“Arequipa necesita un gobernador que reinicie las obras e impulse la reactivación económica”.
Desde hace cinco años Arequipa enfrenta una crisis política de la que no se puede recuperar; una crisis que va muy de la mano con la corrupción. Tres días antes de que la exgobernadora Yamila Osorio culminara su gestión (28 de diciembre del 2018), el Ministerio Público intervino la Gerencia Regional de Transportes donde operaba una presunta organización criminal dedicaba a cobrar coimas a los transportistas de miniván. A su gerente de Transportes lo internaron en la cárcel y su asesor está prófugo de la justicia.
Osorio se fue, dejando el proyecto más importante de la región (Majes Siguas II) paralizado, tres hospitales inconclusos, la carretera Arequipa-La Joya abandonada y una variante de Uchumayo plagada de irregularidades. En ese panorama, el 2019 asumió el cargo Elmer Cáceres Llica, respaldado por los electores de provincias y los sectores relegados. Desde un inicio instauró un gobierno populachero y lleno de excentricidades.
Con la llegada de la pandemia, Arequipa se hundió en la crisis sanitaria. Con un hospital regional (Honorio Delgado) colapsado y el otro (Goyeneche) cayéndose a pedazos, el golpe del COVID-19 fue devastador. La incapacidad de Cáceres, que promovía el consumo del dióxido de cloro y exigía vacunas rusas, generó un caos en el sector Salud que derivó en la muerte de cientos de personas. Ante el desgobierno, el Minsa intervino.
Más adelante caímos en cuenta de que el circo que montaba con sus declaraciones polémicas, eran cortinas de humo para distraer la atención sobre su verdadero papel. El 23 de octubre del 2021 el gobernador fue detenido en un megaoperativo, junto a consejeros regionales y funcionarios de su gestión, por liderar una presunta organización criminal que, según la fiscalía, compraba a los consejeros para sus intereses. Cáceres fue internado en la cárcel.
El vicegobernador, Walter Gutiérrez, asumió el cargo, pero a los 27 días falleció. Lo sucedió su hija, Kimmerlee Gutiérrez, que era consejera regional. El Gobierno Regional de Arequipa (GRA) está en piloto automático. La contraloría indicó que en Arequipa hay 94 obras paralizadas. Según el Índice de Competitividad Regional, la región está en el puesto cuatro en el ránking nacional por debajo de Moquegua y Tacna; en el 2018 era el segundo. El MEF informa que la ejecución de proyectos de inversión del GRA tiene un avance del 46,5%. El GRA está estancado, pero la fiscalía ya inició una investigación a la gestión de Gutiérrez por el caso de “trabajadores fantasmas”.
En este escenario, 14 candidatos se disputan el sillón regional. De acuerdo con la encuestadora Datum, el candidato Rohel Sánchez (Yo Arequipa) lidera las preferencias con 23%, él participa por primera vez y va con la organización que fundó el exasesor prófugo de Yamila Osorio. Le sigue Javier Ísmodes (Arequipa Tradición y Futuro) con 13,5%, es su cuarta postulación con distintas agrupaciones. Héctor Herrera (Arequipa Avancemos), que también tiene 13,5%, es antiminero y va por su segundo intento. El exlegislador Marco Falconí (Fuerza Arequipeña) que obtuvo el 8,9% va por su cuarta campaña. La campaña es a muerte.
Es cierto que Arequipa necesita un nuevo gobernador que reinicie las obras e impulse la reactivación económica, pero también le urge un político que restaure la imagen deteriorada de la autoridad regional.
“Arequipa pasa por su peor momento en lo que va del milenio. Nos toca sacarla de allí. Votemos bien”.
El desastre de la política nacional se ha repetido en la región Arequipa, la segunda más importante del Perú. El gobernador electo, Elmer Cáceres Llica, está preso. Es investigado por liderar una organización criminal (Los Hijos del Cóndor) con la que presuntamente traficaba terrenos a cambio de favores políticos. Su sucesor Walter Gutiérrez nunca llegó a serlo propiamente pues falleció por COVID-19. Fue su hija, Kimmerlee Gutiérrez, la que asumió la dirección de la región, por elección del Consejo Regional, con una gestión que está en nada.
En resumen, estos últimos cuatro años han sido un período perdido para Arequipa; es decir, que ni siquiera se estuvo en un piloto automático, como en años anteriores. La crisis política nos pasa una factura alta que se traduce en un presupuesto regional ejecutado ineficientemente (no se llega ni al 50%), cero proyectos de envergadura o desarrollo, el descenso al cuarto lugar en el Índice de Competitividad Regional, entre otros indicadores, que duelen en los bolsillos y hogares arequipeños.
Ante este panorama es que el voto, al menos informado, se vuelve necesario, urgente, obligatorio. Cáceres Llica ganó las elecciones pasadas con algo más de 93 mil votos de diferencia. Su elección, dicen los analistas, fue un grito de las provincias, un rechazo al centralismo, a los políticos tradicionales (cualquier parecido con la situación nacional, no es coincidencia), pero de él ya se sabían antecedentes nefastos que incluyen hasta una denuncia por violación. Nada de eso pesó en un buen grupo de electores arequipeños, tristemente.
El 2 de octubre iremos a las ánforas otra vez. Son 14 los candidatos que aspiran el Gobierno Regional de Arequipa (GRA), varios son viejos conocidos de la política regional, eternos candidatos para este cargo; otros son nuevos y ni parece no interesarles hacer campaña, otros tantos han ido saltando de movimiento o partido en su afán de alcanzar un cargo público. Esto evidencia cero ánimos de servicio y menos alguna ideología o convicción política.
La pelea, según una encuesta de Datum solicitada por la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa, está entre cuatro candidaturas. La de Rohel Sánchez, exrector de la UNSA; Javier Ísmodes, excandidato al GRA y empresario; Marco Falconí, excongresista y eterno candidato al GRA; y Héctor Herrera, conocido por ser abogado de los dirigentes opositores al proyecto Tía María (tema que muchos usan de caballito de batalla para ganar votos). Pero, según la misma encuesta, ninguno pasaría del 30% de votos para ganar la elección en primera vuelta.
Si ese panorama se da, pasaremos a segunda vuelta, como ocurrió en las dos últimas elecciones regionales, y los arequipeños tendremos más tiempo para trata de elegir bien. Ahora las propuestas generales abundan, pero los cómo escasean y casi ni existen. Ninguno ha presentado a sus cuadros técnicos y es que saben que el voto es emotivo, hay que caerle bien a la gente. Por favor, que este no sea el caso, no repitamos el mal plato. Arequipa pasa por su peor momento en lo que va del milenio. Nos toca sacarla de allí. Votemos bien.