“Las universidades con docentes que han incurrido en esta prácticas no han entendido que no basta con promover la cantidad de artículos”.
El pasado domingo, en el programa “Punto final”, dirigido por Mónica Delta, vimos con estupor el reportaje de José Miguel Hidalgo sobre la compra y venta de artículos académicos. Si bien ya hace algún tiempo algunos científicos y autoridades en ciencia y tecnología venían denunciando que la autoría científica se estaba manipulando cada vez más fácilmente, lo visto en el reportaje sobrepasa todos los límites.
La medición de la producción científica se realiza usando diferentes indicadores, como el número de publicaciones, las citaciones de los artículos científicos, la colaboración internacional y el número de patentes, entre otros. De estos, el más usado es el primero de los mencionados, pues está reportado en la mayoría de las bases de datos y es sencillo de medir. De allí que, en el Perú, tanto las universidades como diversas instituciones del Estado (Concytec, Sunedu, Sineace) utilizan con frecuencia este indicador para evaluar a docentes e investigadores, incluyendo bonos de reconocimiento por mejorar la producción científica de sus instituciones.
Sin embargo, los logros en investigación de universidades como la UPCH, la UNMSM o la PUCP resultan no solo de su productividad científica, sino, principalmente, de la calidad de sus grupos de investigación, de una cultura de integridad científica, de sus redes colaborativas internacionales y de su infraestructura y equipamiento. Las universidades que cuentan con docentes que han acudido a estas prácticas fraudulentas no han entendido que no basta con promover el número de artículos, sino principalmente los valores y la cultura institucional arriba señalados.
Es muy importante, por esto, que los vicerrectorados de investigación de cada universidad peruana cuenten con una política de investigación científica que permita, en primer lugar, generar una cultura institucional de investigación, que apoye y valore la investigación con decisión y recursos.
En segundo lugar, deberían de fomentar una cultura de integridad académica y ética implementando programas de formación y educación en ese sentido, poniendo énfasis en el uso adecuado de fuentes, manejo de datos, autoría y derechos de propiedad intelectual.
De igual forma, se deben establecer mecanismos de detección, denuncia e investigación de actividades fraudulentas, como la compra y venta de artículos científicos o el pago a investigadores (que sí investigan) por incluir doble filiación en publicaciones sobre estudios de una sola institución, entre otras prácticas.
Asimismo, es necesario instituir medidas disciplinarias para el fraude científico, como establecer un comité especializado que genere la retractación de las revistas científicas con las publicaciones tramposas, que considere el despido del involucrado y que comunique el resultado de las investigaciones.
Finalmente, Concytec, Sunedu y Sineace deberían también generar políticas más claras, mecanismos de denuncia y medidas disciplinarias contra la mala conducta científica, como la suspensión del registro de investigador, la revocación de los fondos de investigación o, eventualmente, la suspensión del licenciamiento o la acreditación, así como incluir acuerdos de cooperación internacional para el intercambio de información.
“Lo que estamos presenciando es la ausencia de los pilares que convierten a la ciencia en el motor del desarrollo”.
Los científicos desempeñan un papel fundamental en la generación de conocimiento que, cuando se integra efectivamente en los procesos de la sociedad, se convierte en la base del desarrollo y la prosperidad económica de las naciones. Esta integración otorga a los científicos un profundo sentido de trascendencia y responsabilidad. Para que la sociedad abrace el conocimiento científico como el cimiento de su bienestar, se requiere una confianza sólida tanto en el conocimiento producido como en sus principales actores, los científicos. Por lo tanto, los pilares de la ciencia incluyen la excelencia, la evaluación por pares como guía, la honestidad científica, la ética, la integridad en la investigación y una serie de comportamientos implícitos adquiridos durante la práctica de la ciencia de excelencia.
Sin embargo, a lo largo de la historia, la actividad científica en el Perú ha sido limitada debido a la falta de interés político y, por ende, de recursos. A pesar de contar con la universidad más antigua de América, no se habían arraigado en la sociedad los conocimientos implícitos necesarios para establecer la excelencia científica como una tradición institucional en la década de los 90. El impacto de la ciencia era desconocido por muchos, y las razones son variadas y no serán discutidas en detalle aquí.
En este contexto, en un país marcado por profundas disparidades socioeconómicas, se promulgó el decreto ley 882 y se introdujo la noción de universidad como servicio educativo y oportunidad de negocio. Esto resultó en un florecimiento de universidades en regiones diversas, algunas sin los requisitos mínimos, y en la creación de universidades privadas sin la tradición de excelencia necesaria. El negocio contagió, surgieron personas que se hacen pasar por científicos, profesores universitarios comprando autorías de artículos científicos y universidades privadas que contratan a científicos que nunca han visitado el Perú para que escriban artículos con su filiación. Para estas universidades, lo primordial es atraer clientes mostrándose falsamente como instituciones creadoras de conocimiento.
Es crucial comprender que estos problemas no son meramente el resultado de conductas delictivas individuales o de trampas aisladas. Lo que estamos presenciando es la ausencia de los pilares que convierten a la ciencia en el motor del desarrollo y la pérdida del sentido de trascendencia. El negocio ha permeado y se ha arraigado profundamente debido a la debilidad de la tradición científica en nuestro país.
Para abordar esta situación, es necesario un compromiso político del más alto nivel en favor de la producción de conocimiento en todos los ámbitos, particularmente en el entorno universitario. Además, se requiere que la entidad rectora –Concytec– promueva la creación de un sistema nacional de ética e integridad científica, con un enfoque principal en las facultades. Esto implica una inversión significativa en capacitación y diálogo. El control social, como lo ha llevado a cabo Científicos.pe, es esencial, pero también se deben implementar sanciones efectivas.
Actualmente, los esfuerzos en busca de la excelencia científica en el Perú son en gran medida individuales, realizados por pequeños grupos y unas pocas instituciones. Es imperativo cambiar esta realidad y fomentar un entorno propicio para el florecimiento de la ciencia de excelencia a nivel nacional.