gobierno de los ayatolas hizo de la destrucción del Estado Israelí una especie de meta sagrada. La mantuvo aun cuando la propia Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat se sentó en la mesa para negociar con los israelíes y firmar los acuerdos de Oslo en 1993. Mientras que, paulatinamente, los países árabes han ido aceptando la existencia del Estado hebreo como un hecho irreversible, algunos lo reconocían y la mayoría ofrecía reconocerlo a cambio de la creación de un Estado palestino, los ayatolas se aferraron a su dogma. Su guerra contra Israel ha sido, hasta ahora, básicamente indirecta, mediante una red de milicias aliadas, entre las que se encuentra el Hezbolá libanés. Por cierto, esto es lo que en gran parte le permite a la Guardia Revolucionaria, ejecutor de esa estrategia, “justificar” su enorme poder en la sociedad iraní, no solo político, sino también económico.
Ahora se ha llegado a una situación en la que los israelíes, tras el terrible golpe sufrido hace casi un año a manos de Hamas, han entrado en una dinámica que sienten que puede llevarlos a acabar de una vez por todas con su enemigo de los últimos 45 años. Ello, más allá de las reticencias de Estados Unidos, que, a la par de prestarles solícitamente todo su apoyo, ha intentado, infructuosamente, moderar su ímpetu. Como el presidente de EE.UU., Joe Biden, es “ninguneado” por Netanyahu, los estadounidenses podrían verse arrastrados a una guerra total que no quieren. Peor aún para la Casa Blanca, varios analistas coinciden en que esa conflagración perjudicaría la campaña de Kamala Harris y favorecería a Donald Trump. En esta dinámica, tal vez rusos y chinos sí puedan hacerse escuchar.
En todo caso, los ayatolas, con su guerra insensata y absurda contra los israelíes, les han dado el argumento perfecto para distraer al mundo de la expansión de la colonización de Cisjordania y de la continuación y el agravamiento de los abusos de los israelíes contra los palestinos.