Dina la ausente

Daniela Ibáñez de la Puente

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Daniela Ibáñez de la Puente

Gobierno de minorías

Félix Puémape

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Félix Puémape

“El Perú es un país complicado de gobernar, pero cuando no existe hoja de ruta es aún más difícil”.

Se dice que los seres humanos estamos en constante contradicción y Dina Boluarte no es la excepción. Lejanos son los tiempos en los que Boluarte proclamaba lealtad a Pedro Castillo, llegando a declarar –cuando era ministra de Estado– que si Castillo se iba, ella también.

Boluarte es una política opaca, no despierta simpatía, ni tiene un aura ni mística particular y, sobre todo, se le percibe como ausente; otros miembros de su Gabinete, principalmente el primer ministro, parecen contar con mayor protagonismo que ella y sus sucesivos viajes al exterior han significado un duro golpe. Es así que nueve de cada diez peruanos la desaprueban. La oposición ciudadana a su gestión está resignada al statu quo, pues se percibe que culminará su mandato y, por lo tanto, las movilizaciones sociales contra su gestión no se han reactivado a los niveles de principios de año.

La gestión de Boluarte este año ha sido insatisfactoria para cubrir las demandas ciudadanas. La principal preocupación de la población es la inseguridad y la delincuencia. En ello, el Gobierno prioriza medidas populistas –como el aumento de penas por crímenes– y, además, adopta un discurso populista que colinda con lo xenofóbico al culpar a la población venezolana del aumento de la ola del crimen. Cada día ocurren más tragedias por falta de presencia policial, como la ocurrida en Pataz este último fin de semana.

No menos importante es el hecho de que el Gobierno ha demostrado ser ineficaz en revertir la recesión económica que actualmente vivimos, lo que genera hambre y pobreza. El primer error fue no aceptar que existía una recesión durante meses. El segundo error ha sido tener demasiada confianza en que un ‘shock’ de inversión pública y planes de empleo temporal puedan reactivar la economía. El tercer error ha sido no atender las demandas del sector privado, como revertir la agenda laboral restrictiva impuesta por el gobierno anterior y asignar lotes petroleros a Petro-Perú. Se proyecta que la inversión privada caerá en 8% este año según el BCR, lo que impactará en la generación de empleo y además aumenta la motivación de cada vez más (jóvenes) peruanos que buscan dejar el Perú.

Mientras tanto, el Congreso de la República está más preocupado en emitir leyes populistas que en fiscalizar adecuadamente al Gobierno. Boluarte no cuenta con una bancada congresal debido a que la izquierda la defenestró en el momento del rompimiento con Pedro Castillo. Sus tímidas alianzas con el centro congresal –por el momento– permiten que su mandato no culmine prematuramente. A diferencia de Martín Vizcarra –que también llegó al poder como vicepresidente–, Boluarte no cuenta con capital político para polarizar con el Congreso, lo que aumenta la frustración ciudadana en ambos poderes.

El balance del primer año de Dina Boluarte en el poder es insatisfactorio. El Perú es un país complicado de gobernar, pero cuando no existe una hoja de ruta es aún más difícil.

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