“El sector educación no puede reproducir las mismas brechas de la sociedad”.
Frente a la crisis de aprendizajes que nos dejó la pandemia, debemos desarrollar mayor madurez política para afrontar la necesaria modernización de la educación, aquella que asegure colocar a los estudiantes en el centro de la política educativa.
Lo primero será mejorar la calidad de nuestras regulaciones. Lo sucedido con la reforma universitaria es un síntoma de que las decisiones con intereses políticos se están imponiendo sobre la rigurosidad técnica. Este mal podría propagarse a otras reformas como la magisterial.
Para repelerlo, la calidad regulatoria exige tomar decisiones con evidencia. Por ejemplo, los aprendizajes en los ámbitos urbanos son significativamente mayores que en los rurales, en los que los estudiantes con lenguas originarias tienen resultados aún más bajos. Esta desigualdad refleja una fractura social histórica en nuestro país.
Si la educación promete un futuro con igualdad de oportunidades para todos, entonces en la actualidad el sector educación no puede reproducir las mismas brechas de la sociedad. En el ámbito rural, por ejemplo, se deben ofrecer mayores incentivos para que los mejores docentes enseñen donde los aprendizajes son más bajos. Así, reasignar parte del aumento generalizado de los salarios docentes a estos incentivos específicos tendría un mayor impacto sobre los aprendizajes.
Esto está relacionado con la segunda estrategia: elevar la productividad de los recursos. Otra prioridad, antes que el incremento salarial, debería ser la contratación de más horas a los docentes que asegure mayor apoyo a los estudiantes, reuniones con sus familias y, sobre todo, tiempo para capacitarse frente a los nuevos retos que nos dejó la pandemia, como la atención socioemocional.
Bajo esta estrategia, urge un cierre acelerado de la brecha de infraestructura educativa. Nos tomaría más de tres décadas cerrarla al actual ritmo de inversiones. Por ello, se deben priorizar invertir en colegios con riesgo, mejorar las capacidades de los ejecutores y aumentar la inversión pública.
Imagine un terremoto en horario escolar. Esa pesadilla debe motivar la suficiente madurez para reforzar la cartera de inversiones priorizadas bajo los lineamientos del Invierte.pe y así llevar el dinero donde sea más urgente, mientras que los gobernadores y alcaldes deben reemplazar la fijación de inaugurar colegios por la construcción de equipos de trabajo que los construyan con efectividad y transparencia. Si las inversiones crecen bajo estas condiciones, el cierre de la brecha se podría dar en 20 años o menos.
La tercera estrategia busca un gobierno abierto que fortalezca su relación con el estudiante a lo largo de su vida. Ello va desde enseñarles a abrazar las bondades de las inteligencias artificiales (IA) ahora para abrirles más puertas en el futuro hasta la atención de medidas específicas para su desarrollo.
Por ejemplo, atender oportunamente las denuncias de violencia en el SíseVe, difundir el Identicole para encontrar la mejor educación pública o privada al alcance de cada familia, ampliar la educación técnica para emplear a más jóvenes, entre otras medidas, son acciones que no están recibiendo luz para crecer, sino la sombra de la inmadurez política.
“El reto más difícil es la recuperación de los aprendizajes. Para lograrlo recordemos lo aprendido durante la pandemia: la educación presencial es irreemplazable”.
Luego de tres años, nueve millones de estudiantes peruanos vuelven a las aulas sin la amenaza del COVID-19, pero lo hacen en medio de un contexto político-social incierto y con muchos retos para la educación peruana. Retos que aún no nos tomamos en serio.
La estabilidad política, el cierre de brechas económicas, la convivencia en democracia y los valores éticos del Perú futuro se juegan en las aulas. La educación es el partido más importante pero las tribunas están vacías.
Las condiciones básicas para el retorno a las aulas están peor que antes de la pandemia. En el 2019, el 37% de los colegios públicos estaba en óptimas condiciones; hoy solo el 20%. Se requieren S/10 mil millones más que hace cuatro años para mejoras en infraestructura.
El reto más difícil es la recuperación de los aprendizajes. Para lograrlo recordemos lo aprendido durante la pandemia: la educación presencial es irreemplazable y la comunidad educativa debe impedir a toda costa el cierre de escuelas. En la escuela, los estudiantes desarrollan habilidades socioemocionales que son la base para el aprendizaje. En las escuelas se debe hablar de emociones. La evaluación es imprescindible para medir progresos y priorizar acciones. Tenemos maestros comprometidos con sus estudiantes, que lo dan todo.
Este 2023, nuestros 500 mil maestros tienen el reto de construir un vínculo cercano y sólido con cada uno de sus estudiantes. Numerosos estudios muestran una fuerte correlación entre el vínculo docente-alumno y mayor participación, asistencia y desempeño académico del alumno. El maestro ya sabe que el trauma vivido durante la pandemia y el contexto político volátil causan estragos en la psiquis y que la escuela es el espacio de contención y elaboración. El maestro debe mapear el nivel en el que se encuentran sus estudiantes para, a partir de allí, plantear estrategias para la recuperación de lo perdido. Estrategias en las que han debido de formarse.
La gestión es otro reto gigante. Todo director tendría ya que haber ejecutado el presupuesto de mantenimiento de su escuela y contar con el material educativo distribuido por el Minedu. Las UGEL tienen que lograr este año ejecutar los presupuestos que se les asigna con transparencia, a tiempo y eficientemente. No podemos voltear a reclamarle al Minedu si el presupuesto no es invertido. El reto del Minedu es mantener la continuidad de las políticas educativas. Estas toman tiempo en cristalizarse en resultados.
Finalmente, un reto adicional que trae el 2023 es la inteligencia artificial. El reto está en saber emplearla como una herramienta de aprendizaje. Al igual que las calculadoras o las laptops en su momento, ahora el ChatGPT es una poderosa herramienta para generar ideas, primeros borradores, sobre los que realizar análisis críticos y llevar nuestras capacidades de pensamiento creativo a un nivel más alto, tanto en alumnos como maestros.
Necesitamos al Perú enfocado en la educación. Necesitamos tribunas llenas.