Ernesto Cabral, de Ojo Público, y Christopher Acosta, de Latina, han sido procesados por su labor periodística. (Ilustración: Giovanni Tazza).
Ernesto Cabral, de Ojo Público, y Christopher Acosta, de Latina, han sido procesados por su labor periodística. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Christopher Acosta

Nadie que demanda a un periodista por S/100 millones persigue algún sentido de justicia. La cifra, imposible, persigue más bien otra cosa: meter miedo; causar desconcierto; y tener un efecto aleccionador: esto es lo que te puede pasar si te metes conmigo. Dicho en otras palabras, lo que dejó en evidencia en para El Comercio: que la querella que ha interpuesto en mi contra es “para hacerse respetar”. Quizá la frase más honesta del político y empresario sobre el asunto desde que apareció el libro.

Publiqué con Penguin Random House un perfil periodístico de César Acuña que recorre pasajes hasta entonces inescrutables de la vida del candidato. Una investigación que halla en la historia del líder de APP un patrón: arreglar sus asuntos problemáticos públicos, en estricto privado. El libro presenta evidencia sobre la práctica recurrente de Acuña de celebrar acuerdos extrajudiciales que le permiten acallar a quienes agravia, a través de millonarias compensaciones, que se firman incluyendo severas cláusulas de silencio. Con el mecanismo, consigue dos cosas: extraer del escrutinio público esas controversias, además de evitar potenciales sentencias judiciales.

Pero no es eso lo que parece molestarle a César Acuña. La demanda no queja en absoluto esas informaciones, sino las más triviales. Para matizar esos asuntos, recurrí a archivo periodístico, fiscal y judicial publicado sobre el personaje desde los años 80, y tomo de allí algunas frases textuales que sobre él han pronunciado en diversos momentos personas de su círculo más próximo: acreedores, exparejas, trabajadores de sus empresas, y hasta una exsecretaria del Servicio Nacional de Inteligencia. Todas personas identificadas en el libro con nombre y apellido. A Acuña parece no gustarle lo que esas personas dicen o cuentan de él. Entonces me demanda a mí.

Cuando en la última audiencia judicial en la que nos vimos las caras, mi abogado, Roberto Pereira, le preguntó a Acuña por qué no había accionado legalmente contra estas personas en el momento en el que hicieron tales declaraciones, el empresario regaló otra frase reveladora: “porque ellos no han publicado un libro”. Deja así en claro el objetivo de la querella: castigar el hecho en sí mismo de la investigación y publicación de su historia. Un atrevimiento.

La defensa de César Acuña, en declaraciones , ha dicho que retirarían la demanda “si el periodista ofrece disculpas”, lo que le da a la intentona judicial de Acuña un nuevo matiz: la coacción. O me pides disculpas, o embargo tus bienes. Pero no se pide disculpas por publicar un libro. Menos cuando no se tiene certeza de qué es lo que le disgusta tanto al señor Acuña. Conozco sí los fragmentos que quejan sus abogados, pero tengo un genuino interés por saber qué lo pone de tan mal humor a él. Quizá no lo sepa nunca. Acuña ha aceptado públicamente que no ha leído el libro.

Si algún mérito posee “Plata como Cancha” quizá sea ese: que sigue construyendo el perfil público de César Acuña, aún después de publicado.